Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El 27 de
noviembre de 1942, en Seattle, estado de Washington, nació Jimmy Hendrix,
"Jimi". No es posible entender la música de este artista sin pensar
en las apasionadas raíces del blues norteamericano. Las diferenciaciones
arbitrarias que se hacen dentro de la música negra ignoran que sus ramas:
rhytmyn and blues, jazz, rock 'n' roll, vienen de un tronco común. Decir
"me gusta el jazz pero no los ruidos de Hendrix" es no saber en qué
terreno se pisa. Hendrix se formó en la más pura escuela del blues y del jazz
clásicos. Añadió a estos la influencia, importante entonces, de los grupos pop
británicos, y la nueva lírica que fuera iniciada por Bob Dylan, blanco salido
también de raíces musicales negras del campo y la ciudad.
Cuando murió,
asfixiado entre vómitos y somníferos, había dejado escritas líneas para una
nueva canción: La historia/de la vida es más rápida/que el pestañeo de un
ojo/La historia del amor/es hola y adiós/Hasta encontrarnos de nuevo. Como
letrista, Hendrix es quizá feble, aunque esa supuesta debilidad podría ser no
más que una respuesta a las circunstancias que se vivían. Los sesentas no
buscaban prioritariamente una estética, verbal o musical, ortodoxa. La libertad
permitía la innovación, la improvisación e incluso el desvirtúo de lo que podría
considerarse un arte hipócrita.
Pero no analizamos a Jimi Hendrix como a poeta formal, sino como a artista. Él representa tal vez mejor que nadie la época, y su muerte, como la de cualquier gran hombre, nos permite evitar pensar que alguna vez, en el futuro, habría traicionado sus opiniones. El defecto de vivir mucho es el de cambiar mucho también de posiciones. Por eso el único castillo válido es aquel hecho de arena, el que se lavará en las aguas o se alejará en el viento.
Es esa memoria la
que nos alegra y preserva. Cada vez que Neil Young, ya cincuentón, sale a un
escenario a hablar con el rock, lleva colgado de su instrumento un gran botón
con el rostro del guitarrista negro. Han casi pasado treinta años, y mientras
Neil Young viva, quedará el sonriente rostro de Hendrix que desmitifica, en
plena guerra del Vietnam, el himno norteamericano con su guitarra eléctrica. O
aquel que en el verano de amor de Monterey, California, 1967, incendia sus
cuerdas y las convierte en polvo, en un antiguo rito entre música y hombre.
Hendrix pasó
alrededor de cinco años actuando en bares y pequeños escenarios de Greenwich
Village, Nueva York. Eventualmente lo contrataban para tocar con artistas
renombrados. El año de 1966, Chas Chandler, que fuera bajista de The Animals,
empresario entonces, quedó maravillado ante la magia que Hendrix ejercitaba en
las noches del Village. Lo llevó a Londres. En Inglaterra, con Mitch Mitchell
en la batería y Noel Redding en el bajo, creó aquello que vendría a ser The
Jimi Hendrix Experience, esencial en la historia de la música moderna.
Tres semanas
después de haberse juntado estos tres artistas nació Hey Joe, magistral pieza
que conjuga innovación musical y afirmación negra. En Londres la subida fue
vertiginosa: Are You Experienced? fue segunda en los "charts" de la
época, cediendo el primer lugar nada menos que a Sgt. Pepper de los cuatro
magníficos de Liverpool.
El mito habíase
formado. Hendrix estaba listo para retornar a Norteamérica. Su primera
presentación continental fue en el festival de Monterey ya mencionado. Vinieron
los álbumes: Axis: Bold as Love, Electric Ladyland. Hendrix, ahora, aparte de
sus dos compañeros, tenía colaboraciones de músicos de Jefferson Airplane,
Traffic y otros.
Grabó All Along
The Watchtower, de Bob Dylan, haciendo una canción diferente, muy superior a la
original del autor. En ella se ve la gran capacidad creativa de Jimi. Cantar
las mismas líricas no significaba imitar. La pasión y el talento pueden
transformar el rostro de cualquier obra de arte, y nada mejor que All Along...
para demostrarlo. Es el espíritu de quien realiza la obra lo que le da
singularidad. I wanna be your man, de Lennon-McCartney, adquiere otra dimensión
cuando es cantada por los Rolling Stones. Al oírla uno no piensa más en los
Beatles, sus creadores, sino en Mick Jagger y los Stones, sus fundadores.
Jimi Hendrix era
una leyenda del rock. Jim Morrison, de The Doors, lo idolatraba. Recuérdese
aquella noche en que, ebrio y llorando, Jim se abrazó a las rodillas del
guitarrista durante una actuación. Ambos habrían de compartir, a más del
espíritu, la similaridad de la muerte.
Son innúmeras las
canciones de Hendrix que se hicieron famosas para nosotros, en Cochabamba.
Purple Haze dio lugar a la creación del conjunto Niebla Púrpura que tocaba en
el Prado cuando éramos niños. The Wind Cries Mary era inevitable canción de
amor para bailarla juntos. Casi diez años después de la muerte de Jimi
seguíamos bailándola con una Mary, que no era en verdad ella, de turno. Highway
Chile y la sutileza de la guitarra llevada al extremo. Manic Depression
afirmaba que de algún modo eran nuestros ocultos talentos los que nos
martirizaban y embriagaban en las tórridas tardes de domingo.
Las fotografías
de Jimi Hendrix nos muestran tres etapas de su forma de vestir y, de alguna
forma, transformaciones respecto de su música, aunque hablar de ello ante un
artista tan creativo, cambiante e improvisador, peca de retórico. 1967 lo
vestía con su chaqueta militar; 1968, época que fue recopilada en el excelente
album Smash Hits, lo tenía con sombrero. Y, al fin, 1969, la bandana de The
Band of Gypsies...
Hace poco se
editó un disco compacto de tributo a Jimi Hendrix. The Cure y otros grandes
grupos interpretan sus canciones. Hoy, si se cierra los ojos y se escucha
cantar a Lenny Kravitz, pareciera ser que Jimi ha retornado...
La imaginación es la clave de mis letras. El resto está pintado con un poco de ciencia-ficción.
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Publicado en LOS
TIEMPOS (Cochabamba), 03/11/1996