Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Maracaná, Pelé,
Garrincha, Didí, Santos, Flamengo… nombres que ligan a la hasta ahora inmortal
leyenda del fútbol en Brasil. Supuestamente un nuevo mundial no haría más que
acrecentarla; parece no ser así.
Las masivas
protestas en el país por el insultante dispendio ya no son de favelistas
arrinconados en la miseria. Hoy salen todos a la calle: una clase media que
creyó en el sueño, otra trabajadora que se esperanzó con la subida al trono de
aquellos que decían representarlos. La farsa de la izquierda latinoamericana
todavía no llega a su fin pero está tocando fondo. Ni la invención de la careta
de Mujica, en Uruguay, que intenta con humildad y tono bonachón recordar que la
izquierda ofrece -ofrecía- cosas distintas, vale. No. porque también él se suma
al corso del silencio y la complicidad, porque se abraza con tiranos como
Maduro y truhanes plurinacionales. Mujica es el as en la manga de la izquierda,
ya tan a la derecha que no se discrimina a una de la otra bien. Mientras roban
a manos llenas, asaltan hasta la conciencia de la turba, muestran al santón, o
santurrón, para desmitificar la imagen de ladrones que se han creado en esta
década. Peores que cualquiera.
Miro los precios
de las entradas inaugurales y final de la Copa mundial. Al lado, el monto del
salario mínimo. La izquierdista Roussef no ha visto nada mejor que elitizar un
deporte que fuera popular, el rincón donde el talento podía significar el paso
del hambre a la bonanza. El fútbol, como el carnaval, siempre fue “la”
revolución en el Brasil. Ahora se lo quieren arrebatar, venderse al primer
mundo como vedettes del futuro. Al diablo con los pobres, no queremos pobres en
los estadios. Para eso les regalamos pan y suéteres usados, para eso tenemos
programas de apoyo y bonos de juventud, de mujer, de maternidad, y etcéteras.
El Estado-Dios provee y lo que pide a cambio es sumisión, que lo dejen hacer, porque
el padre sabe y siempre tiene razón. ¿O no, Evo Morales?
¿Dónde queda la
alegría del pueblo? Garrincha ha muerto en la tragedia de verse abrumado por lo
que nunca tuvo y luego le sobraba. Hoy es la alegría de los empresarios, las
multinacionales, la mafia, el narcotráfico, los grandes aliados de los partidos
de “trabajadores” en el continente. Nada existe más rentable, no hay profesión
mejor, que la de llenarse la boca de verbo igualitario. Como leí hace poco de
un bloguero argentino: los poetas de derecha viven en barrios residenciales;
los de izquierda también. Da la sensación de que el único objetivo de los
socialismos actuales está en la burda imitación de lo que aseguran combatir, y
en el perfeccionamiento del latrocinio. Del mundial de fútbol saldrán más ricos
los petistas, los marxistas trasnochados, los que recitan el inmundo breviario
de Marta Harnecker con dólares en los bolsillos.
Ni modo, ya ni al
fútbol se puede defender; menos ahora que se lo ofrece en bandeja de plata
justo allí donde representaba su esencia popular. Los rateros del Partido de
los Trabajadores, y el semidiós narco, Lula, detrás como eminencia gris, han
sellado un fenomenal negocio. Le arrebatan al pueblo del Brasil su alma. Luego,
o tal vez ya lo han hecho, seguirán con el carnaval. Los amos de la izquierda
apostarán hasta lo imposible por quedarse para siempre. Ya se lo olió Bakunin.
Lo que debió ser
una fiesta de masas, como lo era, se ha convertido en jolgorio de elites, con
los beneméritos de la revolución bendiciendo el desastre. El fútbol no es la
razón de ser de estos juegos sino el dinero. Y de dinero nadie sabe mejor que
los banqueros y… la izquierda latinoamericana, el impensable socio que resultó
más papista que el papa, más fondomonetarista, extractivista, enemigo del medio
ambiente y de los obreros que los encorbatados de Wall Street.
Funeral.
26/05/14
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 27/04/2014