Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Alma de los muertos, haces oscura la noche.
La mina de Portugalete es una entrada de abandono en la montaña. Apenas se puede entrar en su interior derrumbado. Hay que hacerlo con cautela porque en su boca se refugian serpientes y quién sabe qué. Espectros.
En la falta de luz se oyen, como gotas de agua, los sollozos indios. Secreto fondo donde permanecen los muertos, ajenos al destino exterior, con cráneos blancos sin brillo, desparramados por el suelo.
He pasado una noche mirando la entrada. No vi movimiento, mas ese estático Portugalete me parecía danzar. Por eso, antes del amanecer, corrí por el sendero, obsesionado por esconderme en el frío.
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Publicado en PUEBLO Y CULTURA (Opinión/Cochabamba), 27/02/1992
Wednesday, December 28, 2016
Monday, December 26, 2016
Tiempo/MIRANDO DE ABAJO
… de los
asesinos, recordando un texto de mi amigo Pablo Cerezal; de los déspotas, si
quiero dar tinte más que político, indignado ante el hambre de eternidad de los
jerarcas, sean Trump, Morales, Putin, Castro. No puedo pensar en el martirio
que significaría ser presidente una vez; Dos, tres, cuatro veces… tiene que ser
enfermedad peor que el cáncer, muestra de lo poco que anida dentro del
personaje que se empeña en lograrlo, de lo triste de aquella orfandad infinita
que los obliga a llenarse de todo, apoderarse de todo, escucharse y amarse sin
condición.
O los escritores
en busca de fama, olfateándose como perros enroscados el propio culo. Miro, ni
siquiera observo, la peregrinación sin pausa de festival en festival de los
literatos. Creo, no lo sé en realidad, que debe ser muy difícil vivir con
cierta decencia de lo que uno escribe. Entonces, si dinero no hay, qué otra
cosa es esta caminata obsesiva sino la búsqueda de reconocimiento. Me regocijo
en Cioran que era un grande detrás de una modesta puerta en un modesto apartamento
de cierta ciudad gloriosa. Cuestión de gustos. Qué no daría por escribir bajo
una parra, acompañado de cerveza helada, sentado al atardecer contemplando el
desgaste de los adobes. Vengo tal vez de otra época, de síntesis ya perdida de
razas, de geografías entre lo rural y lo urbano. No la llamemos nostalgia,
porque no es. Filosofía de vida, tal vez. Sin embargo no contravengo lo que me
toca vivir. Me sumo al entorno, ni le propongo conflicto ni lo arrebato.
Mimetizarse en el conjunto de circunstancias y tiempos de los objetos alrededor.
Siguiendo, antes
de saltar porque el teléfono interrumpió el flujo normal del asco, debo decir
que a algunos les es leve el plumaje de pavo real que les crece como florero
desde el lomo. Prefiero preocuparme, divertirme, solazarme, con el color de los
arándanos, el aroma del molle y el del fricasé que cuece lento en olla gastada.
Leer mucho, todo el día, a amigos y enemigos por igual, soñando con una cabaña
perdida en la serranía de Ayopaya, mirando el camino donde polvo significa que
alguien viene y hay que calentar el horno. Simple, tan simple como atisbar por
la ventana la pared de enfrente, en apariencia tan intrascendente, saborear un
ron, escuchar una zamba que habla de Simoca, de caña y Tucumán, oír a los niños
corriendo. ¿Fama? La fama no tiene solitudes deliciosas. El silencio sí.
Lunes. El sonido
de la máquina de lavar dice que pantalones y camisas de trabajo pierden el
sudor de sus entrañas. En el estómago se asienta una sopa toscana de chorizo y
kale. Si me dijeran que el futuro está en ser presidente, ministro, director,
maestro de ceremonias, abogado o cura, les agradecería con un no. Nadie me
quita esta paz que de tan sencilla cuesta llamarla felicidad y que sin embargo
eso es; paz con uno mismo, consciente de la miseria y el logro por igual, sin
mortificación. Ni para mártir ni para mesías, solo para aprender mientras los
años se acumulan que la fórmula vive al alcance de la mano. Claro, y viene con
las horas, que en los recodos de un no siempre apacible trajinar se acuña
dolor, esconde desgracia. Incluso así, con la certeza de esa muerte que nunca
es prematura y debe ser bienvenida como un rioja, o, mejor, como un pesado
borgoña que barre la ansiedad, un chocolate derretido con la lengua. Instantes.
Ellos cuentan. Del matrimoniarse suyo arriba la calma.
Los generales
Villa y Zapata observan apoyados en libros diversos e idiomas muchos. Uno trae
un pistolón y el otro carabina. Ligia desde una foto en Puebla se recorta
contra piedras coloniales. Me espera un filme austriaco. La tarde anda en la
forma en que se debe andar, sin aspaviento. Quiero esa tranquilidad única, la
del inmóvil pastel negro con rojas cerezas encima.
26/12/16_____
Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 27/12/2016
Imagen: ¡Qué viva México!, Sergei Eisenstein
Sunday, December 25, 2016
Canción de Navidad
O como la veía
Dickens. Primero fue la película que me impactó; luego el libro, delgado, en
Ediciones Sopena que producía unas joyas que no existen más. A pesar del drama
humano que narra, George Orwell decía que Dickens no era ni un escritor
“proletario” ni uno “revolucionario”, que su crítica social tenía carácter
moral. Pero, bueno, explíquenle Orwell a un niño de diez años y le cortarán la
vida. Amé a Dickens como a nadie en esas primeras sesiones de lectura. Tal vez
nada en literatura me haya impresionado más que David Copperfield, en una edición de Billiken de tapa roja. Cuánto
me impactaría que hasta el color se grabó.
Los niños del
escritor inglés; fatídicos bedeles de orfanato; pandillas de pilluelos que
reencarnan en Londres al Gavroche de París. Difícil no emitir juicio para la
pesadilla victoriana. Era el imperio más grande del mundo. God Is An Englishman escribió R. F. Delderfield, pero Dios no cabía
en los tugurios miserables de la City.
La Navidad en esa
temprana edad forma parte de las grandes ilusiones. Y de pronto caía el mazazo
sobre la cabeza del incipiente literato y pequeño gran lector para terminar la
metafísica. No que se creyera en Papá Noel; nos explicaron de chicos que los
regalos venían del trabajo y del afecto. Ni chimeneas había en esa deleznable villa
cochabambina para imaginarlo, pero igual.
Quedaba la fecha,
queda para ser precisos, en que el cuerpo presiente que se acerca a un hito. La
costumbre suele convertirse en vicio y hay predisposición a la suavidad, la
condescendencia e incluso el autoengaño. Hora de ponerse buenos, suena en las
trompetas de la creación, y al final no me disgusta. Ponerse a pensar en lo
dramático de la Navidad dickensiana, en el peso inmortal de un pavo horneado
con especias suele a ratos despertar sensibilidad social pensando en los que no
comen, aunque las más traiga una modorra que de tan agradable pasa a siesta, a
sueño, a olvidar congojas.
La Navidad de
Alepo, hoy; interminable historia de crueldad colectiva. Allí, en el Oriente
Medio, la cristianidad casi se ha reducido a leyenda. Los nestorianos que en su
momento predicaban la dualidad de Cristo desde las aguas del Mar de la China
hasta Anatolia, y otras sectas, esconden medio millón de almas en catacumbas de
miedo. Las únicas velas que hay para esta religión aplastada son las de
velorio. Los tres espectros de la fecha decembrina que pululan por la obra de
Dickens: el fantasma del presente, el del pasado, el del futuro, al menos en
Siria, se han convertido en dos. El ayer y el momento. El después nunca llega.
Disquisiciones
producto del frío. Sobre la llanura de Colorado crecen brumas que no son de
nieve y sí de hielo. ¿No han visto llover hielo? Hasta llover barro, como si de
plagas de Egipto se tratase. El frío, digo, que al encerrarnos entre paredes
tibias y mantequilla sobre pan tostado nos entrega atados de manos a la “noche
de paz”. Pero… qué irascible duda… para hacer un contrapeso, miro por tercera
vez el oscuro filme finlandés Rare
Exports sobre el verdadero Santa Claus, un gigantesco ogro encerrado por la
montaña y que una compañía minera despierta para reanimar un holocausto de
infantes, antropofagia, inverosímil locura hasta para ese mundo helado finés de
gente en apariencia sin sentimiento ni amor.
Interesante,
apasionante. Creo haberlo visto o leído antes, en fábulas precristianas que
hablan de este viejecillo que atraviesa el cielo en renos siderales. Qué
complicado el humano, y qué amplio el rango de su preocupación, demencia e
irónica bonhomía.
Hora de ponerse a
pensar en los condimentos de la cena gloriosa. Hay quienes buscan pasas y
nueces raras. Nogadas, almendradas; para nosotros, criollos de bien al sur
entre montañas, una pierna de chancho mechada basta. Se huelen los morrones y
se siente el perejil. El ajo se tuesta no con olor de averno y se destapan
cervezas.
El vino muestra
color de sangre. Festejamos, festejan diré, el nacimiento de Cristo. Nacimiento
y muerte conforman una suerte de canibalismo festivo. Creo que ninguno piensa
en Dios. En las corrientes de aire hay aroma de jerez, no de fatalidad.
Debo retirarme
cada año antes de medianoche por el trabajo. Ausente para la sidra fría,
explosionado el corcho contra el techo. Y todas las veces, cada veinticuatro de
diciembre cuando enciendo el carro y parto, me asalta una sensación de
infancia, de desamparo. A mi manera me incluyo entre los tristes personajes del
novelista inglés.
Denver es una
ciudad oscura, las calles no tienen faroles. Como ahorro de energía está bien,
pero la penumbra que sigue a los escasos focos de luz tiene algo de lúgubre. La
navidad del norte no se parece a la del sur. No se ve arriba una gigantesca
cruz de estrellas que señala el camino del Antártico. Ni siquiera insectos
sobrevuelan alrededor del calor que produce la electricidad. Sin embargo, un
toque terrenal: a pesar del jabón dispensado con holgura sobre las manos, puedo
oler en los dedos el relleno de zanahoria mezclado con mostaza y macerado en
limón.
14/12/2016
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Publicado en TENDENCIAS (La Razón/La Paz), 25/12/2016
Imagen: Ebenezer Scrooge
Imagen: Ebenezer Scrooge
Tuesday, December 20, 2016
Allahu Akbar/MIRANDO DE ABAJO
Hace pocas horas
asesinaron al embajador ruso en Turquía. El ejecutor, un policía turco de 22
años, gritó que era venganza por Alepo, además del clásico Allahu Akbar. Escucho, mientras escribo, que la paz tampoco reina
en Berlín. Será premonitorio de la nueva era que comienza con Trump.
He criticado,
atacado el fundamentalismo islámico desde siempre, pero puedo comprender esta
situación en vista del genocidio sirio y la apatía de occidente. Barack Obama
se retira con oratoria de académico pero lleva consigo medio millón de muertos.
Se alegará que cada nación teje su propio destino sin ser cierto. El poder
decide la historia, y la escribe también. Si se disecciona en calma, sujetando
la pasión, el desarrollo de los pueblos encontraremos que los países dominantes,
armados y ricos, aliados con los clérigos locales que alaban las riendas del
amo, comprenderemos el accionar individual y colectivo en contra de destinos
impuestos por ajenos en su propio interés.
El mundo puede
estar cayéndose, desgajándose las paredes y corriendo ríos de sangre, pero,
igual, los noticieros norteamericanos hablan solo de ellos, de lo que sucede
con la escabrosa elección por la que pasaron y sus personajes cuya única
relevancia es pertenecer a los Estados Unidos, el centro del universo. Lo demás
pertenece al olvido.
Pues bien, no es
así, y a pesar de que la portada se divide entre megalómanos como Putin y
Trump, tiene que existir una reacción violenta de los humillados, los negados.
En ese sentido, el asesinato del diplomático ruso, sea quien fuera el
desdichado, es un acto de justicia, como muchos de los que todavía van a surgir
del embrollo neonazi de la USA actual y los sosías alrededor.
Estados Unidos,
Rusia, China, Irán, Turquía, Arabia Saudita, la Unión Europea, se reparten el
planeta como lo hicieran los europeos en la desmembración de África a fines del
siglo XIX. Las naciones chicas, pobres en el sentido de su incapacidad de
defenderse, son tragadas sin misericordia. Militares, políticos y religiosos de
cualquier laya exponen ideas supuestamente
salvadoras para lucrar en el caos. La economía define a quién se
entregará a la pira del sacrificio y quién sobrevivirá incluso en las peores condiciones.
La pesadilla de Darwin es un documental del año 2004 acerca de la
destrucción del ecosistema del gran lago Victoria, gracias a la introducción de
un implacable depredador: la perca del Nilo, que exterminó decenas de especies
regionales para beneficio de gigantes de la industria pesquera y la
alimentación de millones de europeos y japoneses mientras los tanzanios morían
de hambre o comían cabezas de pescado mixturadas con gusanos. El auge
civilizador, causa de alucinatorios genocidios y falsa gloria.
Justificado todo,
claro, hasta lo que sucede en la mártir Alepo y en un Oriente Medio que
empeorará ya que el nuevo presidente gringo pone de embajador en Israel a
alguien que niega Palestina. Los poderosos son incapaces de entender la ironía;
unos por avaricia, otros por mentada y dudosa humanidad, siguen determinando la
senda por la que deben transitar todos. Esta imprudente obsesión crea en
principio fantasmas y luego monstruos que se volcarán para devorar a sus
creadores. Tarde o temprano.
Nadie está seguro
de la tierra que pisa. La vanidad suele ser pésima consejera. Poco ha cambiado
el panorama, aunque el ideario se ha radicalizado en múltiples versiones de
acuerdo al origen geográfico, religioso, político de sus brazos armados. Hoy
fue un embajador, mañana un presidente. Las bombas nihilistas han adquirido
matices distintos pero en suma siguen siendo lo mismo que antes: reacción
individual o de mínimas sociedades ante el abuso.
Parece no haber
vuelta atrás. La irracionalidad que aprovecha un desastre ecológico como el del
Lago Victoria, se extiende por cualquier recoveco conocido o sospechado.
Al genocidio
armenio le siguieron asesinatos de los victimarios. A Alepo, también. Malvenido
el nuevo orden, y amén a los apóstoles armados.
19/12/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 20/12/2016
Fotografías: TN.com.ar
Tuesday, December 13, 2016
Donald Trump, el voluntarioso espía ruso/MIRANDO DE ABAJO
Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Diga lo que diga
el infantil energúmeno, está comprobado que la Rusia de Putin puso su
inteligencia a trabajar para que el “republicano” fuese elegido presidente.
Cierto que Trump es inestable, caprichoso, vanidoso y avaro, detalles que
podrían alterar el curso de sus esperadas reacciones, pero, a la larga, y con
mucho, sería más manipulable que la dura Clinton. Apostaron por él, y
triunfaron.
Pero la cosa no
parece estar en definitiva suave y lisa para el futuro mandatario. Tanto que
hasta es posible que su legitimidad sea cuestionada y que la zozobra ligada a
ello termine pronto en un impeachment que lo expulse como a Nixon. No solo por
el affaire ruso, también por las ligazones económicas de Trump alrededor del
mundo y que en pocas palabras se niega a dejar en su totalidad. Hombres de
negocios hindúes lo visitan en su torre neoyorquina; el presidente turco afirma
que Trump le habló de negocios particulares suyos en Turquía cuando lo llamó
para felicitarlo. En el caso de Taiwán, sucede que la nueva familia real tiene
proyectos millonarios en la isla y que la defensa a ultranza de la conversación
–inusual- con la presidente de la considerada provincia rebelde en China fuera
para asegurarlos. Lo mismo en Filipinas. Y Rusia, claro, donde hay cientos de billones
de dólares en la mesa.
No en vano en
carta firmada por gente de importancia en los Estados Unidos se dice que Trump
utilizará la presidencia en beneficio propio. Lo que echaría por la borda
doscientos años de progreso y, aunque pausada, la democratización interna del
país en cuanto a razas, géneros y más.
En un extenso
reportaje del New York Times (11/12/2016) sobre cómo actúa la Rusia de Putin
para acabar, desacreditar o eliminar a sus rivales políticos, el disidente
Vladimir Bukovsky narra la manera en que los servicios secretos de su país de
origen plantaron evidencias de pornografía infantil en su ordenador para
causarle problemas con la ley inglesa. Eliminaron a Litvinenko en Londres; la
periodista Anna Politkovskaia que desenmascaró la guerra en Chechenia fue
asesinada. La difamación de carácter se ha hecho práctica común.
Con Donald Trump
presidente, Rusia se asegura manos libres en Siria; sabe que el genocidio en
que participa con fruición será obviado en aras de intereses privados de un
lado y estatales del otro. Ucrania puede ser total pasto de la ambición del
exespía de la KGB; lo mismo los países bálticos. En Estonia los jóvenes se
entrenan ya en tácticas guerrilleras ante la posible inmolación de su
soberanía.
Trump se
considera a sí mismo un intocable semidiós. Alarga la trompa para delinear sus
cambiantes opiniones de forma que parezcan las de un sesudo pensador. Se habla
de su capacidad para los negocios; también, menos, de su habilidad para el
embuste. Lo han llamado “con man”, el gran embaucador. Y otra cosa no es. Su
elección sirvió por supuesto para destapar horribles contradicciones de un país
que juraba haberlas superado. La existencia de ignorancia y deficiencia
intelectual en una masiva parte de la población norteamericana, no acorde con
el nivel de vida acostumbrado desde la época de oro luego de la victoria en la
II Guerra Mundial. Destape que si no se toma en serio destruirá para siempre en
algunas décadas esa al parecer indestructible, e insustituible, fortaleza.
Creerá en su
fuero interno que Rusia va a servir para sus propios designios. Error. La pena
que el costo no lo pagará personalmente. Ha puesto en juego, y en oferta, un
país entero. No en vano un congresista demócrata de Texas asegura que nada peor
podía haberle pasado al Partido Republicano que la jefatura de este hombre.
Festejaron en
Moscú, en la Duma, con champaña su elección. El espumoso trago correrá como
agua entre ricos y déspotas en uno y otro lado. Los tontos útiles que votaron
por él, la supuesta “clase trabajadora”, tendrá que absorber el golpe.
12/12/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 13/12/2016
Tuesday, December 6, 2016
La muerte, lejos
Setenta y dos
cadáveres de migrantes sin papeles, procedentes de países centro y
sudamericanos, asesinados a manos de un poderoso grupo criminal ligado al
narcotráfico, los Zetas, en un rancho del estado fronterizo de Tamaulipas. No
estoy muy seguro de que la noticia no se haya centrado más en los autores del
crimen que en las víctimas.
Una realidad. O
mejor, dos. La primera: esos grupos criminales tienen en jaque al gobierno
mexicano, a su policía y a su ejército, que se diga lo que se diga no ha podido
hasta ahora controlarlos. La segunda: lo que les puede suceder a manos de esos
grupos criminales, que en el último año han secuestrado a 20.000 inmigrantes,
no desanima a los que emprenden a diario la migración hacia el sueño americano.
Todo lo que se escriba sobre este asunto será poco.
De no quedar un
superviviente de la masacre, no se habría sabido gran cosa de lo sucedido. Pero
el joven ecuatoriano, cuya vida ahora corre serio peligro, ha destapado el pozo
negro de la infamia.
Para relato de
viaje, el de esa persona. Todo lo demás empieza a ser cuento y banalidad,
palabrería en beneficio de la industria turística. Los viajes que merece la
pena leer y ser relatados son otros y tienen que ver con los avatares de las
personas empujadas o condenadas a la emigración. Van a nutrir la épica de un
futuro inmediato. Relatos como El exilio voluntario, del boliviano
Claudio Ferrufino-Coqueugniot, acerca de la inmigración pluriétnica al asalto
del sueño americano, vale por todas las excursiones literarias del
cosmopolitismo de pega pagadas por Cooperación Internacional o el Centro de las
Letras Españolas, con las que no se puede escribir otra cosa que El
arte de viajar de gorra.
El esteticismo y
el cosmopolitismo empiezan a estar de más, muy vistos, demasiado. La época del
Orient-Express y los sleeping-cars queda demasiado lejos. Son millones
de personas las que se desplazan en busca de un presente más digno y se juegan
con ello la vida. Desplazados, desarraigados por fuerza, burlados por mafias,
explotados, despreciados, excluidos, esclavizados. Son los protagonistas de las
nuevas crónicas de Indias, aunque no todos vengan de ellas, y van a
escribirlas, de eso estoy seguro, y no nos va a gustar lo que cuenten, de eso
también estoy seguro".
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De A TOPA
TOLONDRO (blog de Ander Izagirre), 30/08/2010
Meterle nomás/MIRANDO DE ABAJO
71 muertos habría
que añadir a la ya larga lista de víctimas de Evo Morales, los del avión caído.
Ahora, claro, y como siempre, él no sabía nada. Es un querubín moreno que vuela
por el aire en absoluta inocencia. Las malas lenguas, la derecha, el imperio,
le achacan males que no concuerdan con su angelical imagen, entre ellos el de
haberse acostado con la Zapata y haberla hecho parir. Terrible, porque el señor
Morales utiliza los genitales para y únicamente la necesaria labor de orinar.
Lo dicen sus ministros que por las declaratorias parece que conviven con el
patrón en íntimas circunstancias.
La tragedia aérea
de Medellín (no la de Gardel que está ya olvidada) desenmascara un país que
vive en estadios inferiores de desarrollo mental, justo aquellos que el curaca
eterno resalta y desea decretar. El paraíso contemplado como un yermo en el que
rebuznan asnos muertos de sed y se devoran unos a otros. La paz entendida como
el infierno. Con eso sueña; a eso vamos.
El relato del
accidente es tragicómico y retrata Bolivia, la Bolivia de Evo Morales que es la
de siempre pero multiplicada por cien en sentido negativo. “El avión voló hasta
que se le acabó la gasolina y se cayó”. Así de simple, por encima de vidas y
lógica, por encima de cualquier razonamiento. En el aire, en tierra, en
oficinas públicas, en el estadio de fútbol… Linerita saldrá con una de sus
permanentes estupideces a darle el tinte idiotizado a un asunto indefendible. Será,
para él, que el avión “nomás bien se estaba” y después no supo lo que pasó.
Cómo un piloto, a pesar de toda la mácula oscura que esta aerolínea carga
consigo y con sus relaciones con la jerarquía gubernamental boliviana, puede
tener la incapacidad de manejar un avión casi condenado a muerte por las
deficiencias de inicio solo se entiende en un país como Bolivia, donde al
consejo de no volar porque no alcanzaría el combustible se responde que “no
seas maricón”, “no te preocupes”, “son cinco millas nomás”, “alcanza”, “no jodas”,
“el aire nos va a ayudar”, “volaremos más rápido”, “apurate, firmá”. No es la
tierra de Nunca Jamás como en la fábula de Peter Pan, sino la de Meterle Nomás,
según pregona el dicho presidente, ufanándose de ello.
Por supuesto que
caerán cabezas, las del meteorólogo, del mecánico, del que limpió los vidrios.
Los de arriba bien nomás se han de estar con whisky etiqueta azul. Total, no
pasará nada y la vida va a continuar en el idilio de Morales con los achachilas
que tuvieron a bien dejarle de herencia la hoja sagrada que se transforma en
dólares y absolutismo. Y si no llueve, por tocar otro de los vértices de esta
sutil filosofía de vida, el cacique se vestirá de chola y se pondrá a danzar
hasta que llueva. Que llueva que llueva la bruja está en la cueva, los
pajarillos cantan, la luna se levanta y etcéteras.
Pero el día está
pronto a llegar donde incluso los achachilas perderán su morada de hielo
eterno. El comerciante que llamamos primer jefe, presidente, elegido, manco
kapac, mama ocllo, está rifando selvas y montañas. Tendrá ya preparada una fuga
millonaria en caso de que las cosas salgan mal. Huido, querrá dictar clases en
la Sorbona sobre la prostituida madre tierra, ya que siempre habrá gringos
tontos que lo escuchen embobados.
Supongo, es más
estoy seguro, que con su avión personal no es tan negligente como con el de
Lamia. Ambos le producían dividendos, cierto, pero en este viaja su fantástico
cuerpo de ídolo y no puede darse el lujo de caer porque se le acaba la
gasolina. Allí resucitaría de entre las llamas para castigar al gasolinero y al
vendedor de chicles que camina ajeno al futuro. Hay cosas que debiesen pasar en
un lado y desgraciadamente caen en otro. Pero las estrellas se reorganizan y el
mundo se deshace de sus forúnculos de manera natural.
Hay que meterle
nomás, contra distancia y gasolina. Lo dice el Aristóteles local, el Sócrates
orinoquense, filósofo y astro de fútbol al mismo tiempo.
05/12/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 06/12/2016
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