Setenta y dos
cadáveres de migrantes sin papeles, procedentes de países centro y
sudamericanos, asesinados a manos de un poderoso grupo criminal ligado al
narcotráfico, los Zetas, en un rancho del estado fronterizo de Tamaulipas. No
estoy muy seguro de que la noticia no se haya centrado más en los autores del
crimen que en las víctimas.
Una realidad. O
mejor, dos. La primera: esos grupos criminales tienen en jaque al gobierno
mexicano, a su policía y a su ejército, que se diga lo que se diga no ha podido
hasta ahora controlarlos. La segunda: lo que les puede suceder a manos de esos
grupos criminales, que en el último año han secuestrado a 20.000 inmigrantes,
no desanima a los que emprenden a diario la migración hacia el sueño americano.
Todo lo que se escriba sobre este asunto será poco.
De no quedar un
superviviente de la masacre, no se habría sabido gran cosa de lo sucedido. Pero
el joven ecuatoriano, cuya vida ahora corre serio peligro, ha destapado el pozo
negro de la infamia.
Para relato de
viaje, el de esa persona. Todo lo demás empieza a ser cuento y banalidad,
palabrería en beneficio de la industria turística. Los viajes que merece la
pena leer y ser relatados son otros y tienen que ver con los avatares de las
personas empujadas o condenadas a la emigración. Van a nutrir la épica de un
futuro inmediato. Relatos como El exilio voluntario, del boliviano
Claudio Ferrufino-Coqueugniot, acerca de la inmigración pluriétnica al asalto
del sueño americano, vale por todas las excursiones literarias del
cosmopolitismo de pega pagadas por Cooperación Internacional o el Centro de las
Letras Españolas, con las que no se puede escribir otra cosa que El
arte de viajar de gorra.
El esteticismo y
el cosmopolitismo empiezan a estar de más, muy vistos, demasiado. La época del
Orient-Express y los sleeping-cars queda demasiado lejos. Son millones
de personas las que se desplazan en busca de un presente más digno y se juegan
con ello la vida. Desplazados, desarraigados por fuerza, burlados por mafias,
explotados, despreciados, excluidos, esclavizados. Son los protagonistas de las
nuevas crónicas de Indias, aunque no todos vengan de ellas, y van a
escribirlas, de eso estoy seguro, y no nos va a gustar lo que cuenten, de eso
también estoy seguro".
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De A TOPA
TOLONDRO (blog de Ander Izagirre), 30/08/2010
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