Tuesday, September 30, 2014

No votar/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Se ha vuelto un juego macabro, más que ridículo. En Bolivia no existe democracia; jugar a que sí ni siquiera alcanza la talla de sueño: pura ilusión. El partido gobernante ha hecho lo que sabe, nadie esperaba otra cosa, y la mal llamada oposición solo forma parte del ya decidido engranaje. En realidad, los opositores apuestan a que por cualquier enlace fortuito puedan participar del expolio, del despilfarro, con la conciencia “limpia” de haber tratado de evitarlo.

Debemos ser honestos. La democracia, nos quedó grande. No hay discusión político-ideológica, no hay pensamiento ni creación, todo gira en torno al provincialismo que ha explotado el MAS (no otra cosa sabía hacer con sus limitaciones de inteligencia), al manejo de lugares comunes y discursos estructuralmente (y gramáticos) de extrema pobreza. Líderes perfectos para un perfecto país. La supuesta intelligentsia, que siempre se queda muy corta comparada con afuera, ha visto bien ejercer de sirvienta. La vergonzosa actuación de ex mandatarios y otros nos da la pauta, y la clave, de lo que pasa: ausencia total de recurso humano. Somos un carromato que se arrastra por el lodo, tirado por bueyes o por ciudadanos qué más da, si es lo mismo.

¿Qué corresponde a un pueblo en semejante situación? Luchar, o, lo que resulta sencillo, adecuarse al rol de mirón y de pongo, uno asociado con lo otro. Una tercera opción, que requeriría de poderoso estómago y frialdad de hielo, está en dejar que las cosas sucedan, que la situación actual, cuya eternidad no la garantiza ningún achachila, ni Tupak Katari que estás en los cielos, se decante y permita el asomo de otra obsesión, de otro jerarca antediluviano en una cultura que no aprendió a escribir. En el país de los asnos la mula es rey y ley.

Quizá se deba insuflar una gota de optimismo, creer que no vivimos una tragedia sino un carnaval, que la mascarada tiene que servir para divertirse. Lo que quede luego de la fiesta, si algo queda, que se lo reparta el más fuerte. Total, de canibalismo se ha fundado Bolivia, y no hablo de Ayo Ayo y su emblemático sangriento folklore, hablo del día a día, de lo real confuso y lo real insólito, de la falta de conocimiento que tenemos de nosotros mismos y del eterno vagar en la oscuridad por la incapacidad de producir un fuego.

¿Primitivos, cavernarios? Llámenlo como quieran pero no lo cataloguen racialmente porque no sirve. Desde el servil Rodríguez Veltzé hasta el prometeico y mandón cacique que ha jurado chicotear al que se desvíe del camino, todos somos iguales, mal endémico: bolivianos, bolis, bolitas, boludos, o como nos digan porque nada estará de más y cada epíteto podrá ser justificado con un argumento. No es cuestión de indios ni de razas malditas. Esta sombra llamada país guarda el rango de mancha colectiva. Lo sociológico o antropológico que lo explique tendrá que caer en obsoletos lombrosianismos. No veo por dónde lo sepamos explicar con claridad. La abarca o la corbata son elementos de camuflaje, no otra cosa. Hay un conjunto diverso, y no es el mejor, hermanado por la estulticia y parido contra natura.

Hasta el MAS con el aura hipotética de eternidad no es original. A Evo Morales y la banda de rejuntados los inventaron otros, de afuera, muchos que hoy quieren lavarse las manos. Por ahí hay un jesuita de dudosa sexualidad y confirmada apetencia por los aymaras; también vascos fracasados en fuga con ánimo de otra Conquista; europeos mezquinos y bizcos, que ven todo de costado. Zoológico informe, retrato cubista, que sin concepto puso los ojos donde debían ir las orejas y la boca en el trasero. Experiencia social o experimento, salió a las patadas. El monstruo ahora tiene vida propia y tal vez fallezca de muerte natural. Sirve como material de ciencia-ficción. Puede producir locura o indiferencia. Ese, el voto válido, elegir cómo vivir en el desastre. El otro, el voto en las urnas, inútil. Mejor enviarlo a Maduro como solidaridad revolucionaria, al paraíso carente de papel higiénico.
29/09/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 30/09/2014

Sunday, September 28, 2014

Miller/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

En Big Sur, California, flotan los desnudos fantasmas del autor. La pared lleva fotografías de hijos y mujeres. Anaïs, que era la más bella; Brenda Venus de senos grandes, inalcanzables en esta vejez de ochenta años.

Henry Miller recuerda. Está triste. Sus cuerpos carnosos y húmedos se pudren, o son polvo ya. Tumbas reemplazan a las jadeantes piernas.

Aire seco. Hierve un café. Miller llama a la amiga, excitado, le cuenta de su "pequeña erección". Placer de memoria, feble e infatigable. Ánimos que no desean morir; ojos aferrados al sudor. La mente es un arcón lleno de mujeres, de calzones azules con lunares. Pero en la soledad de las sillas se balancean los años.

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 26/02/1992

Savannah, Georgia/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Leí sobre Savannah en los cuentos de piratas de Pierre Mac Orlan.

Los ahorcados se balancean, hasta secarse, en las cuerdas frente al mar, con raídas levitas de "caballeros de fortuna".

Savannah de noche es fantasmal. Líquenes cuelgan de los árboles, como manchas. Muelles y casas mohosas. La humedad del sur la envejece, le ensucia las paredes. Su luna es la más grande luna del Atlántico, ella y la línea de mar.

Música de banjo suave; casi sale del piso. Allí, en un bar -como en Buenos Aires- el "proletariado insomne" de Drieu La Rochelle se cuenta sus penas con fervor.

Regresan los pescadores. Traen carga de tiburones tigre, pequeños y feroces. La mañana se abre en la chispa de los cuchillos que afilan los vendedores de pescado.

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 11/02/1992

Imagen: The City and Harbor of Savannah, Georgia, 1883, by J. O. Davidson.

Tuesday, September 23, 2014

El pozo/MADRID-COCHABAMBA (Cartografía del desastre)

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

He almorzado con mis fantasmas, amablemente, con tenedor y cuchillo. El arroz estaba en punto; la salsa de habanero también. Hasta nos hemos pasado la servilleta y deseado las buenas noches.

Soñé que el poncho de mi padre, que fue de su padre y que para Emily será del suyo estaba en el congelador. Desperté y lo busqué. Cierto. Extendí su campo gris con bordes blancos, tejido en kaitu diminuto. Entre sueños y fantasmas me he acostado. El sol brilla ahora sobre los troncos cortados de los árboles llorones de corteza clara, en el hemisferio norte con augurio de invierno.

Cochabamba vaga por mí como si fuese yo la herradura. Trepan las mulas por los costados y siento el retumbo de la tierra con violines de cascajo. Entre eucaliptos, entre qhewiñas que a manera de gárgolas se asoman al valle abajo.

Había una chichería en Tiquipaya. La calle no me acuerdo. No tenían nombre las calles. Vid enroscada en molle. Pendón rosado y clavel blanco. Casi postal de bucolismo cochabambino, con cántaros enterrados quince centímetros en el suelo, igual a Illataco, con intención de mantener la chicha fresca.

Jugando al sapo. Pesados tejos de plomo. El batracio que parece croar, subido en pedestal de madera. Primero asoma la tarde. Las uvas toman ese sol de costado, así besaba Judas al crucificado. Los vasos se suceden. La chicha de entrada viene buena, después mala, tercero asquerosa, cuarto ya no importa y en el crepúsculo se acalla la música de los tejos acariciando los labios del sapo. Hay una mesa, grande, con un mísero foco caído desde un cable que imita una serpiente famélica. Alrededor discutimos, cantamos misk’i imilla a ritmo de rocanrol.

¿Había mujeres en aquella chichería de Tiquipaya en una calle sin nombre? Seguro que sí. Ellas ponían el perejil al picante y algo de sosiego en las tragedias que nos inventábamos. Era chic ser maldito, y luego poeta. Les gustaba: una pizca de Marx, otra de Malraux, y, para terminar, y acabar amamantando de un pezón sobre el que moría el sol, un verso mal traducido. Para entonces la chicha ya olía a mierda, sabía a mierda. El pendón rosa estaba dormido. La patrona redonda como repollo dormitaba. Canes delgados buscaban sobras, como si nosotros los pobres fuésemos a dejar nada, a no disputárselo a los perros. Noche cerrada. Ni siquiera brillaban los dientes, o los ojos. Cosa de somalíes esa, de congos, de mandingos… los mestizos no brillamos, de día somos marrones, más tarde opacos.

Un vaso de metal con agarrador, aluminio -creo-, raspaba el fondo de los cántaros para aprovechar la borra. Nos la entregaban, aguada, con chorro de alcohol blanco para satisfacer la sed aunque debiéramos decir hambre. La guitarra tenía las cuerdas inflamadas, tripas de chorizos tarateños. Dedos, uñas, hasta la boca que chupaba la teta de la pietá, gesticulaban, se movían de forma extraña. Rac, rac, la borra no fallecía, se reinventaba. La necesidad abría braguetas, allí mismo, y desde una linga flácida se derramaba orín. Bucolismo cochabambino… en la oscuridad se habían borrado fronteras, nombres, amores, amistades. Soliloquio colectivo.

No sé cómo, pero lo hice, me levanté y me dirigí al cartel que rezaba baño. Sin puerta, un corte rectangular en una pared. Tropecé con un promontorio sin prestar mayor atención. No había canales de azulejos para mear y ver correr el líquido en medio de carnes y zanahorias. Solo un gran círculo en el piso. Creí era eclipse total y caí en cuenta de mis falencias astronómicas. Sobre la boca, un madero, no de pino porque es blando. Otro. Dos metros de largo y treinta centímetros de ancho. Un puente colgante al menos tiene de dónde sostenerse, hay costados de soga. Este no. Pienso ahora en Krakauer, en los alpinistas del Eiger, y no se hubiesen animado allí. Lo que es peor, porque alguna luna brillaba, es que abajo, a unos metros en la profundidad, algo putrefacto de lomo espinado se movía. Hablaba en lengua gutural y en verdad creí que tragaba. Un ser tragando constantemente, sin pausa ni sincronía.

Retrocedí y volví a chocar contra el promontorio. Pero necesitaba cagar y eso exige por encima de cualquier amor y me decidí. Avancé. Pensé en los cuentos de niño de la revista Epopeya, en Mungo Park y me lancé tambaleando. Bajé con dificultad los pantalones, ya ni tenía calzón, lo empleé antes, a la intemperie, para limpiar un culo que con semejante chicha se ensuciaba a menudo. El maizal quedó como una lavandería, seguro, al día siguiente, con tantas personas de tripas movidas.

El monstruo hablaba. Y saldrán a seducir a las naciones Gog y Magog… Había una chichería en Tiquipaya de la que ni recuerdo el nombre. Pero estuve allí, sobreviví a mitos más espantosos aún que los del escritor de Providence.

Mientras salía, no eran ni las diez, el bebé de una empleada gateaba hacia el eclipse. Pude lanzarme, detenerlo, agarrarlo, salvarlo. Pero la luna me tenía hechizado. El monstruo engulló, hubo un sonido satisfactorio y no vi al infante de nuevo. Gateé a mi vez hasta la mesa. Las chicas abandonaron; los amigos tenían la mandíbula caída sobre el pecho, babeaban. Estábamos derrotados pero el pozo engordaba, se cebaba de nosotros.
28/08/14

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Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur-Chuquisaca), 23/09/2014

Fotografía: Martín Chambi

Proceso de ablandamiento/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Siempre escuché que la papaya ablanda la carne. Lo repiten chefs y sofisticados gourmands ahora que la cocina se ha aristocratizado y convertido en fenómeno cultural de primera. Antes no importaba el anticucho, por ejemplo; ahora, abundan explicaciones sociológicas, económicas, étnicas del por qué de su presencia. Está bien, muy bien, no hay nada más esencial que comer.

¿Qué ocupa el lugar de la papaya en política? Dinero. Y para este proceso, llamado en Bolivia “de cambio”, no se necesitan calificados gourmets, bastan matarifes de afilada cuchilla y abundancia de efectivo. Sobando billetes en el cuerpo, no solo de los pobres, ablandan hasta el lomo más duro, que otrora se situaba geográficamente en el oriente. Caperucita seduce al lobo y no viceversa.

Sin embargo, no solo cuenta lo contante y sonante, lo inmediato y fácil de conseguir. No hay que llenar aplicaciones ni someterse a pruebas de capacidad. Una simple jura de lealtad, un simbólico lamer de nalgas al caudillo, suelen facilitar las cosas, aflojar las monedas. Al fin el pueblo boliviano es espantosamente básico, humanidad reducida a actividades de devorar y expulsar. La metáfora de la fiesta como síntesis de felicidad, y hasta de vida misma, ha hecho de nosotros multitud simple de conformar. Mesa puesta, alcohol escanciado, orquesta y mariconería de votos de amistad entre hombres, con arrumacos que incluyen besos, conforman el panorama perfecto. Y mano libre para golpear mujeres, que, a pesar de hematomas y heridas abiertas, si no mueren por la golpiza, son las que manejan la economía y las que mandan. Mientras más abajo el grupo social, mayor el fenómeno. En esas amplias polleras no muy aireadas y castigadas radica el futuro nacional, algo que no es nuevo ni invento del catalizador masista; viene de antiguo. En occidente, sí, y poco a poco hacia el este ya que el oriente como elemento autónomo ha cesado de existir. Una parte del trato por preferencias es la aymarización de llano y trópico. Invasión y revuelo de polleras, nuevos mitimaes (no del tipo rebelde sino acólito) con carga milenaria y moderna de ritos, santones, vírgenes, acullico, coca.., ideas preconcebidas y saber “popular” por encima de ciencia o conocimiento.

Decía que no es lo único. Otro aspecto clave está en el caos organizado, manejado desde el gobierno, que da carta blanca a actividades productoras de moneda, sin importar costo ambiental, para delinear una nueva clase amorfa de pillos y delincuentes, apostando que esta en retorno garantizará permanencia e incluso quizá eternidad (aquí entran en juego supuestas tradiciones, alucinaciones, con ánimo de conformar para esa realidad caótica una ideología y una casi religión más caóticas incluso) a los inquilinos del poder.

Superchería y engaño; circo y chicote, dorados por un aura que anula el razonamiento y hace de pensantes europeos tristes bobalicones y de una vil intelectualidad local un hampa literaria y periodística afín al desmadre. La tierra de Peter Pan, donde todo es posible e inmediato. Los saberes ancestrales no exceden ignorantes esputos de trivialidad, lugares comunes con bendición tatal (del tata, no del papa). Inmediatez, la gallina que pone huevos de oro. No importará que la paja en la que se acuesta la ponedora vaya secándose, que la estructura que la alberga comience a colapsar. Nada de eso, viva la fiesta si como por arte de magia hay manera de pagarla. Fiestas a todo nivel, desde la mínima con pífano y tamborita hasta la grande de jumechi y relumbrantes instrumentos.

Para eso se necesita un payaso, alguien que tome el controversial rol de bufón y amo al mismo tiempo. Todas las mitologías abundan en estos seres maliciosos y hábiles, desde la maya hasta la noruega, y, mientras existan, el mundo deja de ser lugar de equilibrio y se convierte en región de mareo: bamboleante, pendular, peligrosa.

Ablandaron hasta las voces. Sobre Bolivia prima el silencio cómplice de los intelectuales.
22/09/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 23/09/2014

Thursday, September 18, 2014

Linchar/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Without Sanctuary es un libro publicado el 2003. Sus páginas son fotografías de linchamientos. Testimonio gráfico de una época trágica en los Estados Unidos, hasta no hace mucho, donde la interpretación de la justicia estaba viciada de racismo, discriminación, incomprensión, obcecamiento.

No es que estos males hayan desaparecido de la sociedad norteamericana; es posible que estén escondidos bajo sutiles características que, al menos, nos privan de la brutalidad de antaño. De alguna manera, y gracias al sacrificio de hombres como Martin Luther King, ha habido sustanciales mejoras. El congresista negro John Lewis se pregunta en el prefacio qué lleva a un hombre a realizar actos de crueldad semejantes. Creo que hay muchas respuestas, e ignorancia es quizá la mayor de ellas.

La lucha por los derechos civiles no fue en vano. Se educó a un público reacio a aceptar una sociedad multifacética, a reconocer la vergüenza que significó el esclavismo. Sin embargo no se ha olvidado todo y, siendo un país de inmigración dinámica, los Estados Unidos continúan recibiendo gente de afuera que no pasó por el proceso de la brega por los derechos civiles. Eso implica la reaparición del racismo, la intolerancia. No es extraño escuchar a recién venidos judíos rusos decir que los "negros" tienen la culpa, que son lo peor, o a inmigrantes orientales despreciar el esfuerzo de la comunidad mexicana, o a esta misma crear epítetos denigrantes para la gente afroamericana y viceversa, sin contar la herencia "blanca" de desprecio que aún persiste.

John Lewis termina añadiendo que "Hay que prevenir para que algo así no suceda de nuevo". Palabras extrañas para un país como Bolivia, donde linchar se está constituyendo en una institución, en fiesta donde participan, en grupo y cobardemente, los representantes del "pueblo".

Nada más despreciable, abyecto, que la masa enceguecida de sangre, ávida de arrojar sus temores y frustraciones sobre el cuerpo de quien no puede defenderse. La culpabilidad de un crimen no es motivo para desdeñar el proceso legal, así mediadamente justo, donde las partes pueden alegar. Cierto que la justicia boliviana deja mucho que desear, pero no se justifica la ley por mano propia y en montón.

La lírica sobre justicia popular, comunitaria, ancestral, o cualquier patraña que los corruptos quieran inventar para satisfacer su ego y a su cohorte inmunda, solo va a llevar a caos tal donde la suerte puede volcarse sin lógica alguna, y que donde allí se quiso "castigar" a ladrones, violadores, homosexuales, negros, anarquistas, indios o lo que fuere, caigan todos, incluso sus voceros más chillones.
26/08/07

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 08/2007

Tuesday, September 16, 2014

Bestiario de la izquierda latinoamericana/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Jesús Santrich, el ciego de las FARC, posa de dandy sabelotodo y habla con displicencia en las conferencias de La Habana. Será enfermedad de radialistas o presentadores de televisión, starlets del mundo moderno, o no se da cuenta, quizá, dada su condición. Mentira, por supuesto que sabe lo que hace. Es solo un alivio que tipo semejante no esté en situación de poder. Ya hemos visto que este convierte a cocaleros en mandarines, o sienta a pésimas actrices dramáticas, pero hábiles felonas, en casas rosadas. Dilma, la mascota del sempiterno patrón Lula, se enoja –según una columna brasilera- que los sirvientes de palacio hablen en voz alta. Impiden con su insulsa cháchara de pobres los pensamientos de la nueva Carlota Joaquina, aunque aquella descollaba más que esta y no solo en los movimientos de cadera. Pues bien, encontraron fácil solución para los berrinches de la princesa: contrataron sordomudos.

Bien sabido que el falso indígena, falso mesías por extensión, maltrata al personal de servicio. A gritos e insultos y con el castigo ejemplar de despido, mantiene a raya en su intimidad a los trabajadores que jura defender. Valga recordar cómo la bizca ministra Suxo defendió el derecho de su hija a explotar en el extranjero a una paisana de menores posibilidades. Ya no se habló de eso, y la no muy transparente ¿aymara? seguirá con su empresa expoliadora y clasista. Los ricos nos merecemos todo, ustedes nada, dirá entre las sábanas de satín que no se sienten como el arduo tocuyo.

El siglo XXI cambalache… hay que actualizar el tango… muestra a una bestia medieval, dice que de los ayllus de algún lado, amenazando con chicotear a los que no voten por el patrón en la próxima farsa. Traduciendo, significa que en los benditos ayllus el voto no es secreto, porque para saber por quien se vota tendrán que mostrar la papeleta y un inmundo renacuajo malvestido de cacique velará por la unanimidad de su especie. Vamos bien, casi ya a nivel de Suiza. Y nos irá peor así abunden las alimañas como la mencionada, que a decir verdad y declarando brutalmente, no valen ni una bala.

A qué seguir con el soez teatro de la democracia boliviana que no existe. Lo mejor es que Morales se declare Inca y acomode a la ñusta real. Que se diga también eterno y afirme como le gusta hacer que Zeus era aymara y que Helena de Troya venía de Orinoca como su majestad, porque con algo hay que llenar vacías mitología e historia, la falta de monumentos de un pueblo que se afirma mayor a cinco mil años y que no fue capaz ni de inventar el tenedor. Carajo, al menos algo palpable cada mil años. Nada, en cinco mil han producido qué… Evo, Eva, el génesis recién, sin Adán y sin hoja, ni víbora porque se la comieron. Lo que el barbado hebreo se supone hizo en unos días, los achachilas lo inician en tonelada de siglos, pero, carajo otra vez, lo que escribo es puro racismo ya que el tiempo es categoría subjetiva. Comencemos a contar de acuerdo al reloj Choquehuanca ahora que el mundo solo tiene un dios y un amo: Evo. Qué sucederá, me pregunto, cuando se encuentre con el califa de Siria a mitad de camino. Alguien terminará descabezado.

Dicen que Máximo Kirchner habló. Un malintencionado Lanata afirma que el “nabo” al fin balbuceó luego de 37 años. Pero dispone de casas millonarias y de cocaína líquida, la mejor, Made in Bolivia, para inyectarse sueños de los que le priva una escasa imaginación. Este era el heredero de la Argentina y quién sabe, en el país donde el cornudo general Perón es todavía profeta, puede que sí. No lo entiendo, un pueblo que en teoría lee a Borges y a Cortázar y que no puede desligarse de aquel cobarde ni de su ave María putísima, Evita.
15/09/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 16/09/2014

Imagen: Bestiario medieval/Universidad de Cornell

Sunday, September 14, 2014

Acecho

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Tiro los dados. La mano izquierda juega con la derecha. Llueve. Tanto leer a Jorge Muzam y su ya mítico San Fabián de Alico, me parece que cada día llueve, aunque Colorado está casi al borde del desierto. Llueven meteoritos, cierto. En la noche caen cuando nadie los ve, sobre las tierras indias de la pradera, el cerro, mientras los animales, coyotes, zorros, mapaches, mofetas, ciervos, algún puma perdido o un oso negro desterrado y yo, subimos y bajamos las cuestas de Aurora, en intrincadas callejas y callejones sin salida. 

Se huele el invierno en el otoño. He aprendido a leer en los árboles, a reconocer los ojos que brillan en esta mixtura de concreto y vegetales. Paseo por la oscuridad; observo que no soy el único. Además de los mamíferos, las volutas de aire frío movidas por el viento suelen moverse como seres vivos. ¿Está vivo el aire? Toma a ratos forma de mujer a ratos de fantasma o de mujer fantasma. Me cuesta atravesar los baldíos con mis zapatos "de vestir". Siseos que pueden ser brisa o cascabeles, víboras bajadas al azar desde las mesas, esas montañas achatadas que se miran en Golden, casi saliendo hacia Boulder.

Leo sobre el Turquestán, sobre el reino de Quito, sobre los indios de Huayculi. Abro y cierro las persianas según pase o no pase la gente. Stalker, el mirón. Es que si quieres sacar material para un personaje de tus ficciones nada mejor que observar cuando no se dan cuenta. El ser humano deja de existir y comienza a actuar si se sabe observado. Aprendo de los animales.

Una zorra de pelaje rojo y cola de punta blanca se mete entre los brezos. Si escuchas su grito sin saber de quien proviene te pensarás en otra dimensión, jurarás ser parte del más allá, sentirte privilegiado. Pero es una zorra y su lamento estremece. Como un niño, o una hembra, atenazados por el horror.
2014

Saturday, September 13, 2014

Los niños de Theresienstadt

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Theresienstadt era el nombre del campo de concentración alemán en la ciudad checa de Terezin.

Terezin, villa de Bohemia, tenía 4000 habitantes. Cuando llegaron los nazis, evacuaron a la población y usaron el pueblo como ghetto amurallado para los judíos. Estos venían de Alemania, Austria, la misma Checoslovaquia, Dinamarca y los Países Bajos.

Allí concentraron 15000 niños. Muchos murieron en el lugar; otros fueron desplazados al campo de exterminio de Auschwitz.

Trenes que no son tales sino hileras de dolor. En la hermosa Bohemia abundan uniformes negros y grises, puertas de vagón cerradas con sollozos en su interior.

Queda el recuerdo, fiel martillo que nos veda la alegría. Sobre las paredes del ghetto, los niños dibujaban. En sus trazos hay manos entrelazadas, soles, lunas y ríos. Flores, como si la cárcel fuese prado. En su eterna memoria, un niño ha pintado a otros dos jugando a la pelota. Ninguno recordó a los guardias; no hay muertos en los dibujos. Los niños de Theresienstadt vivían en sueño. Los hombres tampoco creían en lo que sucedía, no estaban acostumbrados.

Hoy, en El Salvador, los niños pintan a sus madres degolladas, aviones que lanzan muerte desde el cielo, soldados que matan.

En Terezin, así era su nombre, los niños continuaron su infancia. Entonces no sabían. Ahora sabemos todos y los pequeños ya no estampan sus sueños en las paredes sino sus pesadillas.

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Publicado en PRESENCIA LITERARIA (Presencia/La Paz), 12/01/1992

Imagen: Dibujo de Helga Weissova-Hoskova, sobreviviente de Theresienstadt

Tuesday, September 9, 2014

El estado pachamámico/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Anoche vi hablar a un cacique de la etnia wichi-mataco argentina. El hombre llevaba una chalina con colores de la wiphala. Este elemento, invención de románticos de izquierda bien apoltronados en Europa, se ha visto hasta en manifestaciones previas a la elección chilena; incluso la propaganda política de Bachelet lo mostraba. Buen señuelo para indios, hoy por hoy quienes generan y mantienen prestigio para los nuevos oligarcas, llámense Kirchner, Morales, Correa y resto de ese conjunto de travestidos rebeldes. El discurso de supuesta defensa de pobres, minorías y etnias olvidadas, abulta las cuentas bancarias de los peores traidores de la historia americana. Eso, siguiendo la tradición del 1910 mexicano, bastaría para acomodarlos en el paredón. Pero todavía seduce.

Aunque es obvio que lo indígena para los nuevos ricos es secundario, siguen manejando una retórica que aún gana adeptos. En Bolivia los ganan por el dispendio en limosnas y premios de dineros bien y mal habidos, sobre todo estos últimos, y afuera por la atávica estupidez de las izquierdas gringas que se lo creen todo, o lo quieren creer y cierran los ojos ante el descalabro fascista, el único fantasma que se desliza por la siempre triste y siempre tonta geografía nuestra. Chávez nuestro que estás en los cielos… parece broma.

El indio, esa comodidad, escribí alguna vez. Para ello me nutrí de las historias de mi padre que se extendían por generaciones y que hablaban, en un entorno familiar, de la incomprensión del “blanco” o del mestizo hacia el nativo de estas tierras. Error fatal, el de los “abuelitos”, y antes de conquistadores y colonos, de explotar al indio e impedir la participación de una población mayoritaria en la vida nacional en igualdad de condiciones. Lo estamos pagando ahora y por largo tiempo. El vómito masista resulta de allí, entre otras cosas. También hay que mostrar en su prístina vileza a un personaje: el doctorcito altoperuano, causa de grandísimos males y cuya presencia ha crecido en casi doscientos años de supuesta independencia. Basta recordar, ya que ahora se habla de un futuro filme, la recua de lameculos ilustrados que rodeaba a los consultores gringos de James Carville para inventarse una presidencia. Nada ha cambiado, desde el Olañeta aquel hasta estos intelectuales de carnosa lengua.

El idilio del falso Estado Pachamámico puede, gracias a los fracasos históricos, extender su vida todavía. El concepto ha superado con creces una realidad donde no se percibe cambio estructural alguno. El intercambio de patrones jamás significó progreso, no si se siguen perpetuando taras que son las que a la perfección manejan la idiosincrasia de un pueblo animalizado por alcohol y hoja sagrada.

La coca tuvo su importancia económica. Hoy hay que destruirla porque solo genera úlceras con afán de republiquetas para arbitrio y agosto de la peor multinacional, la de la droga. Así como a la parafernalia de “tradiciones y justicias comunitarias” que apenas viven en la afiebrada y pútrida mente de los aprovechadores. Lanzar la recua a la matanza, o la amenaza de hacerlo, apuntala al gobierno actual y atemoriza a los opositores. Se escucha una verborrea fundamentalista que los acerca al hoy espantoso y célebre Estado Islámico. Algunas ideas concuerdan, ambos añoran un pasado de obscena verticalidad, medioevo, oscurantismo. Difieren en la práctica pero únicamente por distintas circunstancias. En espíritu son iguales, aunque sabemos que pecan de embusteros y que no ejercen sus reglas con ellos mismos. Habrá que lidiar con la parte que nos toca en condiciones acordes a como se presente, porque para los de allá, el EI de Siria e Irak, la solución tiene que ser inequívoca: no prisioneros.

08/09/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 09/09/2014

Sunday, September 7, 2014

Alexandrinos

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La noche viene la luna oscura
Tú estás de pie
Y te comento en los labios una canción
Te la repito lado a lado
En los labios
Brillándola con mi saliva
Peinándola con el pelo de mi boca
Y con ella también con la boca
Y ojos que te quieren más

***

Teclean esos músicos las horas
Mientras te escribimos
Yo el calor y el preludio de crepúsculo
Tu ventana abierta y la mía
Sólo las notas nos acercan
Hoy que no hablamos
Olvidados de besar

***

No sabes de mi máquina de escribir
De mis dedos no sabes nada
Sólo de un miedo que te hace analfabeta
Que te impide leerme
Y pierde mi tiempo

***

Te haría un verso hermoso como un ladrillo
si fuese albañil
No sé más que escribir
Mis ladrillos imaginarios no construyen casas
no tendrán antigüedad
no serán ruinas

***

Creo que la lluvia nace en tu ventana
arriba que echas desde allí las gotas
y así las miro yo
y deseo tanto subir a acariciarte
con las húmedas manos que me hiciste
al lloverme
Sé que caminas encima mío
reconozco tus dedos
mientras repito mi dolor
reloj que suena a medianoche
y a mediodía suena

***

Se termina la página
Reducir mis poemas no me importa
Todo sería anotarte
recostada
con mi boca hundida un poco
en donde te crecen las aguas

1989

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Publicado en Pueblo y Cultura (Opinión/Cochabamba), 14/05/1992

Imagen: Egon Schiele/Muchacha con pelo negro

Thursday, September 4, 2014

Constanza

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Día de pálido reflejo crepuscular.

Tendido en el gigantesco y curvado espejo de las aguas las contemplo. El corazón descansa como piedra hundida en el cieno. Rodeado de vegetación pienso que si no existe este lugar, lo invento. Mi crisol alquimista recibe pino y musgo y trozos de cielo mezclados con lunas. La vida fluye de un manojo de cabellos rubios, ventosos. Invento el lago de Constanza en cuatro minutos, sudo un quinto y creo un sexto para dormir.

Levanto en las orillas una casa grande como pulgar. La pueblo y observo crecer los pétalos. Un amarillo se posesiona del mundo con esperanza y aflicción. Un hechizo te recuerda.

Los escalones descienden tras tus pasos. Eres dueña del número. Si tocas el último caes, desnuda y frágil, en la espuma de mis brazos.

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De ACRACIA (Nispa-Ninku), 15/05/1986

Foto: Lago de Constanza

Tuesday, September 2, 2014

Califas, mallkus, dioses/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

A fines de los ochenta, un viajero tomaba un tren chino hacia el Turquestán. Destino: Kashgar, la mítica ciudad uigur, a orillas del desierto al que se entra y nunca se sale, el Takla Makan. Ya habrá tiempo de dedicarle unas líneas al precioso libro de Stuart Stevens Night Train to Turkistan; ahora solo nos fijamos en un detalle utilitario.

El coche comedor, tan congelado en su interior como el frío afuera, burdo y pretencioso según se presentaban los socialismos de entonces, tenía al lado de cada mesa un lema: SERVIR AL PUEBLO. Esa patraña, infundio fútil de la dictadura asiática, continúa hoy, veinte años después, arrollando las libertades en el mundo. Se la utiliza con la misma brutalidad y falta de imaginación en la resaca boliviana de las izquierdas, con un supuesto teórico marxista (gente fácil para el mito, los bolivianos) que la avala entre comillas. Si hubiese que ubicarlo en un contexto, diría que el tal sabio es a Marx lo que Corín Tellado a Cervantes.

El lío está en que el hambre, la desocupación, hasta la idiosincrasia en gente que ha sufrido esclavitud y atraso por siglos, convierten a los hombres en presa fácil de un discurso que se presenta con serpentinas y frijoles. A nada, siempre es mejor algo, y, en el inconsciente colectivo se aferra el pecado de creer que de una manera u otra debe existir quien mande. Gente que desconoce lo horizontal y clama por verticalidad, el chicote del amo y la lengua sobre él.

Observo en televisión a un barbado califa, el mandamás del grupo ISIS que tanto da que hablar en el momento, maldito sea su nombre. Discursea en Irak, tierra tomada. Detrás suyo hay un ventilador eléctrico, porque hasta al califa se le sobrecalientan los huevos. Lo paradójico es que individuos semejantes, que reclaman el retorno del oscurantismo, se sirvan de elementos occidentales (ventilador) para sus fines. ¿Por qué no poner, digo, a un par de negros desnudos agitando hojas de palma? Falta coherencia. El discurso sale fácil, la retórica se amolda con soltura a la estupidez, pero los hechos difieren del verbo.

Mírese a los boligrandes y a los bolichicos de Venezuela, nadando en oro. Cada día salen a luz desfalcos inconmensurables y se sabe que los adalides de la revolución invierten justo donde no debieran… en el imperio. A los pobladores: garrote y harina pan previa identificación dactilar, mientras los jerarcas cuentan dólares con máquina porque no les alcanzan las manos. Esos, los facinerosos socialistas del siglo XXI, ponen la figura del payaso Chávez al lado de Bolívar. Llegará el día en que habrá que exhumar al muñeco de cera y fusilarlo en público para escarmiento. Luego tirar la inmundicia a los perros.

Servir al pueblo. De esto se le inunda la bocota al cacique local, la estrella de Orinoca, el sempiterno futbolista número diez de la selección mundial. Chivito preñador. Decía Navia en una crónica, que las putas de Chapare definían a Evo Morales como “culeadorcito” pero amarrete. Ahora tiene más para gastar y dudo que alguien le cobre. Su estatus de gallo va en pos del cetro que aún detenta Rafael Leónidas Trujillo en el infierno. Emula a Stroessner (léase a Leandro Mazzini en Coluna Esplanada) en sus trampas “democráticas” y es el niño mimado del Fondo Monetario Internacional; adalid del capitalismo salvaje que no reconoce fronteras, derechos humanos o laborales, y que destroza el medio ambiente con ferocidad de enemigo.

Sean el barbón de Irak o el barbón de la isla, los calvos Putin y Lukashenko, o el lampiño nuestro… califas, mallkus, dioses vienen del mismo costal: metafísica para las masas, el dinero es nuestro.

Burda como el tren chino camino del fin del mundo, Cristina Kirchner ríe a veces -hiena- y llora también, porque la ternura de servir al pueblo, alimentar a los pobrecitos, hace llorar.
01/09/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 02/09/2014

Imagen: El "califa" Baghdadi