MAURIZIO BAGATIN
“Si la literatura tiene un sentido, en una
realidad cada vez más caótica, es que al menos alguien ve y entiende que diablo
está ocurriendo.” - Hanif Kureishi -
Sí, lo sé, es solo rock and roll, pero me gusta…
Un hilo conduce
la trama, parece el puente de plata que pudo unir Bolivia a España, hoy a
distancia de muchos siglos y bajo muchas ruinas, es el rock… escucho Joni
Mitchell, Blue… ella, tan sensual,
pintora y voz de la noche, pinceladas por un Pollock urbano: “Todo el mundo está diciendo que el infierno
es el más moderno camino a seguir…”. Y llega un grito, lo leo en
la poesía de Ginsberg y lo veo en el cuadro de Munch, lo escucho en el grito de
Demetrio Stratos, un chillido capaz de alcanzar 7,000 Hz con su voz.
Mudo
es el mundo. De oro es el silencio. El hilo
conductor es el kaluyo, que es rock, andino, pero rock al fin.
Pantagruélicas comidas y atroces muertes… una de Lou Reed, tal vez la
divina Perfect day, y otra de
Marianne Faithfull, seguro Sister
Morphine, y perfumes, aromas, mierda y rosas, olores para todos los
sentidos. Ciudades que son matrioshkas, una encierra otra, y otra que encierra
otra y otra, al infinito: un Lazarillo de Tormes y un fantasma, miles demonios
de la puta vida que nos tocó, a pesar de, o por suerte, vivir; borrachos
adornados con perejil y ajo, taxistas para nada Travis, putas, rufianes. Toda
la prosa urbana que recuerda lo que fue una ciudad. Y sexo, el sexo apresurado
y adolescente, maduro y traidor, el sexo siempre imposible. Amor encadenado al
destino: una película de Almodóvar con músicas de Grateful Dead… un relato de Víctor
Hugo Viscarra con toda la psicodelia de Hendrix, sí de Jimi Hendrix… Danger in the dark with charango…
Vida y muerte.
Vivos y muertos. Libertad y esclavitud. Neil Young entra al Winterland Ballroom
con su versión de luna de miel de Helpless en el pathos Cult, The Last Waltz y canta, toca divinamente
su Gibson y sonríe, el pavo frío está
ahí en su espalda, en su cuerpo… el rock es la ciudad, sus infinitas
transgresiones… una poesía de Baudelaire y una barricada parisina, la reforma
de Haussmann y luego la modernité… vicios
y voluptuosidades. London calling. Amor y odio,
opuestos históricos, Caín y Abel, alma y cuerpo del hombre. Anarquía. A veces, nobleza, otras muchas
veces, miseria. Siempre polis, ciudades consumidas, escombros de historia,
fracasos y logros, perversiones y bellezas… unas flores sembradas en el
asfalto.
Madrid-Cochabamba, una ciudad es la Finis terrae, la Ultima Thule,
todo lo vivible, todos los insoportables mapeos de todos los desastres humanos.
Lo insufrible y lo indigerible. Una catarsis.
Es aún la Muerta ciudad viva
que no quiere y no puede deshacerse de sí misma, una metamorfosis y un
relámpago de luz… un sueño y una pesadilla; es burocracia y corrupción,
herencias coloniales y viveza criollas. Periferias pobres de miles riquezas, el
k’epiri, el indio y el invasor… un libro cerrado y otro aún abierto: millones
de palabras en busca de un destino, un esperanto en búsqueda de una Babel
humana, de su luz y de sus sombras, en búsqueda de la noche. Dance me to the end of love.
Es Goya y es
Zurbarán… tierra y libertad. “Muchos
creíamos que después de Alemania los aliados atacarían España para defenestrar
cualquier rastro de extrema derecha. Pero los aliados se cagaron en España,
cosa que habían hecho todo el tiempo, por demás. Y Franco tardó en morirse
cuarenta años” (Santiago Roncagliolo). Es
el paso del tiempo, con todos sus sistemas de frenos, que a veces enreda los
nudos de la existencia en lugar de disolverlos de la misma verdad: todo es una
ocasión única y la réplica no siempre está prevista.
Ya digo, es solo rock and roll, pero ¡cuánto me
gusta!
Abril 2019
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