Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Algunos
cafés de Mariupol, costa del mar de Azov, conservan un aura melancólica. Construida
en tierra de nadie por guerra constante, degollina entre cosacos, turcos,
tártaros, lituanos, rusos y polacos, está otra vez bajo el asedio de otro poder
imperial. Un zar de escasa estatura, que combate esa deficiencia con tacones
altos como beatnik de los años 60, y que decora cara y culo de sus casi 7
décadas con botox, quiere ser dueño del mundo. Le faltan bigotitos hitlerianos
al rostro redondo y lampiño. La calva no le presta el porte que desea tener
cuando da pervertidas lecciones de historia. Que se saldrá con la suya…, muy
posible. El “oeste” va desde ingenuo a imbécil al respecto. El costo será
imposible de superar si permiten que el engendro medre y medre más.
Leo que
cuando los rusos a través de la invasión reúnan Crimea con el continente, por
encima de Mariupol, el mar de Azov pasará a ser un “lago ruso”. Sigo el mapa: a
la izquierda del oblast del Donetsk están las tierras de Majnó, muy cerca de la
frontera, el hombre que guió al Ejército Negro, o Ejército Insurreccional de
Ucrania, contra la perfidia blanca y la soberbia roja. Vladimir Putin teje su
propio pretérito, el que le conviene hoy, obvia que en la plaza mayor de Kiev,
donde se encuentra Santa Sofía, no se levanta la estatua de Pedro el Grande o la
de Iván el Terrible sino la de Bohdan Zynoviy
Mykhailovych Khmelnytsky, Diosdado
Zenobio Mielnitsky, atamán de los cosacos zaporogos de la Sich en el gran
levantamiento de 1648 que fundó el país. Olvida Putin que desde el siglo XV
Crimea fue tártara. El kanato de Crimea, sujeto a la Sublime Puerta, dominaba
la península y sus raids al interior eran sanguinarios y permanentes. Fue
Stalin, el año 44, que los deportó a las repúblicas del Asia Central con gran
costo de vidas. Genocidio que los tártaros recuerdan como el Sürgünlik, el
exilio. Ni hablar del Holomodor, la muerte por hambre de millones en la
llanura ucraniana. Este sujeto, el nuevo emperador, que tambalea sobre tacones
que cargan su dudosa y breve hombría, ha decidido reformar narrativa y geografía.
Ucrania resistirá; siempre lo ha hecho. Me impide, supongo, continuar con los
planes que tenía de mayo, junio y julio en Ucrania. Solo porque a un
autonombrado semidiós le cae en gana. Una dum dum solucionaría el asunto y
podría ir a regodearse con Himmler y Pablo Escobar en el averno.
Cierto que Crimea fue “regalada” a Ucrania en 1954 por Nikita Khrushchev.
Eso no cambia nada.
Esas costas de los mares Negro y Azov tienen ciudades que acogieron en su
suelo a antiguos griegos. Con mucha vegetación por un clima más benigno. No
extraña que Odessa tuviera judíos de sangre caliente, que la Moldavanka fuese
barriada prohibida para la ley. El sueño puede ser tan sencillo como tomar
confituras de chocolate con café en una terraza de Mariupol. Pero a los sueños
los destruyen tiranos; al Paraíso lo infecta Dios.
Quizá, por ahora, no logre tomar un barco que me lleve desde Odessa a
Mariupol, que de allí, después del café en un entorno de belle époque, tome un
autobús hacia la majnovshchina, a Huliaipole. Quiero una foto con la estatua
dorada del batko, como llamaba el pueblo a Néstor Ivanovich. Luego veré; a los
rápidos del Dnieper, a Zaporizhzhia… Putin será otro demonio caído, aunque se
retrasará a los calderos del infierno con tacos semejantes.
22/02/2022
_____
Imagen: Caballería del Ejército Negro
No comments:
Post a Comment