Tuesday, February 22, 2022

Viaje al infierno


Claudio Ferrufino-Coqueugniot
 

 

Algunos cafés de Mariupol, costa del mar de Azov, conservan un aura melancólica. Construida en tierra de nadie por guerra constante, degollina entre cosacos, turcos, tártaros, lituanos, rusos y polacos, está otra vez bajo el asedio de otro poder imperial. Un zar de escasa estatura, que combate esa deficiencia con tacones altos como beatnik de los años 60, y que decora cara y culo de sus casi 7 décadas con botox, quiere ser dueño del mundo. Le faltan bigotitos hitlerianos al rostro redondo y lampiño. La calva no le presta el porte que desea tener cuando da pervertidas lecciones de historia. Que se saldrá con la suya…, muy posible. El “oeste” va desde ingenuo a imbécil al respecto. El costo será imposible de superar si permiten que el engendro medre y medre más.

 

Leo que cuando los rusos a través de la invasión reúnan Crimea con el continente, por encima de Mariupol, el mar de Azov pasará a ser un “lago ruso”. Sigo el mapa: a la izquierda del oblast del Donetsk están las tierras de Majnó, muy cerca de la frontera, el hombre que guió al Ejército Negro, o Ejército Insurreccional de Ucrania, contra la perfidia blanca y la soberbia roja. Vladimir Putin teje su propio pretérito, el que le conviene hoy, obvia que en la plaza mayor de Kiev, donde se encuentra Santa Sofía, no se levanta la estatua de Pedro el Grande o la de Iván el Terrible sino la de Bohdan Zynoviy Mykhailovych Khmelnytsky, Diosdado Zenobio Mielnitsky, atamán de los cosacos zaporogos de la Sich en el gran levantamiento de 1648 que fundó el país. Olvida Putin que desde el siglo XV Crimea fue tártara. El kanato de Crimea, sujeto a la Sublime Puerta, dominaba la península y sus raids al interior eran sanguinarios y permanentes. Fue Stalin, el año 44, que los deportó a las repúblicas del Asia Central con gran costo de vidas. Genocidio que los tártaros recuerdan como el Sürgünlik, el exilio. Ni hablar del Holomodor, la muerte por hambre de millones en la llanura ucraniana. Este sujeto, el nuevo emperador, que tambalea sobre tacones que cargan su dudosa y breve hombría, ha decidido reformar narrativa y geografía. Ucrania resistirá; siempre lo ha hecho. Me impide, supongo, continuar con los planes que tenía de mayo, junio y julio en Ucrania. Solo porque a un autonombrado semidiós le cae en gana. Una dum dum solucionaría el asunto y podría ir a regodearse con Himmler y Pablo Escobar en el averno.

 

Cierto que Crimea fue “regalada” a Ucrania en 1954 por Nikita Khrushchev. Eso no cambia nada.

 

Esas costas de los mares Negro y Azov tienen ciudades que acogieron en su suelo a antiguos griegos. Con mucha vegetación por un clima más benigno. No extraña que Odessa tuviera judíos de sangre caliente, que la Moldavanka fuese barriada prohibida para la ley. El sueño puede ser tan sencillo como tomar confituras de chocolate con café en una terraza de Mariupol. Pero a los sueños los destruyen tiranos; al Paraíso lo infecta Dios.

 

Quizá, por ahora, no logre tomar un barco que me lleve desde Odessa a Mariupol, que de allí, después del café en un entorno de belle époque, tome un autobús hacia la majnovshchina, a Huliaipole. Quiero una foto con la estatua dorada del batko, como llamaba el pueblo a Néstor Ivanovich. Luego veré; a los rápidos del Dnieper, a Zaporizhzhia… Putin será otro demonio caído, aunque se retrasará a los calderos del infierno con tacos semejantes.

22/02/2022

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Imagen: Caballería del Ejército Negro

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