Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Hace una semana,
la prensa dio a conocer la noticia del “descubrimiento” de un pueblo
narcotraficante cerca de la frontera con Chile. Uno de tantos, porque Bolivia
va en vertiginosa escalada de convertirse en el país donde más número de gente
común y corriente se involucra en el negocio. El sueño de la plurinación hecho
realidad, al arbitrio de caciques y todo tipo de patrones, con feudos que
semejan microestados dentro del conjunto mayor y la espeluznante sumisión
andina a la autoridad, servilismo que viene desde muy atrás. Al fin llegó la
revolución, dicen, el alza de los caídos y desheredados. Exaltación de la
estulticia y la mugre, donde el fin no es el idílico y tonto ideal igualitario
del de Tréveris, Marx, sino hacer dinero a más no poder y a cualquier costo,
para malamente imitar a los contrarios, el borrascoso imperio que flota en
algún lugar del norte, como Última Thule, que sirve de pretexto a los vivillos
en palacio para llenar las arcas propias a niveles insospechados. Total, la
destrucción de lo que fuera una república no le interesa a nadie. Los
iluminados van comprando su futuro, invirtiendo en el capital para una holgada
vejez.
En este pueblo
“originario campesino”, según tildan los mediocres teóricos de un inexistente
cambio a cualquier cosa que lleve sombrero y abarca -españolísimos elementos
además-, se encontraron en un templete mestizo imágenes y quince quirquinchos
(Chaetopractus nationi) muertos envueltos en serpentinas, dólares y moneda
nacional ¿o la moneda también es plurinacional? Esta especie está considerada
en peligro de extinción, y resulta que son los mentados defensores de la madre
tierra los máximos depredadores de un suelo y una fauna violados hasta el
cansancio. Ya acabaron, y se debe a los dudosos ritos aymaras, con el gato
andino (Leopardus jacobitus) y ahora van por otra, en extraña mixtura de quién
sabe qué antiguas remembranzas, cristianismo, fetiches, capitalismo y fiesta.
Esa paja de la Pachamama no me la creo, que si uno arroja un par de monedas de
oro en medio del poblado, los pachamámicos se lanzarán encima, olvidando su
falsa afición al terruño, con más énfasis que Aaron adorando el ídolo dorado en
el desierto.
Claro mensaje: al
diablo naturaleza, medio ambiente, unión del hombre con su entorno. Pura
bazofia capitalista. Lo importante está en rebuznar al unísono cuando pasa el
amo, y darle duro al expolio de lo ajeno, sobreexplotación descontrolada de
recursos, abandono de actividades agrícolas y sigue interminable lista. Acá no
se venera la Venus amorfa que nombran Pachamama; se venera el dólar. Lo visto
no es expresión de cultura ancestral, es cultura narco.
Sirve bien a los
fines de la política de gobierno que apuesta por este estado de cosas.
Pervierte los conceptos de revolución, de indigenismo. Se ha montado una
empresa multimillonaria, donde los obvios beneficiados se sientan en Palacio.
Lo que menos importa es Bolivia, aunque sacrificarla de tal manera tiene
límites temporales que tarde o temprano cobrarán factura. La cháchara de
eternidad en la silla presidencial del señor Morales da para risa. Lo ayudan
las características de la población, cierto, pero el dinero fácil se esfuma con
la misma rapidez con que viene si se carece de proyecto, y la tierra, allí
donde vive la doliente Pachamama, se agota. Quizá sea tiempo de pensar en un
Robespierre real, no tristes remedos, y afilar la guillotina por donde tendrán
que desfilar centenas, o miles, para resarcir al menos en espíritu un abuso
inenarrable. Así les pese a los cómplices de turno, los miedosos que no leen la
historia ni ven sus señales.
Mientras tanto,
viva la juerga de la plurinación, asociada y financiada por la transnacional de
la muerte. A ella le respondemos, siempre.
06/10/13
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Publicado en El
Día (Santa Cruz de la Sierra), 08/10/2013
Imagen:
Quirquincho, como aparece en el mapa de Alonso de Ovalle, 1646
Ferocidad muy bien sustentada, estimado Claudio, y qué bueno que alguien se preocupe de desmontar ese show multimillonario conocido como “proceso de cambio” y otras pajas teóricas que son un engaño al sentido común, a la moral y la historia. Fue una estampa surrealista ver las imágenes de ese pueblo perdido en mitad de la nada, donde parece que hasta los perros huyeron cuando la fuerza antidroga husmeaba por allí. Terrible, terrible. Hace poco el director de Digcoin fue denunciado por desviar coca incautada y por cobros indebidos a los vendedores legales de los Yungas, haciendo su vil negocio personal. Vivimos dentro de un estado delincuente. Y la última ocurrencia del cacique mayor fue ordenar a sus ministros y demás serviles funcionarios que deben trabajar el 50 % de su tiempo al servicio de la campaña electoral, a ese extremo llega la arrogancia y la desfachatez, encima teniendo que pagar todos nosotros ese “trabajo” de sus cortesanos. Ah, enhorabuena por la nueva novela. Saludos.
ReplyDeleteYa venimos machacando con esto por casi 8 años, José. Solo espero que no sea letra muerta. No podemos no indignarnos ante lo que sucede en el país en manos de esta gente, que bien asesorada por la para nada "izquierda" europea han construido un reino africano con un reyezuelo caníbal (porque devora Bolivia para engorde personal). Todo tiene su fin, que ni los achachilas andinos tienen poder ante la historia. De muestra basta Cajamarca. Gracias por lo del libro. Abrazos.
ReplyDelete"el presidente Evo ha llegado para cuidarnos y protegernos..Y nosotros tenemos q cuidarlo y protegerlo a él", ha dicho su canosa dama d compañia a la miríada d analfabetos q aplauden y aullan cuando les entregan canchas y mas canchas..Un Robespierre d verdad, urge y hace falta.
ReplyDeleteLucidéz absoluta, como habitual, estimado Claudio. Saludos cordiales.
Saludos, Achille. La vieja historia; poco ha cambiado por estos lares.
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