Claudio Ferrufino-Coqueugniot
So Long,
Marianne. Se escurren por los nidos de ratones los humos de la fiesta. El ron
que goteaba se ha secado y dejó mácula de caramelo. No soy el mismo del año
veinte, decía el poeta. No lo soy, ni del veinte ni del cuarenta; ni del
sesenta siquiera. La muerte gira alrededor, de fiesta. Nos codeamos, empujamos,
sonreímos. La muerte se divierte. Yo también. La muerte baila perreo con mi
sobrino Omar, mueve las nalgas lesbiánicas, agacha el torso y sube el culo.
Maximiliano sorbe desde su vaso de hielo marrón. Un limón se hunde como
torpedeado. Colombia y sonideras. La muerte baila perreo, luego se ajusta, da
vueltas y hace vueltear. Es la una de la mañana, marzo del veintitrés. Siento
cuchilladas en la espalda, matan a Rasputín; percibo que la rodilla izquierda
quiere hincarse pero no se lo permito, ni ante rey ni ante la nada. Dos
pistolas hacen fuego en mis sienes; vienen de Jan Saudek y de Zweig.
De pronto a
la Catrina, señora de las calaveras, se le ha dado por ska. Byron Lee and The
Dragonaires. En el Hotel Chelsea despido a Janis. Baja por la escalera justo
donde cuelga un José Luis Cuevas. Pero no era Janis sino Jenny aunque el
cabello de fuego, volcán de Colima y de Krakatoa, es el mismo. Tus vellos
escondidos tienen tono carmesí. Nunca manejes un automóvil rojo, me aconsejan
mis amigos criminales, llama la atención de la chota. Rojo a tu alrededor, rojo
alrededor tuyo, en donde nacen tus ideas y entre piernas igual. El bourbon ha
evaporado el cerebro y creado un mar de sangre. Ahí nado, pez de muerte que no
muerto, y penetro en el pasadizo de los mundos interiores para hallar tus
sueños. Luego descanso, imagino que te sientas al lado mío, te cubres con una pesada
frazada gris, de aquellas de soldados del Chaco. Vuelvo la cabeza y sonríes,
sin dientes ni labios, pero dices te quiero y trompetas de ángeles resuenan
dentro del apocalipsis.
So Long. Me
despido, de Marianne, de Janis, de Jenny y de ti. Aleluya, que ha llegado el
Señor. ¿El de los anillos, pregunto? Pagarás tu blasfemia. Ya la pagué al
principio del tiempo. Déjame que lleve mi nave hacia el Cañón del Sumidero y
que al salir hayan retoñado los molles. Distraje a la Muerte con un magnífico
semental, la engañé cuando hacía del baile del perreo un rito. Le arrebaté sus
muertos, los traje conmigo a pasear por el jardín de los membrillos.
16/03/2023
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Imagen: Michael Wolgemut/Danza macabra
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