Thursday, December 24, 2009

Nuevo café


Cochabamba no es París. Pero París no es Cochabamba. Y
todo lo que vienen contando aquellos que purgan su miseria
en la Ciudad Luz, que para ellos es ciudad sombra, un ir y
venir entre la ciudad Sí y la ciudad No, es casi siempre
mentira, invención, cliché. "Los cafés de París..."
comienzan su cháchara, y los mentados Deux Magots y La
Coupoule, etc, vienen a ser parte del mito de una época
terminada, cuando ser pobre y artista era pase libre a la
eternidad. La Coupoule no cuenta ya con la liviandad de
Jules Pascin ni la pericia intelectual de Ilya Ehrenburg;
ahora lo/la pueblan una recua de norteamericanos masticando
chicle y japoneses inclinándose. Por favor, entonces, basta
de envidiar o causar envidias y miremos la noche
cochabambina, con su cúmulo de hermosura, café en taza de
barro, luces mortecinas, humo, un público no francés -
positivamente mucho- y la general amabilidad de nacionales,
lombardos, sardos, brasileras y españoles.
No hay lugar para generalidades, sin embargo,
conversando de café, entendiendo café igual a conversación,
cerveza, tequila y flirteo también; así como presunción,
perfidia y silencio. Buenos Aires se caracteriza por
sofisticados espacios donde la pobre imagen de John Lennon,
ídolo caído y vendido en la sociedad de consumo, sirve de
fondo para pavonearse de pagar cinco dólares por una
pequeñísima taza de tinto. De qué sirve la magia de un
sitio orlado por la memoria de grandes hombres, si
finalmente un comerciante, cualquier comerciante vestido de
dueño, se aprovecha de aquel aura y la vende como si fuese
emparedado de atún. Hay que huirle, en verdad, a la fama...
Estados Unidos, con su democratizador aire de todos los
hombres son iguales, ha hecho del café común, donde any
individual puede tomarse, en vaso de papel recubierto de
cartón para no quemarse las manos, un líquido casi
incoloro...
¿1996? (Incompleto/inédito)

Imagen: Norbert Schwontkowski/Café Real, 2009

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