Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El deseo,
la esperanza, de ver al déspota salir corriendo. A donde fuere, después se verá
para retornarlo. Donde vaya, hasta a la Argentina de la mafia Kirchner, será un
segundón, de esos molestosos, a los que es mejor no tener. Nada raro que
cualquiera de sus “amistades” lo entregue a la justicia norteamericana, esa que
no perdona, de jueces calmos y drásticos, que tiran al Chapo a la soledad
infinita. Allí donde el que fuera rey no queda en nada, es un asco en sí mismo,
en la blancura de las celdas, todo blanco que daña la vista, sin libros, sin
televisión, con 5 minutos de paseo en solitario en un cuarto con techo de
cristal irrompible donde se ve un cielo que se va olvidando de a poco.
Allí se
destruye la mente. Se hace un vacío, nunca hay noche, siempre hay luz. Y todo
blanco, blanco, blanco angelical. Color blanco del demonio. Si el poder fue
absoluto también lo es el silencio. Hay gente, países, agencias policiales que
esperan solo el momento de la debilidad o la caída para agenciarse al chivo y
someterlo a la muerte en vida. No hay discursos altisonantes, no hay visitas,
ni madres ni primos, ni guardia siquiera. Un plato que aparece y desaparece.
Comida blanca, agua blanca, luz blanca, mullidas paredes albas que ni para
romperse la cabeza sirven. Quien mucho arriesga en la soberbia, arriesga más en
la desgracia. Cuando nadie está a tu lado, cuando la vida se ha hecho tango en
lenguas nativas. Ahí donde se pierde el orgullo y solo se quiere morir. Pero en
este caso es cuando la muerte quiere, no cuando tú quieras. Te arrebatan hasta
el derecho a tu propia vida. Ni día ni noche, ni reloj ni tiempo, ni manillas
ortodoxas ni otras que giran en sentido contrario. Lo peor es cuando los amigos
te echan a la jauría, para salvarse ellos. 14 años de gloria no valen los 30
que siguen de solitud sin voces. No valen nada. Fuiste muy estúpido.
Nadie sabe
lo que va a pasar en unos días en el país. Algunos lo saben. Otros dudan. Otros
desconfían. Los más, los secuaces de turno, los asalariados del poder se
cuestionan ¿y si nos equivocamos? ¿No será mejor hacerse a un lado, que se las
arregle solo? Son consecuencias de creerse emperatriz. Nadie compra seguridad y
menos cariño. Ni existe la mentira del campesino y del agro, fantasías prontas
a desaparecer. Como un lunar se agitan cuarenta mil cocaleros. Creen tener el
poder. Carecen de él. Están aislados, reunidos, juntos, pasto ideal para
castigos y venganzas. ¿Dónde han de escapar? ¿A la Chiquitanía? A las mafias
del narcotráfico poco le importa Evo Morales. Lo que hace él lo hará
cualquiera. El negocio va viento en popa y no es por el personaje de palacio
sino porque es el mejor negocio del mundo. Y en los negocios hay
eventualidades, cosas impredecibles. Lo saben y tampoco levantarán un dedo para
defender al dictador.
Lo que
muestra la situación, el hecho histórico del momento, es que el tirano está
solo. Tiene que obligar, pagar, amenazar para que lo defiendan. Contratar
sicarios. ¿A cuánta gente pueden matar? Hasta que los agarren y los descuartice
el pueblo. Queda el ejército y la policía. Pues, ya dicho, tendrán que analizar
si prefieren arriesgar su propia supervivencia o la del orate. Creo que la
decisión es sencilla: mejor nos salvamos nosotros. Si este tipo fue lo que fue,
que lo pague ahora; no es asunto nuestro.
Los dados
se han echado. Fue generala, hasta dormida en un juego de cacho histórico. Y
Evaristo perdió. Y el otro perdió. A correr, cabrones.
03/11/19
_____
Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 05/11/2019
Imagen: Christian Rohlfs
No comments:
Post a Comment