Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Abro un mapa que queda corto para Kharkiv, llega hasta Sumy y Kremenchuk. Trato de trazar a lápiz aquel viaje que hice en octubre de 2018 entre una ciudad y otra, entre Odessa y Jarkov, la antigua capital. Del Mar Negro a la casi frontera rusa, medio país hacia oriente. Entonces no usé un mapa y lo desecho hoy, no por inservible, sino porque aparte de unas cuantas referencias geográficas hablaré de gente, impresiones, recuerdo y memoria. El boleto costó 11 dólares.
El plan
consistía en explorar primero el este y en un par de meses inclinar las maletas
hacia occidente, a esa joya arquitectónica de Lviv y de allí cruzar a Polonia
en un detallado croquis histórico, paisajístico. Siempre la literatura detrás
de las alucinaciones. El oeste contaba con referentes sacados de la trilogía
histórica de Sienkiewicz (A sangre y
fuego, El diluvio, Un héroe polaco), también llevada al
cine de manera notable por Jerzy Hoffman, aunque los libros abarcaban mucho más
de lo que entonces era Polonia y buena parte es hoy Ucrania. Pregunto a mi
amiga Anna acerca de sus orígenes: ¿rusa o ucraniana? Polaca, responde, y me
avergüenzo de olvidar aquello que más sé sobre la región. Una polaca de
nacionalidad ucraniana en el noreste del país, en Sumy. ¿Cuántos siglos
mezclados en una sangre? ¿Cuánta mixtura de sangre en una ciudad y un nombre?
De trasfondo el dolor, viniere de donde viniere, siglos de dominación mongola, guerras,
espadas lituanas y flechas tártaras. El sultán con gran fanfarria aplasta el
polvo de los caminos. Así el zar y los cosacos errantes.
Rodaballos,
peces con dos ojos sobre la misma superficie plana. No puedo evitar pensar en
Günter Grass, en el voluminoso libro suyo con nombre de pescado. Lo leía en
1986, en los predios de detrás de la casa de la señora Lidia que todavía
lloraba a su hijo, Gonzalo Barrón, asesinado por los militares. Rodaballos y
otros peces secos, también frescos, colgados para mejor espectáculo y con
nombres en cirílico y los números que sí entiendo. Frutas. Pimentones. Granadas
rojas, cuarteadas, en gran cantidad, que dejan un reguero como de sangre cuando
levantan el mercado.
El mercado
de Odessa, a dos cuadras de mi hotel, podría ser el de la 25 de mayo en
Cochabamba. Hasta la estructura metálica interior, que en mi ciudad tiene el
mito de haber sido construida por Eiffel, se parece. Son lindos los mercados,
coloridos. Y los vendedores se parecen en cualquier lugar, y las caseras lo mismo. Fotografío, pido permiso que me
conceden sin problema. En Cochabamba saldría perseguido por cuchillos
carniceros. Allí hay desconfianza, miedo a la autoridad, temor de ser
descubiertos por quién sabe qué, sin descontar los embrujos. La vendedora de
api ocultará el rostro a la cámara, y si puede hervirá el del osado
fotografiador en la pasta guinda para venderla después, sazonada con tintes
canibalísticos.
Son lindos
los mercados. Los de Odessa sobre todo, con el mar Euxino que abre la puerta de
infinidad de mundos, colores y especias. Almejas cubiertas de queso caliente
derretido. Comida turca, en grandes tortillas delgadas enrrolladas. Puestos de
comida callejera, pollos al spiedo y piernas de chancho y costillares de
cordero. Los envuelven en papel y corro al hotel para, sobre la cama, mirando
noticieros ucranianos que no entiendo, devorar con gusto antes de que anochezca
y me vaya de excursión por la Moldavanka, de calles asesinas.
Cerca del
mercado está la estación de buses. Como pude, y como fuera, me hice entender
que quería viajar a Kharkiv. La única manera, será la centralización, era
partiendo de Odessa ir a Kiev y de allí al este. Sucedió lo mismo cuando llegué
en avión. Mi vuelo era Roma-Odessa, pero el avión paró primero en Kiev, luego
en Istanbul, de lo que no me arrepiento, para luego detenerse, ya de noche, en
el modesto aeropuerto de la hermosa ciudad. Todo pasa por la capital, en contra
de una lógica que indicaba el camino directo bordeando el mar, pasando por
Kherson. Pues recibí un ticket en papel y otro virtual, en chino para mí, para
este larguísimo viaje donde no había ni un solo extranjero ni nadie que hablara
inglés. Buses confortables sin ser lujosos, pero con internet incluida. La Red
en Ucrania es una de las más baratas del mundo. Mientras Odessa se desvanecía,
ya partiendo, aproveché para hablar con amigos por teléfono, intercambiar
textos, enviar fotografías y la emoción de aventurarse en el siglo XXI como si
fuera el XVII. Mal romántico, tal vez, o nunca me curé de melancolía.
En el
corazón, cierto, estaba el abandono de un amor de más de veinte años y una
búsqueda que con sus pinceles difuminó la pena y de ella hizo fogata, auto de
fe.
Casi no
dormí. Miraba las sombras de los árboles de la estepa. Estaba en tierras que
habían sufrido inmisericordes cabalgatas en la guerra de 1648, la que dio
independencia, a medias, a Ucrania, liberándola de Polonia. Pensaba en si por
allí anduvo la majnovchina, ya que estaba tan lejos de sus cuarteles generales
en Huiliapole, en tierras zaporogas. Luego vi que sí, que la sombra del
movimiento marcada en los mapas por momentos la hizo alcanzar hasta aquí. A
cabezazos fui viendo como sueño pueblitos y caballos. Todavía de noche llegamos
a Kiev, a una estación que El Alto de La Paz no envidiaría. Hay pobreza,
precariedad. En Kiev cambiamos buses. Comí. Nada como comer en estaciones de
paso. Escribir personales roadhouse blues. Y de noche. Chorizos con pepinillo,
tradicional.
Soñé que me
miraba un rodaballo y por su ojo caía el jugo carmesí de una granada. Lomo
rugoso y vientre liso y blanco. No lo probé porque no vi o no entendí que lo
ofrecían. Un día lo haré ya que pienso vivir en Ucrania un par de meses por año
de mi jubilación para viajar y escribir. Bajar por la Dobrujda y Besarabia
hasta el delta del Danubio. Supongo que hay licor de ciruela por allí, brandy
de ciruela de la Europa centro-oriental, slivovitz.
Y tanto
más.
Entre
Odessa y Kiev estuvo la oscuridad. Lo que vi fue de raciocinio y emoción, cosas
de la memoria leída que querían dar forma real a elucubraciones literarias. De
Kiev a Kharkiv el día trajo sin pausa y sin desmedro las páginas de literatura
rusa que infectaron amorosamente mi infancia. En aquel paisaje cabían todos:
Tolstoi, Andreyev, Gogol, Dostoievski, Gorki, Leskov. También Pasternak y
Ajmátova, Pilniak y Sholojov. Viktor Schklovski y Alexei Tolstoi, por hacer una
lista estrecha. Turgueniev y el bucolismo burgués de la propiedad rural. Por
cada rincón del país, además, andaba la calva del viejo Taras Shevchenko, el
poeta nacional, el de la plaza enfrente del rojo edificio de la Universidad de
Kiev. Como Pedro Domingo Murillo, también la cabeza de Shevchenko estaba cagada
por las palomas. Eso no disminuye a un hombre, es tan solo una nota visual.
Recuerdo
Poltava, por su significancia histórica. Allí terminó el poder de Suecia, el
pequeño país escandinavo que combatía tan lejos de casa, que creció de forma
asombrosa para su tamaño y fue actor de peso por al menos dos siglos a nivel
continental. Pedro el Grande derrotó a Carlos Gustavo en Poltava. Con el sueco
combatía Iván Mazepa, atamán cosaco que hoy está en el billete de 10 grivnas.
En Poltava vive Irina. Tiene ojos de gato azul.
¿Cómo
llamar las casas de los pueblos que atravesábamos? ¿Isba o dacha? La primera es
campesina. La cámara del celular no cesaba de guardar lo que la pupila no
conserva. Veinte mil fotos se acumulan en ese escaso rectángulo desde donde
hablo con seres reales pero a la vez con fantasmas.
Cuando el
bus doblaba hacia la izquierda, en un obvio barrio industrial, vi el gran
cartel: Xapkib. Estaba en la ciudad de mucha historia, de los combates de la
guerra civil, de tomas y retomas en la guerra patria. Se me heló la sangre,
siendo todavía otoño. No era la colorida Odessa sino un gigantesco conglomerado
de muros grises. En realidad, ya caminando las calles, me di cuenta que no era tan
así. Pero no pude evitar la melancolía. En Kharkiv habitaba el dolor. Ayudaban
los tanques por las calles en la activa guerra contra Rusia. En las banderas
azul gualda; una sobre la bayoneta de una masiva estatua de un soldado
soviético recordando el triunfo contra la invasión alemana. Alrededor de ella
minúsculas madres con sus insignificantes pequeños, dulces de algodón,
vendedores de chucherías en la acera. Juguetes de otra era: compré un par de
autitos metálicos y unos bailarines en madera y en miniatura que venían de la
Transcarpatia, me dijeron. Pagué centavos de dólar, daba vergüenza.
Frente a
algo que sería una facultad universitaria tomé un café algo más caro con un
cheesecake de maracuyá. Muy bueno. De allí caminé de bajada hacia el hotel y
subí las gradas hasta el quinto piso.
Mucha
tierra entre las dos ciudades; historia compartida a la vez que diferente. El
núcleo de Ucrania se formaba en algo llamado el hetmanato, regido por cosacos.
De a poco fue añadiéndose territorio. Lenin cedió terreno a la nueva república
socialista, y lo hicieron otros. Recibió parte de lo que fuera suyo con la
reformulación de fronteras en Polonia después de la guerra. Pero ese es un
punto débil para ellos y por eso Rusia reclama y aventaja. Crimea fue cedida a
Ucrania en 1954 por la República Socialista Federativa de Rusia. Putin la
reclamó. Un tema que excede a los políticos y que interesa a historiadores.
Épocas que no se limitan al último siglo sino que vienen de antiguo.
Odessa vegetal,
abandonadas calles llenas de verdes arbustos y flores. Jarkov… ando entre los
edificios del comunismo. Hay vegetación y la misma dejadez, pero quizá el verde
no es tan verde, como el sol es otro sol.
13/05/2021
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Publicado
en Revista digital NÓMADAS (de Roberto Navia Gabriel), 16/06/2021
Foto 1:
Odessa
Foto 2:
Kharkiv
Foto 3:
Odessa
Foto 4:
Kharkiv
ciao, puedo hacer una pregunta? (dos?) porquè vas desde Bolivia in ukraina? fuiste en Transnistria?
ReplyDeletehas visto la guerra en ukraina?
gracias, siempre interesantes tus articolos . yo voy como todos veranos en las montanas de Bulgaria pasando per la Serbia, la Croazia y Slovenia. es la 3 vez. bulgaria es un mix de balcani y turkia. hay muchas reperti historicas romanos y de los Daci. pais interesante. tambien la Serbia, ovviamente Belgrado .ciao ciao. sempre molto bravo.
Porque desde niño me interesó Ucrania. Leía a Gogol y otros. Luego historia, Néstor Majnó. Bulgaria es algo que quiero conocer, y Serbia sin duda, Belgrado sobre todo después de leer a Ivo andric. Toda la región, Croacia, Eslovenia, Montenegro, Macedonia, Kosovo. Dacios y romanos. Y eslavos y turcos. Tártaros en las costas rumanas del Mar Negro. Moldavia. Lo haré a partir del próximo año; me lo he prometido. No descuento para nada Turquía, cuya asociación con todos los mencionados es tan cercana. Ciao. Grazie.
DeleteNo estuve en Transnistria y la guerra la percibí en Jarkov, con tanques por las calles. Tengo una amiga del Donetsk que siempre me cuenta cómo está la situación. Se prepara otra guerra. Todo esto es muy antiguo y complejo.
Deleteyo fuì en Moldavia 2 anos atràs, Chisinau o Kishinev--pobreza alucinante, despuès los anos del comunismo se fuè todo al diablo, interesante es el rio que delimita la frontera con ukraina. todos a l'exterior.
ReplyDeleteHay un castillo/ciudad en la frontera de ambos países: Kamenyets Podolsky. Quiero mucho ir allí. Es el lugar donde se desarrolla el epílogo de la memorable novela de Sienkiewicz, Un héroe polaco. Los polacos están allí para evitar el ingreso turco que sube desde Edirne por Besarabia, la Dobrujda y Moldavia. Como ves, vivo de imágenes de memoria y necesito verlas en realidad. Pobreza extrema, seguro. Pura destrucción en el este.
Deleteyo he visto el castillo a Suceava, el rio es la frontera.una amiga ucraina cruzava el rio para ira a Chisinau a estudiar. hay muchos parque muy grandes en Chisinau, pero , como todo, se fueron al diablo.si vive sulle rovine del comunismo e le case e tutto comincia ad accusare il passare del tempo. ci sono esempi di brutalist arquitecture ormai rovinate. lo splendido CIRCO è da vedere.
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