Thursday, May 26, 2011
La boda irreal/MIRANDO DE ABAJO
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Cómo, si el príncipe Guillermo, y su novia cuyo nombre creo es Kate (no me interesa), tuvieron semejante pachanga de plataforma internacional, iban los fundamentalistas andinos a quedarse con los brazos cruzados. Si el imperio tenía aquello para mostrar, los navegantes aymaras (del internet, aunque algunos piensan que descubrieron Japón), tenían que superarlos. Reunieron a 300 candidatos, no muy virginales porque ya venían paridos casi todos, y montaron espectáculo mayor al del Cirque du Soleil, con el acróbata máximo, el de triple salto mortal y descenso en triple tirabuzón como padrino onomástico, y un par de amautas, mamautas les dice la desconfiada voz popular, que como consejo a los hombres daban el de cuidar a sus mujeres, aunque en la mamadera que sobrevendría sin duda las descuidaron.
Hubo de todo, hasta una a veces genial heroína, de las aguerridas Mujeres Creando (y combatiendo) que olisqueó la farsa e intervino, o deseó intervenir, y fue sacada a rastras por la seguridad de la fiesta donde por el cielo se vieron sobrevolar angelitos de poncho y zampoña, que me recordaron lo equivocado del poeta que reclamaba por angelitos negros, sin observar que en este cielo hay de todo menos… angelitos blancos.
Inglaterra se apuntó una Boda Real; Evo Morales los superó con la Irreal. Uno de sus acólitos, dicho ministro aunque pienso que ministros no hay en la jerarquía nativa, se descubrió afirmando que esta boda trascendería los límites del Titikaka y sería vista por el mundo como un ejemplo del futuro que se viene. Yo, que me casé con un frugal “sí” ante un juez que en previos años me metiera preso, me descarto automáticamente y pido no incluírseme en la próxima tongada. No creo en Dios ni en la Pachamama, cómo si apenas voy creyendo en mí mismo, y menos en los amautas que por las fotos ya se veían bastante tomados por la ingestión de bebidas occidentales, tan occidentales como el maquillaje y los peinados que otorgaron a las muchachas -ni tanto- para iniciarse en la ya consabido juego del toqueteo y de la cópula.
Qué decir, sentirme orgulloso de haber superado a los imperialistas, o triste porque cuando ya creía que se iniciaba un espacio nuevo, arrastraron a las parejas hasta un viejo registro civil y las obligaron a firmar en papel el casorio, como antes, como en una vieja y apendejada fiesta de antes. Cuando pensé que había llegado el tiempo del sexo libre, que por fin habíamos eliminado al Estado, aunque todavía no a los sacerdotes, vi mancillarse el honor de la transformación y convertirse en parodia esta fiesta que algo de originario tenía, y de castellano también, y hasta de chino porque me pareció ver en las mesas botellas de salsa soya… cosas del globalismo.
Ya es tarde y debo descansar. Escondido, porque no sea que me cojan y me obliguen a matrimoniarme en el rito aymara, y termine casándome con una ñusta vestida de traje de quinua que de soplar el viento se quedará en pelotas y, para sorpresa mía, resulte que era ñusto y no ñusta, cosas -otra vez- del tiempo y la época en que vivimos. Amén.
08/05/2011
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 10/05/2011
Imagen: Fotografía de Jaime Ramallo
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