Wednesday, August 3, 2011
Día de muertos/MIRANDO DE ARRIBA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Los muertos forman parte del folklore nacional. Matanzas que no sólo nos legó España sino que también vienen de más antiguo, de una historia repetida.
Los que ponen los cuerpos son siempre los pobres, los débiles, los que en apariencia no tienen más que perder y sin embargo lo hacen: dejan huérfanos y viudos, estelas de tragedia por venir. Hay títulos rimbombantes como patria, nación, revolución, orgullo, tradición en cuyos nombres unos echan a morir a otros, los diestros a los siniestros, los claros a los oscuros.
Hoy que Bolivia se deshace de un extranjero, que en apariencia fue elegido libremente y que posee más fortuna que el país, un presidente cuyas intenciones se escondían bajo los intereses del capital mundial, el panorama debiera presentarse límpido, promisorio -como para hipócritamente afirmar que los muertos sirvieron para algo cuando abono son- y sucede lo contrario.
Los juegos de cartas de la historia se remozan pero en estructura permanecen fijos. La reinvención del cerco de Julián Apaza prueba ser efectiva pero jamás será contundente. No hay instante en el paso de la humanidad por los años donde el pobre triunfe, ni los diggers ingleses, ni los marinos de Kronstadt, menos los mineros del 52. Hay ambición de mejorar la vida, de ver a los hijos crecer con igualdad de oportunidades, pero hay ambiciones mayores, de oro y dominio, que se superponen a las más febles y que terminan manejando los movimientos sociales a su favor. No estamos ante la disyuntiva de lo que haría o noharía cierto candidato en el gobierno. Un estado, incluso el de Luis XIV, no es feudo personal sino parte de un proyecto, coherente o descabezado pero proyecto al fin, de una comunidad de gentes ideológicamente disímiles, tan sólo hermanadas por un lugar común: el robo y la perpetuación del robo; a eso se reducen las ideas.
La capacidad intelectual de los líderes no garantiza nada. Con lucidez, Miguel Bakunin repite desde su propia derrota que se nos libre del gobierno de los hombres "inteligentes y virtuosos", que son los que aparecen después de los muertos, detrás de los cadáveres. De izquierda o de derecha, de centro o ambidextros, se alzan sobre la sangre de los otros, como si les importara. La ramplonería del discurso político no resucita a nadie. Aquello de "Lázaro, levántate y anda" es mentira; morir por la argucia de los otros, inútil. Aunque el problema sea -lo es- más complejo que estas líneas.
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Publicado en Opinión (Cochabamba), agosto, 2003
Imagen: Día de los muertos, México
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