Wednesday, September 7, 2011
Caja de sorpresas/MIRANDO DE ABAJO
Ya secreto a voces. El narcoestado se convirtió en realidad y mucho no le interesa a nadie. Sorprenden las declaraciones de funcionarios, de ONU, OEA, otros, acerca de la magnificencia de la democracia boliviana. Evitan involucrarse. Miente, lambisconea, y llegarás a viejo… y rico. Protesta, quéjate, denuncia, pelea, y tu fin se asegura, más pronto que tarde.
Desde hace diez años, Estados Unidos dejó el papel de policía mundial respecto a la América Latina, hecho que derivó en un largo y esperado nacimiento del continente al sur. Lo triste está en que no resultó así. Catervas de ambiguos personajes se encaramaron en el poder, encariñándose de tal modo que ya no quieren irse. Entre ellos el sui géneris presidente de Venezuela, mixtura de charlatán de feria y chulo, que ora es marxista y al rato santón, decorando su desagradable presencia con mantos de vírgenes y beatos de tres por cuatro. Guerrero de la luz, a la medida de Paulo Coelho, cambió a Marx por Bolívar y a Bolívar por Cristo. Será que tiene miedo acerca de lo que hay detrás de la muerte, o es tan soberbio y vanidoso como perra de exhibición que desea morir presidente. Me recuerda la figura de helados Bimbo, del tiempo joven, sólo que en lugar de la sonrisa jovial del heladero se presenta un peculiar rictus de batracio.
Ya sin policía, decíamos, las bestias se soltaron, y la América que debió beneficiarse con una bonanza inesperada, terminó repartiendo las ganancias en círculos cerrados de adulones, llámense -en Bolivia- milicos o narco-cocaleros, o en nuevos feudalismos como el argentino de Kirchner cuya herencia disfruta ahora una mujercita de índole dudosa, por más viuda que sea. No es que extrañemos el papel pretoriano del norte, que bastante daño ya nos hizo, pero parece que solos no sabemos avanzar, y menos bajo el auspicio de un imperialismo, el europeo, tan malo como el norteamericano, aun con sus pretensiones de liberal imbécil, apuntalador de excrecencias como las del profeta Evo.
Descolló, en algún momento, Lula, que de tornero ya perdió todo. Es otro de los grandes mitómanos del continente, cómplice del narco y a sueldo de las multinacionales, bajo una guayabera popular y una corona de coca masticada alrededor del cuello. Revolucionario por su accionar en la revolución de Lulinha, cría suya, que de empleadito asalariado pasó a potentado en un salto cualitativo que ni Trotsky explicaría, pero no revolucionario por asociarse a los anhelos del pueblo, que a su vez, valga decirlo, lo único que quiere es vivir bien, y, de ser posible, parecerse a sus patrones. Dejémonos de lirismos inconclusos y deshonestos, que pueblo y dirigentes buena mierda son, y derecha e izquierda lo mismo.
Qué nos queda a los que vivimos del trabajo. Contemplar desde un asiento no lleva a soluciones. Fusilar a los traidores tampoco. Sabiendo además que del montón de descontentos se calcará la historia, que los luminosos rostros del ideal se irán de a poco convirtiendo en máscaras, no de los obsoletos vampiros o frankensteins sino de los modernos monstruos: Huevo (Evo), Insulza, Rana-Toro (Chávez), Príncipe valiente (Correa), el Gato con botas (Lula) y demás personajes de comedia.
5/09/11
CENSURADO
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