Friday, September 30, 2011
La broma/MONÓCULO
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Los conquistadores españoles de Tierra Firme -Olid, Balboa, Nicuesa- tuvieron que afrontar escollos de índole diversa: asedio indio, hambre, enfermedades; sus soldados andaban con los pies destrozados por un animal maldito que los nativos llamaban nigua. Y sus barcos se convertían en polvo, devorados por la broma, molusco diminuto que deshacía los maderos, destruyéndolos a velocidad pasmosa.
A pesar de que Bolivia no cuenta con buques, al haberse perdido el litoral en controvertida guerra, y alejarse más y más, como las Indias Occidentales que buscaba el Almirante, con los desquicios mediáticos y politiqueros de Evo Morales, asumamos que el Estado es un navío, poblado por humanos y roedores, que supone cierta solidez para creernos seguros en casa, protegidos, felices de que no hará agua, ya que el nuestro se asienta sobre polvo centenario y difícilmente salga a navegar. Eso nos pone tranquilos, pero, verdad a medias, hemos visto con los años, y lo vieron nuestros antepasados, y a este paso lo verán nuestros hijos, que este hogar va tornándose achacoso, que mejoras hay, en el sentido de acceder a mayores compras para adornarlo, pero nada sustancial que lo aderece de acuerdo a la época. Modernizarlo, añadirle progresos estructurales que lo tendrán como edificio de punta. Nada. La historia boliviana se nutre de decoración, de suntuarismo y lujo insulso, de jacuzzis en medio del monte donde ni alcantarilla hay.
Ese el barco de todos. El presidente y su entorno, amplia corte de hetairas y eunucos que lo rodea, también disponen del propio. De acuerdo al discurso debía estar construido de acero, al más puro estilo socialista, y rutilar por sobrio, algo lejano a la realidad, porque el barquito de papel en que se convirtió el acorazado, lleno de serpentinas y chicha derramándose por los costados, con marinos tirados panza arriba, de boca entreabierta y dientes verdes de coca reverberando al sol, con marineras meando o cagando a la intemperie bajo la desconsolada mirada de Ernesto Guevara, con almirantes lamiendo polvo blanco de los platos y generales en bolas correteando a las sirvientas, ha perdido facultad de movimiento.
Se va se va la barca, se va con el pescador. Imposible, esta barca ya no se va, y el pescador dejó la caña para comprarse una General Electric donde puede secar droga. Ha quedado varada en el mar de los sargazos; perdón, en el océano de los vicios, aún más surreal que Yellow Submarine, donde el piloto que cantaba Lovely Rita entona sugerentes líneas de la Huérfana Virginia: Llora, llora, el alma mía penas del ayer… Inmovilidad, bucolismo, cretinismo.
Nos dejamos llevar por la corriente, obviando el preciso tema que nos concierne: la broma, tanto en su condición de ser casi mitológico en el universo marino, como en su significado de burla, chacota, bufonada. Ambas características del gobierno plurinacional. La broma, la que corroe, anidaba desde el principio en lo multifacético y ecléctico de la conformación del régimen evomoraliano. Aunque es animal acostumbrado a comer madera, también se dedicó al papel, y ha excavado túneles tan hondos dentro del Estado que lo va cayendo; por sus pequeños hoyos huyen los roedores del principio, ratones tímidos e inmensas ratas, peludas, oscuras, cuya adiposidad mal habida les impedirá correr y terminarán ensartadas en los palos de los pincharratas (como aquellos de la leyenda futbolera de Estudiantes de La Plata), y al churrasco de allí. La otra, la carnavalera, ha logrado tal simbiosis con su hermana que no se las diferencia más. Holganza y angurria terminaron con la farsa que se vestía de sueño. Ahora todos quieren escapar, dejar al amo a su suerte. Me llegan correos de oficinas estatales plagados de chanzas hacia el presidente; se conspira desde adentro. Los funcionarios otrora enigmáticos y despiadados desean congraciarse. Pronto nadie querrá saber del Elegido. La broma habrá penetrado su carne para derrumbarlo.
29/09/11
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 30/09/2011
Publicado en Semanario Uno (Santa Cruz de la Sierra), 10/2011
Imagen: Palacio Quemado, La Paz
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