Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Escucho, de la gran tradición musical santiagueña -por Santiago del Estero-, canciones de Los Carabajal. Ya con Juana Azurduy, de Luna y Ramírez, me dan ganas de escribir algo sobre la intensa relación que Bolivia, y Cochabamba en mi particular caso, tiene con aquella región argentina.
Si trazáramos líneas que de alguna manera definieran sectores geográficos
hermanados por la historia, las fronteras de los países actuales, ficticias y
malintencionadas, tendrían que desaparecer. Habría un país que partiendo desde
el norte de la provincia de Córdoba, con una recta hacia Catamarca, con
Santiago y Tucumán, y otra que atravesara Salta y el Chaco para adentrarse
hasta Santa Cruz de la Sierra y de allí a Cochabamba, con una diagonal hacia el
sur que incluyese en su interior los departamentos de Potosí, Chuquisaca y
Tarija, llegaría a cubrir gran parte del norte de la República Argentina más el
centro y sur de Bolivia. Líneas sin duda especulativas y no necesariamente
precisas; no hay que olvidar que los ejércitos auxiliares argentinos llegaron
hasta Huaqui, al Desaguadero. Sin embargo, el territorio incluido entre
estas coordenadas ideales por llamarlas así mantuvo, a lo largo de toda la
guerra independentista, sólida relación cultural, política, militar.
Los Carabajal entonan ahora Tradiciones santiagueñas, de Carabajal
y Trullenque, que habla en parte del esfuerzo santiagueño en los campos del
Alto Perú. Dicen que Santiago quedó mermada en su población después del
despliegue bélico de los años que van entre 1811 a 1815 mayormente. Suipacha,
Vilcapugio, Ayohuma, las dos batallas de Sipe Sipe, llamadas de Amiraya
(Hamiraya) y Viloma, cargaron con buen número de ellos. El flujo humano de
Santiago hacia la guerra en el norte persistió incluso después de que la provincia
de Santiago del Estero ganara su autonomía en 1820. Se siguió combatiendo junto
a Martín Güemes, en una frontera que no era como hoy una línea definida sino
que fluctuaba entre las poblaciones de Jujuy y Tarija y se internaba hasta los
valles de Potosí, a Cotagaita y a Tupiza. El manipuleo político posterior
eligió dividir en lugar de ampliar y naciones que debían haber permanecido
juntas se separaron en merma del futuro mutuo.
El hecho de que Manuel Belgrano y Gregorio Aráoz de LaMadrid se reuniesen en el
pueblo de Yuqalla (entre Oruro y Potosí) para dar pelea a España, o que
Rondeau, pésimo estratega, se asociara con Lanza, Uriondo, Camargo y Padilla en
las rojas quebradas de Wilauma no es casual, forma parte de un todo.
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Publicado en Opinión, ¿?
Foto: Chichas, Bolivia