Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Un amigo “postea”
en Facebook al eterno futbolero, Evo Morales, estrellando la pelota en dos
milicos en la inauguración de un estadio. El encabezado nombra los “cañonazos”
del presidente y no puedo dejar de pensar en Álvaro Obregón, que siendo cabrón
tuvo logros notables en el área social –lo que lo diferencia-, y que afirmaba
que no existía general que resistiera un “cañonazo de 50.000 pesos”. Sabemos
bien que los generales son como meretrices y que los hay de todo precio y ni
necesitan libreta de salubridad en oposición a aquellas santas.
El video del
hecho dura 56 segundos y no debiera para nada llamarnos la atención. Pero los
autócratas tipo Morales, Trump, Maduro, viven del chisme, del espectáculo, por
detestable y prosaico que sea. El elemento vital de su mandato no está en sus
logros sino en cuánto se habla de ellos en persona. Esta acción del pelotazo a
los dos soldados o es completa estupidez o fue calculada. No había espacio
hacia donde patear sino hacia el cielo, pero el engendro tiró con fuerza
desbocada sin siquiera mirar. Al final quién puede decirle algo. Si hubiera,
iría de reo de inmediato por subversión. En eso andamos, y Venezuela y los
Estados Unidos, en manos, pies en este caso concreto, de cretinos esquizoides y
vanidosos de opereta. Detrás de la en apariencia no dramática situación está la
fuerza armada, esa que aguanta cañonazos hasta de centavos y que amenaza con
matar y mata. Con semejante decorado pues a carnavalear a gusto, sobre todo en
países como el nuestro que carecen de esa violencia, a ratos llamémosla
hombría, de hombres que solucionaban los asuntos de estado, cuando
correspondía, a tiros y rectificaban la historia… para bien y para mal, según
lo hacían en México.
Triste destino el
de América Latina. Se combatió hasta el pírrico triunfo que trajo las
democracias (porque así le interesaba a EUA). Nos liberamos de los milicos en
teoría y siguen vivitos como recién nacidos. En ellos se dirime el futuro de
las naciones. Venezuela llega al centenar de muertos y la hojarasca ni se
mueve. Ahí les tiran cañonazos mayores, cierto. Morales resiste gracias al
apoyo de las armas. Sin ellas vuelve a ser un latapuku más de las innumerables
bandas nacionales. La paz pasa por tanques y aviones de guerra: nunca los
dejamos atrás; y los generales lo saben y aprovechan. Si tienen que desfilar
con ponchos y machetes, ora pues; si con adargas o alpargatas, también. Son los
asalariados del vicio y lo disfrutan. Que reciban de cuando en cuando un
patadón inadvertido o se agachen a amarrar zapatos de amo, no cuesta, han sido
entrenados para ello, para ser caniches de colitas cortadas y cuerpo
trasquilado. Pero no solo actúan de sirvientes sino también de amos. Reconocen
su poder, Morales depende de ellos. La humillación que se ejercita sobre la
institución es poco precio a pagar en realidad.
Las oposiciones
los tientan con minucias, con honor y constitucionalidad. Obvian la
personalidad institucional de los lacayos que están expuestos al mejor postor,
como en exhibición agrícola de terneras y mulas. En estas condiciones pareciera
que los autócratas se aseguran eternidad. Felizmente existen otros factores,
muy superiores a la avarienta molicie militar, que pueden volcar las opciones.
Semejan estar lejos, todavía, pero observemos cómo el payaso de Ecuador salió
en la cumbre de su dominio y ahora anda refugiado entre gringos que se suponía
consideraba enemigos, entre imperiales que le sobarán el lomo de marrano como a
cualquier otro empleado. Se creyó dios y resultó que era chico de los mandados.
A recibir sin
gloria pelotas y pelotudos, que para eso son tutelares y obedientes, si algo
significa.
17/07/17
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Publicado en ADELANTE BOLIVIA, 20/07/2017
muchos pelotudos para aguntar tanto
ReplyDeleteDemasiados.
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