Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Odessa,
Ucrania. Lo soñado hecho realidad, tocando el rostro frío de metal de Isaak E.
Babel, contemplando su casa que está siendo refaccionada; buscando a los
atamanes de las guerras patrias, controvertidos, violentos, antisemitas, esos
que cimentaron, bajo la protección de Rusia, la nación ucraniana, sometida de
antiguo por el reino república de Polonia.
Trashumo
los barrios, todos arbolados y decaídos, una suerte de La Habana en el Mar
Negro. La literatura que exudan las paredes, los muros rotos, el bandidaje
hebreo en la Moldavanka, barriada que desde entonces no ha cambiado, que sigue
llena de recovecos y huele a hinojo cocido con remolacha. Pues esto es a lo que vine, a un reencuentro
con el pasado, en busca de mis muertos literarios que pugnan por salir del
cementerio.
Pues en la
famosa escalinata de Odessa, en el filme de Serguei Eisenstein, El acorazado
Potemkim, me senté a sacar fotos mientras miraba la miríada de estudiantes, de
visitantes indios, turcos, algunos norteamericanos (pocos). Observé mujeres,
las miré, las deseé, supe que estaba en tierra de machos con pinta de rufianes,
bajos, toscos, borrachos, y de mujeres elevadas, con tacones altos además,
hermosas, solas, dejadas de la mano de algún dios para pasto de indeseables.
Bueno,
luego de mirar un poco más el busto de Catalina la Grande, los autos hechizos
de carrera de algunos patanes, la profusión de árboles de esta ciudad, decidí
bajar al puerto. En la escalinata estaba un personaje de Babel: chaqueta raída,
sombrero de esos de visera de charol, tan famosos en la filmografía rusa, ya
opaco. Lentes pequeños, los que puso de moda Lennon. Vendía estampillas y
medallas recordatorias de la guerra, originales. Me preguntó de dónde era.
Bolivia, respondí. Sonriendo prununció “Cochabamba” y soltó una risa. Era uno
de los seres de las narraciones del gran hebreo saliendo de las páginas y
presentándose a mí como un divertido maligno. A recordar: Odessa, no muy
concurrida por la turística mundial, una ciudad que se descascara y persiste,
la villa que supongo sostiene el dinero turco al otro lado del negro mar,
porque comideros turcos abundan. Ese, el de ropa mendicante y risa jubilante
repitió que Cochabamba era muy famosa, cómo no conocerla. Nunca había estado
allí. Vivió en Cuba de soldado, y encalló en Venezuela en su paso, pero del sur
nada. No aclaró la supuesta fama de mi ciudad, lo que me hizo más sospechar que
se trataba de una jugarreta de Babel que me había enviado a uno de sus pillos
judíos del barrio de la Moldavanka para burlarse de mí.
Señalé una
de las estampillas soviéticas y dije: Nazim Hikmet. ¿Lo conoces? Claro, poeta
turco. Pero vivió en la URSS, señaló y recitó un hermoso manojo de versos de
Hikmet en ruso. Cochabamba, Cochabamba, susurró al terminar. Aquello era una
invocación, una ligazón de tiempos y espacios, asegurando los nexos que habían
mantenido por cincuenta y ocho años mi identidad y mi conocimiento. Me recordé
a mí mismo leyendo asombrado a I. E. Babel, incrédulo que aquella conexión
maravillosa y lacónica de palabras era posible. Estaba allí, por donde caía el
carrito de bebé en las gradas de Odessa. Esos bosques al lado estaban poblados
de fantasmas inmóviles; por entre ellos pasaban mujeres de taco y jeans
ajustados. Las nalgas son un poema aparte. El mar no era negro sino azul. Lo
que se veía al frente sería Crimea.
En la
noche, mientras miraba televisión azerí, sin entender otra cosa que imágenes,
pensé en mis padres, en la soleada Cochabamba que acunó la niñez, en los
anaranjados chorizos de la Simón López, ya extintos. Estaba en una ciudad nueve
horas más adelantada que la mía pensando en las mismas cosas de hacía cuarenta
años. Los relojes estaban detenidos bien atrás. Parecía que el tiempo podía
transformarse a voluntad. Y el anticuario callejero sonreía como un djinn.
20/10/18
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Publicado
en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 30/10/2018
Imagen:
Estatua de Isaak E. Babel in Odessa
Una joya maestro. Buen viaje.
ReplyDeleteHermoso relato, gracias
ReplyDeleteGracias a ustedes, queridos amigos.
ReplyDeleteMuy bueno!!!
ReplyDeleteMe encanta! felicidades
ReplyDelete¡Gracias, Elizabeth!
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