Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Quizá Let It Be es el disco que más me gusta
de los Beatles. Será porque tengo presente la imagen, en el dormitorio que
compartíamos con mi hermano, oyendo desde su vieja grabadora de cinta redonda The Long and Winding Road. Y,
claro, “When I find myself in times of trouble, Mother Mary comes to me”… Recuerdo hace un año, de fiesta en
casa, cantando con Stephanie. Entonces me iba y no me he ido. Parece charada
esa fecha que se ha movido doce meses ya. No es que no lo desee ni que haya
fuertes ligas de hule marrón que me detienen o recuerdos como grillos del preso
de Tolón. Yo que no soy nada práctico afirmaré que son cuestiones prácticas
pero que mi mente ya vuela por encima de los molles perecidos de la infancia, acequias,
libélulas de colores, mariposas cohetes, apasankas de ocho patas.
Largo y
arabesco ha sido el camino. Cambié el poltrón de la oficina por los inviernos
del 89, el café con leche que madre preparaba y tostadas en mantequilla por
cadavéricas mujeres negras que vendían lo que quedaba de su sexo enfermo por
centavos. Sol y salteñas de Cala Cala por cuscús en lata de París. Los brazos
de Silvia por aquellos de Chris McDonald. Tonos del color blanco, helado de
vainilla contra refresco de coco; la piel atezada del Beni debajo de un sauce
llorón mientras hervía la chicha por la frescura de un departamento en Adams
Morgan y cierta mujer que jadeaba no importando dónde y cómo. Con el golpeteo
sensual de tren de carga caían sobre la alfombra esculturas tribales de la
selva amazónica. Entonces los caimanes devoraban pigmeos y huían por la
alcantarilla, casi una ciencia ficción neoyorquina con anacondas en lo profundo
del metropolitano. Una antropóloga judía hacía el amor con ímpetu de estudiante.
Ese era ya de por sí un viaje. Que luego, adelante, y luego atrás, resurgía con
redoble de tambor y flautín en el barro de Trinidad. Brassens se oía en el
parlante del bar; bebía cerveza brune, de aquellas fabricadas en abadías medievales,
pasaba y repasaba con mi lengua el croissant porque solo podía comprarme uno.
Nos tiraban en alguna calle, a marroquíes, argelinos, iranios, malianos y yo,
conscientes de la miseria. Levanté los ojos y ante mí estaba el Mont St Michel;
trabajaríamos allí. Eso valía todo.
A orillas
del mar en Castellón las sardinas se revolcaban en la canasta. Pescadores de la
FAI las entregaban para nosotros asarlas en nombre de Bakunin. Al atardecer
abría La marcha de Radetzki y creía
estar en casa; aunque sin notarlo, el hogar ya no tenía límites y el dolor huía
por encima del compás que Roberto Firpo le daba al valsecito criollo Noches de frío. Me escribes en este
instante, Irina, y hablas del Brasil onírico. El fósforo blanco enemigo ilumina
la noche pero Rio aguarda, se cocinan camarones pistola en Bahía. Hueles a
diosa, aroma que aplasta la chamusquina de soldados fusilados. Ante la muerte
se aprecia la belleza. Ante la muerte, tú. Y a pesar de que el mar de Ilhéus no
se vea tan verde como el de Cancún, sobre él corren botes no perseguidos por
obuses. Amenaza amanecer y cuento las extremidades para ver si están completas.
En Shiloh y en Borodino las mesas se hundían de piernas cercenadas, de manos a
las que se les habían terminado las cartas. Shklovski le escribía a Elsa Triolet
cartas no de amor y Maiakovski anotaba que “día tras día se endurece el
subsuelo del corazón”. Llega el tiempo del acero, de las estrepitosas caídas en
las tomas de Rodchenko, el verbo de las máquinas, idilio de torres elevadas. El Lissitzky construye truncas estructuras,
el camino del siglo se dirá; un maremoto de sangre arrastrará con todo, los
senos de las amantes se harán negra uva pasa y el poema se escribirá debajo del
humo de los hornos.
Camino, ando, trashumo, descanso y camino, ando, trashumo, cocino, doro
el pollo con achiote de la región maya; seguramente lo utilizaron en Bonampak.
Debo aprender a hacer pipián porque me gusta. Los caminos de la vida… Bailables
como tristes. Comunidades enteras apoyan piedra sobre piedra con lógica precisa
y construyen carreteras. De Arani a Mizque, o vías vecinales. Kilómetros,
trabajo chino.
La senda seguirá un vericueto, un trabalenguas peor que Babel, pero entre
tanto excremento y sequía crecen oasis. Cuando me aseguraba haber terminado,
que me acostaría a descansar y dormir, veo que el campaneo de la existencia no
ha cesado y que tonto sería amodorrarme en un sillón. De a poco pero todavía.
Cierto que tarde para bailar tango o amar a Ada Falcón. Revuelvo el pipián
carmesí; más que invocación, exorcismo. Demonios viven en el sabor y demonias
en el color. Hierven los facundos choclos de diente pequeño, hierve la papa
roja. Arrojo una semilla de comino mientras mastico otra. Pico fino el apio
junto al perejil. La carne ha tomado color de bordes de eclipse. Falta un
cometa hoy para que me muestre por dónde y cuándo, mis maletas huelen a Oporto
aún, sus manijas se herrumbraron en Londres. Las mochilas que alguna vez usé en
polvo de Pazña y Machacamarca ya no, ni tampoco la de polvareda colorada del
sur potosino. Ese río que está allá creí ser el Duero pero era el San Juan del
Oro, creí.
La Habana, 1954. Benny Moré y Pedro Vargas graban Obsesión. En lo que fuera un muelle de esta ciudad, Ligia y yo
pedimos cerdo con congris. Concurrido comedor popular. Barcazas amarillas de
orín. Turbia agua industrial. Ron de Santiago, por favor. No lejos, a la
vuelta, los ricos de siempre, de Batista y de Fidel, titilan como más luces del
estupendo Hotel Nacional. En el peñón de su patio un mojito de cuatro dólares:
añejo y yerbabuena. Gotas frías del mar que estalla caen sobre ti. Lluvia
falsa, falsa lluvia, llueve en Denver desde hace treinta horas, silueta de
Macondo; tiburones emigran en rebaño por los cielos y los nombran ramillete de
meteoros, que en esta noche de junio veríamos caer estrellas para acabar con
ilusiones.
03/06/2023
Imagen: Xul Solar
Otro texto para reafirmar que eres lo mejor que le ha pasado a la literatura latinoamericana en los últimos cincuenta años, joder.
ReplyDelete¡Gracias, Emilio! No soy así de optimista pero es bueno saber que lo que haces gusta a alguna gente. Basta eso. ¡Abrazos!
Delete