Claudio Ferrufino-Coqueugniot
I want you back again
I want your love again
I know you find it hard to reason with me
But this time it's different, darling you'll see
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You said we're through before
You walked out on me before
I tried to tell you, but you didn't want to know
This time you're different and determined to go
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
I wait as the days go by
I long for the nights to go by
I hear the knock on my door that never comes
I hear the telephone that hasn't rung
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta tell me you're coming back to me
You gotta
Tell me… The Rolling
Stones. ¡Vaya combinación la
mía! Leyendo a Cendrars y oyendo a los británicos en un magnífico disco. Las
putas de Putte, Blaise Cendrars pintando con majestad oriental aquel burdel de
Amberes con su amigo Korzakov y un libro original de François Villon que valdría un cataclismo. Putte, al lado de
Amberes la diamantina en cuyos talleres escondidos genios del medioevo dan
brillo a las piedras. Es tan rica la prosa que parece leerse los versos de Else
Lasker-Schüler y sus príncipes encantados, azul como los caballos de
Franz Marc, frío en su tumba, en otra cama de piedra germánica y proverbial
para el futuro destino de horror.
You gotta
tell me si volveremos al profundo café, si tus ojos zafiros surgirán como islas
dos en el mar de la muerte. El ventilador mueve mis canas mientras bombas de
fósforo blanco caen sobre Gaza y el infecto Alá domina la razón de los hombres.
En qué cueva esconderse de los dioses, dime, y susúrrame también si todo se
trata de castigo. Batimos el café y contemplo tu cintura. Estás sobre mí y
puedo mirar tu vientre, tus hombros delgados y huesudos. Sonríes. Llevas collar
de estrella sobre el pecho. Observo tus senos y te recito tenue algo terrible y
bello de Ajmátova. Suave cometa incendiario. En espasmo agonizo. Sonríes e
imagino alguna diosa hindú de mil brazos como Shiva. Musitas cierta anciana
canción gitana y danzo antes de dormir, previo a subir en sueños unos Cárpatos
que abrevan en el Donau.
Dime, a mí
que siempre pregunto, si el tren llega a ti mañana porque voy en él. Enséñame a
burlar los campos minados, a engañar con palabras los cadáveres que flotan en
el Vorskla desde el norte, tal vez Chernihiv hasta la tierra salvaje de los
zaporogos. O era otro río, mis geografías andan confusas, vago en el dilema del
amor, en la controversia de los labios y la adivinanza de los muslos. Asegúrame
que no tomé el vagón equivocado, que voy por suelo firme, no en la frágil carretera
de huesos que construyó el zar entre Varsovia y Brest.
Punto y
coma de tu discurso. Lo que lo antecede es quizá y lo que sigue tal vez. Sin
embargo mojo la pluma fuente en tinta de índigo con pluma de urogallo y
continúo. Sabes, añado; sabes, digo, piensa y dime si lees esta carta antes de
que la termino, si tienes el don del presagio como maestra resultas de lo
ubicuo.
Hay una
guerra, dos guerras hoy y tres mañana. Los kanes del incógnito bailan con hieráticas
máscaras japonesas. Pero matan, exterminan. Una botella de vino con tu voz y tu
saliva derivan en aguas del mar Azov. Flotan hasta Izmail, a ese Danubio entre
cuyas zarzas habita lo que queda de Panaït Istrati, mi maestro. Es literatura,
me justifico, estas letras no son amor sino literatura. Y sin embargo te amo.
Escribo sabiendo que miento. No sé mentir y apenas deletreo. Deja caer el
cristalino de tu saliva sobre mis dientes, como gota que fabrica columnas de
calcio en el interior de la tierra, oasis que persigo en la oscuridad ya que
brilla y me hace creer que al atraparlo me habré hecho rico y de Midas el toque
hará de las sombras oro y te eternizará en estatua clásica.
14/10/2023
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Imagen:
León Bakst, 1914
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