Tuesday, June 11, 2019

Amazon, la transformación económica/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Empezó vendiendo libros. Yo los compraba a menudo. Buena selección, no muy extensa, precios mayores a competidores como Barnes & Noble. Fueron puliendo el negocio, se alimentaron del éxito de empresas como UPS, de gigantes como EBay, del suceso de historias similares en otros lugares del mundo. En una década se hicieron imprescindibles, para llegar al hoy en donde son no solo un fenómeno económico sino uno social, el nuevo mito norteamericano luego de Superman y Elvis Presley.

Hoy en día los niños en las calles de Norteamérica miran a los choferes de Amazon como superhéroes, los admiran, los envidian, quieren ser iguales a ellos cuando crezcan. Agitan las manos y chillan: ¡Amazon, Amazon! Bellas mujeres les sonríen y los millonarios han aceptado lo imposible, que un tipo desconocido, y muchas veces extranjero, atraviese sus rejas guardadas por perros y armas y llegue a su puerta a dejarles un paquete. Era impensable. Es realidad.

La palabra “miramiento”, tan boliviana, más cochabambina, ha hallado sitio en una sociedad que quería esconderla. Ahora los miramientos entre vecinos en Estados Unidos son abiertos. Si un camión de Amazon trae cosas a cierta casa, hay la seguridad de que mañana serán dos y luego toda la cuadra, el barrio, la villa. Existe, fuera de la innegable comodidad de no salir a comprar y recibir las cosas en casa, un condicionamiento que establece diferencias sociales entre quienes compran y quienes no desde Amazon. Estatus social, eso proveen los azulgrises camiones de la empresa fuera de sus productos varios.

Respecto a la diversidad de lo ofrecido, este monstruo económico está devorando la pequeña empresa. Hay inversores que prefieren, no siempre con éxito, comprar productos en China y venderlos acá. Siempre China será más barato. Hay narraciones de fortunas levantadas en un santiamén pero muchas más de fracasos. Eso entre los individuos, porque Leviatán crece, se alimenta, engorda, devora. Quien medra a su sombra no le interesa, hay demasiada gente que quiere medrar y los caminos, como en el Congo belga del fatídico Leopoldo, están hechos de huesos de los caídos (en muy distintas circunstancias, obviamente).

Los dependientes de tiendas están siendo afectados, bien pronto destruidos. Cierto que Amazon crea muchísimas fuentes de trabajo, pero creo que destroza más. Seguro que ya hay estadísticas al respecto que habrá que ver. Pero si el cliente ya no va a la tienda a comprar, los empleadores reducirán su personal por supervivencia. Eran libros, dijimos, al principio, hoy es comida para perros, pañales, papel higiénico, calzones, pelotas, discos de vinilo, cunas, sillas, computadoras, trampolines, repuestos para automóviles y mucho más.

En los apartamentos, supuestamente de gente que no puede comprar casa, es notorio que la gente de los pisos superiores: tercer, cuarto, ya no pasa por la pesadilla de subir un paquete de veinte kilos por la escalera, o un inmenso cajón que apenas cabe en el ascensor. Lo soluciona el mito: Amazon. Cuando llega el cliente a casa su pedido está en la puerta, en silencio, sin presiones, sin socializar con nadie, sin hablar, sin sentir, sin oler. Un sueño americano. Por un lado, por el otro lo ya dicho, que se acepta la intromisión de desconocidos en predios privados, incluso se les permite acceder a códigos secretos para abrir las puertas de hierro, a pesar de carteles que advierten que si sabes leer debes saber que estás en la mira, que te apuntan a la cabeza desde las ventanas, que cualquier movimiento en falso te la vuelan sin perjuicio para los matadores porque defienden su propiedad y su vida. Ningún juez los castigará en el paraíso de la propiedad privada.

Asunto de tratados socio-antropológicos. Estas son solo anotaciones del siglo XXII, el nuevo mundo.
10/06/19


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 11/06/2019

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