1990.
Tiempos difíciles, de guerra y matrimonio. Un atardecer, en la inercia de
sábado y descanso, entre Georgetown y Dupont Circle, fuimos al cine. El filme:
The Sandglass, el reloj de arena. Magia en imágenes, viaje al interior
misterioso del ser, atmósfera de lobreguez, hastío, húmedas hojas muertas de
otoño en rocío. Me escucho hablando, la niebla, el recuerdo de una raza
desaparecida judía muerta, en cuya sangre se agitaba -y permanecía- la vieja
Europa Central más que en sus naciones endémicas. El filme mencionaba un autor,
el "Kafka polaco", desaparecido en el diluvio nazi; así quedó, en ignorancia
mas no en olvido. Busqué diez años la película, desmemoriado del nombre del
director y del escritor en cuyo libro se basaba. El 2001, en otros guerra y
matrimonio, en las páginas culturales de un diario del este, anunciaban el
descubrimiento de las pinturas perdidas del dibujante y narrador Bruno Schulz,
en su pueblo natal, Drohobycz, que fuera Austria-Hungría, luego Polonia, y hoy
Ucrania. Por fin lo había encontrado. Al leer el artículo relacioné los hechos
y supe que era él.
Schulz
pintó reyes y duendes en la casa del oficial nazi que lo apadrinaba, en el
dormitorio de su hijo, a quien el hebreo legó dos tradiciones ancianas, la
judía y la polaca, y su imaginación. En 1942, otro miembro de la Gestapo
ejecutó en una calle de la aldea a Bruno Schulz, por celos entre oficiales de
la ocupación: tú mataste a mi judío y ahora yo te mato el tuyo. En transacción
semejante pereció un universo de riqueza artística. The Sandglass, de 1973 y
ganadora del Premio Especial del Jurado en Cannes, dirigida por Wojciech J. Has,
está considerada como uno de los más bellos ejemplos del cine polaco.
Los cuadros
de Drohobycz fueron burda y subrepticiamente removidos, en un acto de
vandalismo cultural, por el Yad Vashem, el museo del Holocausto judío en
Jerusalén. Hubo conflicto entre Ucrania e Israel que reclamaban el patrimonio
schulziano como suyo; para entonces Ucrania iba a declarar el lugar monumento
nacional y se encargaba de la restauración de los dibujos que estaban cubiertos
con pintura blanca, en un cuartito de la que fuera casa del oficial de la
Gestapo y que ahora era parte de un conjunto de departamentos.
Bruno
Schulz publicó en vida dos libros de relatos cortos: Cinnamon Shops, que
retomaron los hermanos Quay para su cortometraje Street of Crocodiles, y
Sanatorium Under the Sign of the Hourglass, de donde se nutre The Sandglass. No
sé si hay traducción española de su obra, aunque Andanzas, de Tusquets, tiene
en su catálogo Véase: Amor, de David Groosman, cuyo argumento es la búsqueda de
los textos perdidos de Schulz, su mítica novela del Mesías en Drohobycz.
Cuando fue
trasladado al ghetto, Schulz dejó sus manuscritos con amigos no judíos. Jamás
se volvió a verlos. Su arte ha sido, quizá como el mismo escribiría,
secuestrado por el viento que al volcar las páginas de un libro arrebata las
palabras y en arabescos de luz las desvanece. Fragilidad.
11/3/03
Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), marzo 2003
11/3/03
Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), marzo 2003
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