Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El trabajo
y los desdenes me han tenido alejado de muchas cosas. Aun así, observo, anoto,
aprendo. Escucho, sobre todo, y entre la clase trabajadora mexicana que está
cerca dicen que Andrés Manuel López Obrador se vendió a Trump. ¿No era otro
bocón al estilo Evo Morales, acaso? Aunque el supuesto indio de Sudamérica se
ofreció al capital y a las finanzas negras hace mucho. Por ellos no pasa, pasó
o pasará revolución…
AMLO envió
tropas a la frontera sur. México se comporta con los centroamericanos como Estados
Unidos con él. La instructiva trumpista fue frenar a los hambrientos antes de
que pasaran a México. Por treinta años escucho del horror salvadoreño,
hondureño, guatemalteco en tierra mexicana. La violación de mujeres, el abuso
masivo; asesinatos, mutilaciones. Mucho peor que las cárceles de Arizona o
Texas, donde al menos se respeta su humanidad. Igual vienen. El hambre acosa.
Denver está lleno de etíopes, sudaneses, iraquíes. Llegan con apoyo, refugio,
acceden a casas, automóviles. Ayer en el mercado, una cubierta señora eritrea
compró comida para un regimiento. Les dan trabajo. Con nosotros, al sur, es
diferente. Es que el sur es el peligro, significa la transformación del país,
el cambio cultural. El taco ha desplazado a la hamburguesa, el tequila al whisky.
No se teme al nigeriano, ellos se asimilarán. Nosotros no. Un buen porcentaje,
seguro, pero el número es tan inmenso que solo huele a castigo… para ellos.
Mientras
tanto, la inmigración mexicana se asienta, gana y gasta muchísimo dinero. En
efectivo, mayormente. Hasta en eso desequilibran el sistema habituado a romper
el espinazo del cliente con el crédito. Como la vieja historia de trabajar para
el patrón y comprar obligatoriamente en su tienda. Sujeción, esclavitud.
Endeudamiento eterno. Las armas del capital para mantener al pobre pobre y al
rico más rico.
López
Obrador seguirá con la perorata de la revolución y los gringos. Pero parece
que, materialmente, el hombre logró un acuerdo con Norteamérica por su precio.
Así como Morales es juguete del narco, que le hace creer que el gran bonete es
él, así el presidente mexicano intenta guardar las apariencias. Pero el pueblo
pobre es ignorante mas no tonto, y ve con claridad, mejor que los analistas los
signos de la mentira. Total, siempre han sido engañados y saben sin equivocarse
que las cosas no han de cambiar, que aquellas luminarias del tiempo
revolucionario: Zapata y Villa, son hoy objeto de uso de la dominación en favor
suyo. Entonces a emigrar, a hacer dólares en los Estados Unidos, a crecer en
una vida mejor, con la casi certeza de que sus hijos no serán ya pelados como
ellos sino doctores, tal vez estadistas, un día presidentes. Las perennes
minucias del sur, traidoras y asquerosas, van al olvido. A vivir el día, lo
real, a contar los billetes y cerrar oídos al trino de los patanes de ayer y
hoy.
17/06/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 18/06/2019
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