Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Ry Cooder dice de su album "Chávez Ravine" (2005): "Here is some
music for a place you don't know, up a road you don't go. Chávez Ravine, where the sidewalks ends." Y
es que en los años cincuenta, la localidad de Chávez Ravine, en Los Ángeles,
que agrupaba a las comunidades méxico-americanas de La Loma, Palo Verde y
Bishop, fue arrasada por las topadoras del gobierno federal que con ello
desalojaron por completo de gente "indeseable" la zona para luego
venderla, por un dólar, a los constructores del estadio actual de los Dodgers.
Iniciada como un refugio para la comunidad mexicana -y chicana- debido a la
amplia discriminación, se convirtió por el crecimiento urbano en lugar
apetecido por las empresas de bienes raíces, que comenzaron su campaña para
relocalizar a esa numerosa minoría. El tiempo ha revertido la acción. Ahora Los
Ángeles representa una de las ciudades más populosas del mundo
hispanoamericano, no sólo en los Estados Unidos.
El disco de Ry Cooder es a la vez homenaje, recordamiento histórico y remembranza de cierto tipo de música, la pachuca de los méxico-americanos, con su increíble mixtura e infravalorada riqueza, carente del lugar de excepción que debiese tener en el panorama musical del país. La memoria de Chávez Ravine, lugar fantasma del recuerdo, se ha multiplicado de tal forma que la influencia de su música, la jerga propia de los zootsuiters de los cuarentas, han llegado a penetrar profundamente en el mismo México.
Hoy que la música latinoamericana inunda los Estados Unidos, mucha de ella basura comercial sin valor artístico alguno (Enrique Iglesias, Paulina Rubio, Thalía, y toda una nueva élite de astutos arribistas), recordar a músicos como Lalo Guerrero, Don Tosti, las Hermanas Mendoza, Los Chucos y tantos otros es tarea esencial. A diferencia de lo inocuo y antirrepresentativo de aquellos miembros de la nueva -y autonombrada- burguesía latina, las canciones pachucas se insertan en la gran tradición musical mexicana, norteña y ranchera sobre todo, pero alimentándose al mismo tiempo de los ritmos tropicales, caribeños, el mambo, etc, como del auge del jazz negro norteamericano. La clásica "Los chucos suaves" de Lalo Guerrero, reactualizada en el disco de Ry Cooder, es notable ejemplo de la mixtura racial que comenzaba a hacerse sentir en número en la América de durante y después de la guerra mundial. En ella habitan la rumba, el swing, el danzón, el son, el jazz de la época (con bellísima introducción de trompeta), los inicios del R&B. Por otra parte, canciones como "El bracero y la pachuco", del Dueto Taxco, y como muestra de la versatilidad del género, tratan del fenómeno -y a veces problema- entre los inmigrantes llegados del sur y los ya asentados. Las diferencias idiomáticas, de caló cuyos orígenes pueden trazarse hasta los inicios de la colonia e incluso hasta la más antigua jerga de los semitas en la península ibérica - recuperados por la idiosincracia chicana que, como sus antecesores, utilizó el lenguaje como medio de permanencia y resistencia ante la cultura dominante-, trazan, o trazaban, una visible línea divisoria entre los de allá y los de aquí; "El bracero y la pachuco" cuenta la historia de un bracero mexicano enamorado de una angelina. Su romance en términos de lenguaje tiende a ser incomprensible. En la actualidad, los inmigrantes de México han adquirido, o readquirido, para sí y el resto de los latinos por extensión, la manera pachuca de hablar, o al menos incluir su repertorio de palabras en la conversación. La brecha cultural entre ambas ramas de un mismo tronco no se ha cerrado aún; quizá nunca lo haga, pero se ha creado una conciencia -que tiende a crecer- de considerar a todos como una totalidad, con una herencia común y objetivos similares. El caso de Lalo Guerrero, fallecido no hace muchos años, es sintomático. Siendo el rey de la música pachuca también compuso música tradicional mexicana como "La canción mexicana" que ha sido interpretada por sinfín de famosos cantores del país madre, Amparo Ochoa y Lola Beltrán entre ellos.
La odisea pachuca ha sido magistralmente puesta en filme con "Zoot Suit" (Estados Unidos, 1981), de Luis Valdez. El "Zoot Suit" fue un tipo de vestimenta característico de hispanoamericanos, negros e italoamericanos desde la década de los treinta (recuérdese al joven Malcolm X de Spike Lee), pero que dejó su impronta como representación de la población méxico americana de Los Ángeles durante los disturbios racistas de 1942-43, donde los jóvenes pachucos se enfrentaron a marinos y policías y donde se quiso mostrar a este grupo étnico como no colaborador en el esfuerzo de guerra, a despecho del gran número de soldados suyos que combatieron. Otro filme que toca la historia fue "American Me" (Edward James Olmos/Estados Unidos, 1992), desde sus orígenes "zootsuit" hasta el desarrollo de la mafia méxico-americana en California.
Con el ritmo diverso y alucinante de la música pachuca, difícilmente Chávez Ravine se esfume en el olvido. La herencia de saxos y trompetas, de tambores y violines, en los dos extremos de la tradición, harán imposible su fin.
21/04/08
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Publicado en Puño
y Letra (Correo del Sur/Sucre), 2008
Imagen: Zoot Suiters, California
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