Tuesday, March 2, 2010
En la Escuela de Teología/ ECLÉCTICA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Mayor interés no tengo en esta disciplina que aparenta hablar con ¿Dios? Pero soy un fanático de archivos y letra impresa y estos divinos verbalistas, usualmente pudientes y bien acomodados, disponen de colecciones de textos antiguos y raros que me fascinan.
Entro en la Iliff School of Theology gracias al arbitrio de amigos mexicanos y peruanos que limpian el centro cuando ya los guardias de seguridad pakistanos y vietnameses han dejado el lugar.
Es un complejo de tres edificaciones interconectadas, un lobby inmenso con aulas y oficinas, la biblioteca de dos niveles más un sótano y una suerte de torre de al menos cien años, donde existe una capilla, salas de conferencias y más oficinas para catedráticos. De las ventanas de esta torre se ven las construcciones de tipo inglés, bellas y lóbregas, de la Universidad de Denver, cuyo mérito -dicen- es haber cobijado en sus clases a Condoleezza Rice, mano derecha del iluminado presidente Bush.
Hay cierto olor a carroña entre las paredes. Habrá ratas muertas en las centenarias cañerías, y maderas corroídas. Del órgano ubicado en el rezatorio escapa un roedor, despierto por la noche para vagar en la marea de papelerío; rompe con ello la santidad de la alfombra roja, del claustro que preside un magnífico mármol que aunque no lo expresa creo que representa a Isaac antes de ser fallidamente martirizado por su padre, el patriarca Abraham. Esta escultura merecería su sitio en museo, no en la orfandad de un recinto donde sólo la ven, si es que lo hacen, las manadas de aprendices de cura. No es únicamente Isaac el huérfano: recorro con la vista manuscritos ancianos enmarcados y expuestos en los muros,parafernalia religiosa con piezas admirables. En los salones de los profesores cientos de libros duermen en anaqueles, sillas, pisos, en una maraña donde los limpiadores latinoamericanos apenas pueden caminar. Hay mugre, y mucha. Suele ser quizá que estos hombres y mujeres gastan demasiadas horas en sus comunicaciones extraterrestres y que no les queda espacio para una pizca de sentido común, para saber que ese poco de higiene diaria del medio alrededor puede en algo diferenciarnos de los cerdos.
Pero no. Las togas colgadas de percheros -parecen seres fantasmales en la oscuridad- cobijan cuerpos reñidos con la limpieza. Hojeo sus libros. Crónicas de Israel, los derechos civiles y la religión. Me acomodo en el sillón de la profesora Eidenbaum y leo acerca de la supervivencia de los indigentes en el París medieval. Me quita de la abstracción el "permiso, permiso", y el ronronear de la aspiradora que derriba una pila de obras dedicadas al santoral católico.
Una observación detenida de los prolíficos basureros muestra la afección de estos santones a comer chocolate. Los químicos del cacao tendrán directa relación con el contacto extrasensorial. Hablando de basureros, los hay grandes, en el recibidor por donde pasan alumnos y maestros, amén de visitas. Da a pensar si en esta organización se estudia o se come. Me dicen que a diario es así, que los botes de basura no dan abasto a los desechos. Hay al menos tres cocinas en el lugar, con sus cafeterías y no sé si las delicias se proveen gratis o se cobran, sólo que pregonan vientres muy activos.
Juan me introduce a la biblioteca donde está el origen de mi interés. Primero a un depósito. En medio de telarañas y un asiento roto, anaqueles con tomos de al menos trescientos años. Textos que carecen de espacio en el receptáculo mayor del recinto. Páginas que ya no se abren y que por el polvo alrededor, ni se tocan. No limpiamos este cuarto -escucho.
Una mágica llave abre la puerta de Colecciones Especiales. Allí, en la primera mesa cerca de la entrada, una docena de volúmenes sin protección alguna. Con una cámara de teléfono celular los fotografiamos. Valen sin duda miles de dólares al ser ediciones originales. Reseño: Encomium moriae (Desiderio Erasmo), de 1509, pero en impresión de 1629; los textos de Teresa de Ávila; Passiones animae, 1650, de Renato Descartes, dedicado a la reina Cristina de Suecia; Assertio omnium articulorum, de Lutero,1521...
Excursión nocturna que vale el sacrificio de no dormir. Otra vez, siento lástima por la seclusión de libros así, que se debieran al público. Encerrados en un sótano poco sirven, porque los teólogos, noveles y viejos, tergiversan, malintencionadamente como siempre, la vida...
25/10/05
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Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), octubre del 2005
Imagen: Acuarela del edificio principal de la Iliff Escuela de Teología, en Denver, Colorado
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