Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Cuando uno trabaja toda la noche del sábado y encuentra el domingo amanecido, como amante recalcitrante y cansada, difícilmente tenga el tiempo de otras personas de encontrar al domingo un día amargo. Porque las amantes apasionadas entreabren los ojos y en su mirada parece que, según pasa en los otoños del norte, la niebla corre a ras del suelo, dando a la realidad un carácter ilusorio, bastante para sumirte -enfrascarte- en un rito de placer que te hace seguir el precepto religioso de que este es un día de descanso.
Aurora, domingo lluvioso. El trabajo y el amor han desterrado cualquier ilusión depresiva. Al contrario de otros días, hay silencio ¿y qué? La brisa entrechoca las persianas; el aire se filtra y la luz se filtra. Espectros longetudinales acosan las paredes opuestas a la ventana. Por la acera interior del complejo de departamentos observo a la amante húngara esquivando los charcos. Lleva un capote militar, lo calza irreverentemente, como aditamento a su belleza: se burla de la marcialidad. Cuando trae botas, también militares, obvia los clamores de guerra que la historia ha puesto en estos objetos de y para pie. Al diablo con capitanes y comandantes: las mujeres, subrepticiamente, se han encargado de arrebatar a los uniformados sus emblemáticos trajes para utilizarlos como cosas de mujer.
Retorna, con la lluvia como se fue. Está desnuda debajo del verde capote. Otoño. Mojada se tira sobre mí. Fotos de Budapest decoran la mesa de noche. Las persianas suenan a choque de espadas. Una guerra fugaz y estremecedora se dispensa en la cama. Háblame en húngaro, le pido, y susurra como invocación algo como szeget, szegetet. En el sonido vive el rito, no en la traducción, y me basta; no busco en diccionario, no pregunto.
Se marcha la lluvia. Un avión cruza el azul cielo montañés. Ocho días, dos domingos. Cuando sube las escaleras que la roban, con un ágil golpe de mano mueve la falda y contemplo sus muslos. Torna el rostro, sonríe, y no la vi más.
Domingo amargo..., nunca lo ha sido. A veces, o a ratos, domingo de nostalgia.
octubre 2008
Wednesday, June 19, 2013
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Los domingos tiene también su belleza laica, su pacitud, su silencio, cierta libertad desprendida del reloj de la sobrevivencia.
ReplyDeleteHermoso texto, querido amigo.
Un abrazo fuerte
La mañana de domingo es mi día preferido. Abrazos, Jorge.
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