Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Las ciudades
industriales son aparentemente frías. Sin embargo Julián Tuwim, el gran poeta
polaco, cantó a su ciudad, Lodz, y al grato humo de las fábricas. Influenciado
por su voz me deleito contemplando la humedad oscura que crece en las casas del
sur de la ciudad.
Leeds es inglesa
y proletaria. En ella tuve buenos momentos con cerveza olorosa. Las mujeres
apoyaban blancos codos encima de los mostradores; muchachas ojos de sábana azul
depositaban labios de cristal sobre vasos que se hundían en la innumerabilidad
de la embriaguez.
Chicas inglesas y
Glenfiddich. El whisky es la antesala de los callejones pobres donde los
pakistaníes cultivan bigotes.
Yo no sé (no
puedo saberlo todo) durante qué siglos la industria textil de Leeds fue
importante, pero está consignado en los libros, supongo. Hoy es una urbe,
populosa y hosca de principio, mas acogedora cuando las horas ya se acumularon
en los bolsillos. Quizá se tenga la suerte de tropezar con un grupo de mujeres
jóvenes (que se llamen, por ejemplo, Maureen, Pamela, Fran, Dawn, Jane, etc...)
Entonces, de sus manos, penetraremos la noche, y durante una centuria
caminaremos subterráneos.
Los parques, las
calles, las barriadas obreras, los pubs, Grafton Villas... Leeds se difumina en
la remembranza. De pronto deseo que aparezca el espectro de Mark Twain y me
susurre con su varita mágica: “yo soy Merlín y dormirás diez siglos”, para
conservarme allí.
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Publicado en
TEXTOS PARA NADA, Opinión (Cochabamba), 30/10/1987
Imagen: Boar Lane, Leeds, 1881
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