Maryland.
Tengo que recurrir a Cézanne para sentir sobrio este texto. A él porque de él tengo las imágenes más bellas de la fruta roja. Pero hoy, agosto de los Estados Unidos, encontré la sandía con interior amarillo. Raro cuartearla al mediodía en que decido contar.
Me he sentado. Mis manos cortan la carne dorada. En la soledad se manchan de jugo las hojas de mis poemas. Hay hierba. Mosquitos. Así me sumo, maravillado, en la sandía.
Pienso en el inesperado mundo de Dios y deseo tanto a César Vallejo en casa, comiendo de mi amarilla sandía amarillo sueño, viendo juntos colgar las manzanas del árbol como amantes idas.
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Publicado en VIRGINIANOS (Los amigos del Libro, Cochabamba, 1991)
Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 17/02/2018
Tan suculento se ve ese amarillo que la fruta parece pintada. Bien recuerdo que de chico una vez vi en el mercadito de Independencia una sandia traida de los bajíos de Machaca, la probé, era igual de dulce que la roja pero el color era de un crema claro, mas bien pálido. Quizas era una mutación, porque nunca más vi algo parecido, ni en otros mercados del pais. Saludos.
ReplyDeleteQué interesante, José. habría que averiguar si por allí, Machaca, es común aquel color. Para mí, en Washington DC, fue también una experiencia única. No sé si la fruta venía de México o de Oriente Medio, no la vi otra vez. Haré una búsqueda virtual del tema. Y felicidades por el nuevo blog, el gastronauta. Excelente. Saludos.
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