Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Quien fuera Oscar
Pérez poco importa. Un policía con veleidades de actor de cine de aventura, héroe
o no. Agarró un helicóptero, meses atrás, y tiró granadas a un edificio
gubernamental asegurándose de que no fuesen mortales. Pensó, al extender un
mensaje desde la nave, que Venezuela explotaría en rebelión masiva contra el
régimen. Hacía ya tanto que con cuentagotas los muertos de la oposición
embriagaban a Nicolás Maduro de sangre, que creyó urgente desencadenar la
debacle. No es tan fácil. El adivinar cómo se mueve el colectivo queda en arte
casi secreto; no hay fórmula. O no total.
Pues la odisea
terminó mal para los sublevados, un pequeño grupo que aguantó el asedio y se
desangró en cámaras ante un público inerte hasta el fin. Los narcos: Reverol,
Maduro, Cabello, las mujercitas que levantan puños como monstruitos de opereta,
se frotaron las manos. Cada autócrata reclama que se deshizo de células
terroristas, amplia definición para tal confusión, y la vida sigue.
Años van en que
la esperanza de ver caer a los delincuentes en el poder se aleja. Uno piensa
que esta vez sí, que la economía… y siguen, aferrados al oro, a la opulencia y,
en realidad, a la única tabla de salvación de que disponen. Espero, creo a
veces, que el pueblo venezolano ya sentenció a muerte a Maduro, su mujer,
Diosdado, algunas decenas, o centenas, o miles de personajes encumbrados que
tienen que ser ejecutados in situ. Dejémonos de corrección política. Cierto que
lo que uno pregona, y he ahí el peligro, puede volcarse eventualmente y caer
encima del inventor. Así y todo, la situación de Venezuela tocó límites en que
no se puede ceder siquiera la mínima posibilidad de que los oligarcas eludan el
castigo. Cuánto peso tuvo la ejecución del dictador rumano y de su esposa,
quizá poco. Pero no es tiempo de tomar riesgos. Hay que barrer el registro de
la dinastía Chávez: padre, madre, hijas y etcéteras. Aparte de distribuir sus
posesiones. Siempre lo he dicho: utilizar la práctica iraní al derrocar al sha.
Todos los generales al paredón. Lástima que se desvió y terminamos con otros
peores, de sotana y sabiduría. Que nos
libremos, decía Bakunin, del gobierno de los hombres sabios y virtuosos. Y de
estos otros también, los del opresor marxismo en ciernes, falso o real, de la
izquierda marihuana o de la simple afición de mercaderes con títulos
licenciados, o mesías de pelo en pecho, sin pelo en el caso andino, que opinan
de sí mismos que no hay otro igual.
A esos, bala.
Maduro, así el cofre, perdón ataúd, que lo encierre sea un poco grande y caro,
no puede escapar vivo de la tragedia que produjo. Su destino, el único, el
panteón.
La gente tiene
miedo de decirlo; se aterran de hablar siquiera de castigo. Lo ideal sería que
hubiera sana justicia y se confiara en las instituciones. Al no haber ni una ni
otra, el pueblo francés guillotinó, muchas veces estúpida y trágicamente.
Superado ese frenesí canibalesco de caiga quien caiga, se puede, con algo de
organización y estadística, saber el nombre del que camina para el foso. Claro
que el pueblo (en abstracto) suelto, juzga de otra manera y no siempre bien.
Sea uno, sea el otro, hay que impedir que Maduro y sus congéneres escapen
ilesos. Pese a quien pese y guste a quien guste. ¿Que quién nos convierte en
jueces? La historia. Y que ella nos juzgue también. Mientras tanto a afilar la
guadaña que es temporada de siega.
22/01/18
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Publicado en EL
DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 24/01/2018
Imagen: Caricatura de El Comercio
Si algo positivo tiene el pueblo boliviano es que todavia le queda una rebeldia latente. Será pasivo y conformista la mayor parte del tiempo pero llegado el momento reacciona con inusitada energía y rabia. Nunca llegariamos a extremos tan aberrantes como el caso venezolano, la de seguir aguantando tanto abuso y maldad del gorila Maduro y sus milicos asesinos. En verdad, sorprende que nadie haga algo para cortar el problema de raiz. Lo de Oscar Perez fue una jugada ingenua y hasta infantil, debió prever que lo iban a aniquilar como a una rata. El chavismo no se anda con negociaciones ni derechos humanos, es un régimen que le gusta bañarse en sangre, demasiados ejemplos hay de ello. Saludos.
ReplyDeleteSiempre lo decía, conversando con mi padre acerca de la dictadura argentina: que sería inconcebible en un país tan rebelde como el nuestro. Es un alivio pensarlo, a pesar de tanta frustración. Saludos.
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