La década del
treinta representó, para el fútbol europeo, la aparición de una pléyade de
talentosos jugadores: Nejedly, en Checoslovaquia; Meazza, Orsi, Guaita, en
Italia, etc. Pero, sin duda, el más grande fue Matthias Sindelar, de Austria.
Jugador caballeroso y sutil, decoró los estadios convirtiendo al fútbol en una
de las bellas artes.
Participante de
campeonatos mundiales fue siempre ejemplo de decencia. Profundo amante de su
país, consideraba un honor el vestir la camiseta de su selección nacional.
La Europa de los
años 30 se agitaba en medio de cambios políticos de importancia: el auge del
fascismo, las manifestaciones obreras, economías que intentaban recuperarse...
Hitler ambicionaba anexionar Austria al Reich alemán...
Los mundiales de
los años 34 y 38 fueron ganados por Italia. Intereses políticos entraron en
ambos eventos. Mussolini quería la copa y la consiguió.
Austria intervino
durante todos esos años con un nivel que superaba cualquier mediocridad. La
figura de Sindelar en el campo daba señorío a cada encuentro. Respetado, era la
imagen deportiva de su nación.
En 1938 se
produjo la incorporación de Austria al dominio alemán (Anschluss). Se decidió
que los mejores jugadores austriacos fuesen convocados para portar el uniforme
de la selección germánica. Por supuesto Sindelar encabezaba la lista de las
apetencias del Reich. Patriota, optó por el suicidio antes que por la
infidelidad. Sindelar jamás vistió la svástica, como correspondía hacer a un
caballero.
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Publicado en
OPINIÓN (Cochabamba), 1988
Fotografía:
Matthias Sindelar
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