Claudio Ferrufino-Coqueugniot
No soy yo el que buscas; no puedo protegerte ni arroparte contra el frío.
No puedo entrar en tu pasado, en los arcanos de tu vida familiar, ni en tus
esposos e hijos. It Ain't Me Babe, simplemente. Que fuimos, y quizá seamos, es
tan confuso como una cerveza negra que esconde el fondo del vaso. Ahí está,
imaginémoslo en posibilidades, en variantes, pero no se mueve; al fin habita
allí, inamovible hasta que se rompa o lo archiven. Lo real es palpable, mis
vicios y tus tragedias, no, porque vuelan y se evaporan, o se vuelven a formar
como heraldos negros hasta abatirse sobre nosotros cada vez más viejos, más
frágiles.
No esperes de mí lo que no puedo darte, ni la sombra que en la tarde da
una pared. Ve por otros soles y otros regocijos que me basta con el empaquetado
de mi historia que va para largo. Por ahora.
Conservo fotos de ti, imágenes que se moverán incluso cuando tú ya estés
estática. Me alegro haberte conservado incólume, antes que los malos hábitos y
las malas lenguas se posesionaran del amor. Pero no me pidas ser soldado, o boxeador.
No soy Leonard Cohen y bastante me aporrearon en las cantinas de DC, en
Caracota, con fierros y palos, con puños y botas hinchadas en mi cabeza, para
hacerlo de nuevo. Te ofrezco paz, no una gandhiana o luterkiniana, sino otra
plagada de errores y llena de deseos lascivos que en amor son permitidos y
festejados. Te ofrezco ser lo que soy sin pedir nada a cambio, o poco: un beso.
El poeta Andrés Ady escribía a su hermoso y malhadado amor que ella dependía
de él, que si él lo quisiera la borraba con un golpe de tinta. Mentía el poeta,
como suelen hacerlo, y se ahogaba en llanto. No deseo caer en el mismo error.
Tú tienes las llaves de mi paraíso y mi infierno; a ti usarlas o no. Por ahí
sobran hombres para coger del montón. Hasta isleños con prestados aires sajones
que darán cupo, tal vez, a tus anhelos. No soy yo, querida, así quisiera serlo.
No tengo otra cosa que estas ansias mestizas de hacerle el amor a tu piel
blanca, de escucharte canturrear en portugués y bailar con el aire lujurias
haitianas. No me pidas más. Bob Dylan me colabora y grita It Ain't Me Babe.
Entiéndelo.
“Hoy es el principio de mi fin”, dirían los neofilósofos de la chatarra.
No soy tan optimista. Domingo apenas pasado el mediodía. De seguro lamentas la
pesadez del día sagrado, como lo has hecho desde hace 22 años que te conozco.
No me di cuenta porque siempre estuve trabajando, poniendo el lomo sudado
delante de todo para llenar el refrigerador de casa. Nosotros, obreros, no
distinguimos entre domingo y lunes. Eso ni siquiera lo determina nuestro
cansancio.
Le cuento a Ronald (en el chat) que espero los papeles de divorcio en un
casquete de 105 milímetros. Guerra de trincheras, la nuestra, dura, feroz, pero
recuerdo ¡y cómo no! la hoyada dulce de tu regazo, el sueño del floripondio que
enloquece, que confunde. Eso, tú y tu aroma se elevan por encima del gas
mostaza, y no me digas que no porque no miento.
15/07/18
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Imagen: Ernst Ludwig Kirchner
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