Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
¿Qué
escribir sobre Evo Morales y Cia.? Son tan básicos que hemos exprimido todo.
Sale lodo, a raudales, como torrentera de la cordillera, pero nada más. Si
queremos indagar las profundidades del fenómeno masista resulta que es de
gloriosa superficialidad. Un tema como el del indio en la sociedad boliviana ha
sido conducido a un sitio trivial y superfluo. Ha dejado de importar. El
comercio rige los destinos del país; el comercio y el estupro. Diseccionémoslo
y no hay nada, gruesa piel de cerdo, retórica insalvable de la inteligentsia
del régimen, vanidad y baño público.
Cada día se
complica escribir al respecto. Cualquier arista, perspectiva por dónde se mire,
guarda lo mismo: droga, alcohol, robo, violación, onanismo, abuso sexual,
desnudez alcohólica, chinos. Si da para escribir un libro sobre los engaños de
la “política” o el arte de hacerse con el poder sin tener nada. La osadía del
imbécil, la permanente del marica. Pelucones y amanerados, el socialismo a la
boliviana. August Bebel, Engels y Marx se agitan porque mearon sobre sus
tumbas. Ernesto Guevara se pregunta ¿y por esto me maté? Solo el buen hombre,
Mujica, dudosa bonhomía la suya de sobreviviente, agita sus blandengues bofes
de viejo para proteger al “hermano” Evo. Con hermanos así se acaba la
humanidad. Con Evo y Mujica, las dos caras de la misma medalla, Jano bifronte y
poluto.
Leo sobre
Mongolia, la Cuba de Oriente, y cómo cayó en el hambre cuando salieron los
rusos. Gorbachev trajo el hambre, los desheredados, los huérfanos. Entonces ese
era el socialismo, ciertos patrones repartiendo migajas mientras ellos viven en
el jet set. El pueblo como rebaño. No significa que el capitalismo sea mejor,
que también engaño es pero de mayor sofisticación. Sofisticación es lo que no
tiene el títere Morales, títere de la mafia internacional. Más le valiera ser
el rey desnudo con traje transparente de la fábula. Juega al dandy elegante
siendo torpe, al administrador incansable siendo idiota. Para lucrar son
buenos; tal vez característica nacional, como la mítica de judíos, armenios y
azeris. Fácil es, pero, lucrar teniendo la sartén por el mango, no vale. Con
coacción, no vale.
Nunca
fuimos un país poético pero nos mimetizábamos de algún modo. Morales ha
destapado la cruda realidad de lo que somos: jamelgos que corren detrás de los
autitos del Dakar. Linchadores de marca; expertos secadores de pasta base;
nuevos ricos todavía limpiándose el culo con piedras de río.
No les
gusta mi verbo. Me aconsejan, amenazan, comentan, opinan. Tirifilos con lengua
babeante de secar nalgas sudorosas se creen con derecho a hablar careciendo de
abecedario. Oclocracia, dominio de la hez, el lumpen del lumpen. ¿Dónde el
socialismo? Cualquier maleante ahora es Vladimiro Ilich, ya repugnante en sí
pero capaz. Aquí solo repugnantes, muladares, misas negras de las que incluso
escapa el diablo.
Triste que
un país espectacular como Bolivia sea ahora feudo de un patán y de su amante.
De nada sirve compararlo con otros gorilas de antes. Tristeza de siempre haber
pertenecido a delincuentes, de estos, los peores estos hoy. Nada ha de cambiar.
Los intelectuales sirven de urracas parlanchinas, no hay valor. Algunos
pertenecen a las huestes estupidizadas y van con el ciclo, anhelando la
oportunidad de echar mano a la piñata. Rimbombantes se ofrecen a diputaciones
de una elección trucha, malsana, pendenciera. El tiempo dirá, aunque el
fatídico Choquehuanca, ñusta aymara, volcó el reloj para despistarlo.
Contemplamos el cénit del crimen. En apariencia todo marcha y se eterniza.
Habrá que ver, a pesar de que vengo repitiéndolo diez años. Tal vez mejor
callarse, que la propaganda alimenta a los puercos. George Orwell dio lecciones
que aún sirven. Espera, aguarda…
04/08/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 06/08/2019
Imagen: Alfred Kubin
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