Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Fuera de
donde provengan los actores del evento. No lo sé, ni me interesa. Lo importante
del momento es deshacerse de este par de canallas y hacer justicia.
Desobediencia civil, sí, y sedición si se necesita. Ello ampara la historia, la
vida, la humanidad. Hay que deshierbar para cultivar, organizar para crecer. La
malahierba al lado, secándose al sol.
Alejandra
Serrate lo dijo bien en el Cabildo de Santa Cruz. Por fin asoman las voces
jóvenes, sin la cola de paja, fácilmente incendiable, de los cobardes y
corruptos de siempre. Hay que desconocer, declararse rebeldes, defenderse,
recordar a Bolívar y a Sucre -como lo mencionó Serrate- Para esto, lo de hoy,
mejor nos quedábamos con España. El melgarejismo autóctono, seudo indigenal, tiene
que terminar.
Recibo,
casi a diario, en la página de Academia.edu, supuestos “estudios” acerca del
fenómeno “revolucionario” boliviano. Hay una conjura intelectual, manejada en
muchos casos por un estafador argentino en La Paz (en su momento tiene que ser
fusilado), que quiere hacer creer que el estupro, el derecho de pernada, el
abuso, el trujillismo miserable de los adoradores del falo (por un lado…) son
revolución. Sabe bien este “stafador” que tal revolución no existe. Cualquier
ladrón hace lo que se está haciendo en el país. No hace falta pensamiento, no
se necesitan ideas, para robar. Esos, los intelectuales de lengua con olor a
culo, tienen también que pagar. Que la palabra es un arma, y en manos
criminales, asesina. Estos son los que encandilan a los cagaleches de la
izquierda española, a los culposos gringos bañados en plata que quieren lavar
el genocidio que hicieron sus ancestros en América. Esos, y la mesnada de
abarca que desea comprar blancura y blasón con dinero narco. Porque no hay, no
seamos ingenuos, ninguna defensa de alguna cultura ancestral. Por el contrario,
el binomio maldito, incluye a todo este pobre país en un círculo vicioso que
quiso exterminar Colombia, que produjo Somalia y tanto más.
Desobediencia
civil a la manera de Thoreau mientras se pueda. Gandianos hasta por ahí, aunque
la violencia del Mahatma, cubierta con un velo cuasi angelical, era dura e
irreductible: puso de rodillas al imperio más grande del mundo. Tal vez el
error estuvo en la mística. En eso Alí Jinnah, el fundador de Pakistán, fue más
sobrio. La revolución no necesita mística, dioses o religión. Por ese peligroso
vericueto se perdió Irán, que comenzó por una lucha por derechos y terminó en
una teología sangrienta. La sangre llama a la sangre, por supuesto. Pero la
sangre lava.
Lo de la
señora Serrate pesa. Hay que salir a la calle. Venezuela, así parezca la rueda
sinfín, un día acabará con el chofer y lo colgará de las patas (cuerda larga
urge, dados peso y tamaño).
Sugieren
que hubo en Santa Cruz un millón de personas. Número con solvencia en tierra
despoblada. Pero… Bolivia y la enfermedad colectiva, el síndrome del pongo del
que no podemos deshacernos y que caló hondo en la sociedad en todos sus
niveles. Por eso se idolatra al gringo, aquí, porque es una reacción enferma
ante supuestas superioridades. Y el señor feudal, el que se sienta en la silla
de presidente y menea las cerdas de su cabezota inmunda, lo carga consigo
también, con la diferencia que tiene inmenso poder y puede jugar al amo siendo
otro pongo más.
Veremos si
la Chiquitanía fue el hito del fin. Debiera serlo. A construir un circo, si lo
es, y poner al masismo recalcitrante dentro, para pasto de jaguares
hambrientos. Que la naturaleza se cobrará al estilo romano lo que hicieron los
plurinacionales o la mierda que quieran llamarse con Bolivia. Circo máximo, auto
de fe.
06/10/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 08/10/2019
Imagen: Simón Bolívar
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