Friday, July 30, 2010
Hawaii, Oslo/LA VUELTA AL MUNDO EN 80 FILMES
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Erik Poppe/Noruega, 2004
Las últimas películas noruegas que vi me dejaron una resaca melancólica. Incluso "Hamsun", que no sé si era noruega o danesa, tenía un aura de tristeza, un olor a cosa perdida, mientras envejecía el gran novelista en su austera soledad (y castigo).
No así "Hawaii, Oslo" largometraje del fotógrafo periodístico y hoy director Erik Poppe (1960). Filme con un entrevero de historias de amor, no relatadas en insana lírica sino en el devenir diario, y casi siempre trágico, de lo cotidiano. Cinco narraciones que a pesar de ser de gente desconocida entre sí se conjugan al final en un desenlace "feliz" -a alto precio, sin embargo.
El filme termina donde comienza, en una premonición del personaje principal, Vidar (Trond Espen Seim) que sueña con cosas que han de ocurrir, con el tiempo suficiente para poder detenerlas o cambiarlas. Principia y acaba con un accidente de auto, que es el que va a ligar a los caracteres de las cinco historias en el lugar y en el instante en que ocurre.
Sucede en el día más caliente del año, en Oslo. Hawaii, cuya presencia se sospecha en el inusual calor de la ciudad nórdica, representa dos cosas: una el cambio anhelado, la fuga, el escape, la libertad de un presidiario encerrado por asalto a mano armada y que sueña con evadirse a las islas pacíficas y dedicarse al surf; la otra Hawaii es un café de la ciudad donde una mujer recién llegada espera a un novio de antaño, con quien se prometieran matrimonio en la juventud. El novio, cleptómano y corredor compulsivo que vive en el instituto donde trabaja Vidar, busca el café Hawaii con el mismo empeño con que el reo -que es su hermano- busca el destino isleño, tan distinto a su realidad. Hawaii implica paraíso, posibilidad de cambio. Lugar que refiere al amor tanto como a la libertad y descubre uno de los temas centrales de la cinta que trata del amor como conjunción pero también como disfunción.
Vidar viste de blanco. El hecho de ver el futuro en sueños no le da ventaja, más bien preocupación. Su destino, como lo amerita el color que lleva, lo ha calificado de ángel, y ese es el papel que desempeña, al tratar de desfacer entuertos en una ciudad desesperante. Trabajo cansador y a un costo demasiado alto para Vidar como hombre, pero justo para Vidar como ángel.
Una película difícil de realizar, con un guión en el que es fácil desubicarse pero que jamás pierde hilación en el transcurso. Trabajo de orfebrería cinematográfica, con actuaciones de brillante naturalidad. Escenarios típicos de cualquier ciudad moderna. Existencias amargas y mucha miseria espiritual. La idea -no religiosa- de redención permanece viva y, nada mejor, que la presencia de un ángel como refugio de la esperanza. Sin cursilería clandestina, "Hawaii, Oslo" es un susurro humanitario.
14/05/08
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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), mayo 2008
Imagen: Petronella Barker, en una escena del filme
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