Monday, September 20, 2010
La derecha/NADA QUE DECIR
Me preguntan qué pienso de la derecha boliviana. ¿Qué derecha, la de Tuto Quiroga y los escuetos remanentes del banzerismo? Si no hay una. Bueno, derechistas existen, primero en el gobierno, Quintana sin ir más lejos, con oscuros alegatos acerca de para quién trabaja. Y otros. Recuas de sociologistas y de asnos, de indigenistas y mujeres (sin ánimo de misoginia, señoras).
Pero -supongo- quien pregunta se refiere a lo que ofrece una alternativa de derecha a un gobierno de derecha. Así el asunto se hace complejo, porque los que se dicen de izquierda no lo son; las sutiles líneas que separan las ideologías se han esfumado y la política se reduce a quien mastica coca y quien no, para alegría de los cuervos -o las cornejas, porque éste es un fugaz momento de indeterminación de sexos- que pescan como nunca pescaron en revuelto río.
Se agita como bandera de la subversión a un grupo sacrificial de extranjeros cuyos patrones son aún desconocidos. Hay que leer mucha historia, y no propiamente en las arrugas de los ancestros, para darse cuenta de cómo se manejan los elementos del terror cuando los crea el estado. Larga es la lista, incomprensible además, de la invención de Hamas por Israel, la de Bin Laden por los Estados Unidos, y tal vez la de Rózsa por Evo Morales.
No se puede confiar en el Estado; el monstruo se nutre de la defección y del crimen, de la propaganda y el amedrentamiento. En sus celdas inquisitoriales se fundamentan los logros de la represión, se confabula para cortar lo poco de libre que tiene el hombre, y se adiestra a una muchedumbre de adeptos que muge cuando el macho muge, o grita si el macho hembra es en este confuso mundo de irregularidades.
Viví por un año en una casona de la calle Venezuela, justo detrás de las oficinas regionales de Acción Democrática Nacionalista. Jamás he tenido más divertidas noches que ver a esos payasos blasfemos recrear la monumentalidad del espanto de la dictadura de Banzer, y la seguridad de que su verbo de mudo era la respuesta a una situación que fungía de democrática y que mantenía el statu quo sin importarle nada más. Vi, cuando veía, las huestes inmundas de la Falange y sufrí con todos el desacato a la vida de aquellos malhechores que se decían generales y que anegaron de espanto un país que ni sonreír podía.
Esa derecha parió crías, que viven aunque se escondan. De pronto reaparecen, iracundos como vietnamitas rojos, pero con un antifaz que los pinta de lo opuesto. Ahora son ministros, y se besan con los otros ministros, los de la izquierda, en inadmisible puterío.
Hablar de la derecha es hablar no sólo de aquellos que por herencia croan las consignas del fascismo criollo y narcotraficante; también de los que croan en la izquierda las consignas del fundamentalismo narcotraficante. Entonces nos quedamos con nada, porque pertenecemos a un país cuya definición es inexistente en diccionario cualquiera, nación donde no hay ley, ni respeto por la ley, donde cada uno ejerce su voluntad sobre los que son más débiles y agacha la cerviz ante los poderosos, hablemos de tránsito y peatones, de vendedoras y compradoras, de alcaldes y prefectos, de lo que fuere; país donde se aúnan la intransigencia y el abuso, país despótico y llunq´u, donde Evo Morales es el presidente ideal porque encarna todo aquello que se idolatra aquí: el mito, la mentira, el autoritarismo.
Hablar de derecha o izquierda ¿para qué? Perdemos el tiempo. Mejor escuchar un disco de jazz antes de que nos prohíban hacerlo.
19/6/09
Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 21/6/2009
Imagen: Harry Pye/Unite Against Fascism, 2010
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