Wednesday, June 29, 2011

Lee Miller: Retrospectiva de una fotógrafa




Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La belleza es don peligroso. Lee Miller (1907-1977), fotógrafa norteamericana, era hermosa. Eso primó por encima de su talento. Fue un objeto de arte ella misma, pasando desapercibida como artista. Comenzó, en la adolescencia, posando desnuda para su padre, Theodore Miller, creador de "estudios" inequívocamente eróticos de su hija.

A los veinte años danza en Broadway. Dos años más tarde, en 1929, se embarca a París. Un atormentado admirador, desde un avión, bombardea el barco con flores, momentos antes de estrellarse. Accidente o suicidio, Lee Miller siempre despertó extremas pasiones. Cuando dejó a Man Ray, de quien fue discípula, colaboradora y amante, éste juró que se mataría.

1989. La Corcoran Gallery of Art, de Washington DC, presenta la mayor retrospectiva de Lee Miller. En la muestra hay trabajos de Man Ray: uno de grandes dimensiones retrata a Lee, a los 23 años en París, sentada desnuda en la cama. Bella como las vírgenes clásicas. En la exposión está aquello que se podría considerar el trabajo "serio" de la artista, que también se dedicó a hacer fotografía de modas para Vogue. Tuvo períodos de experimentación y sus estudios surreales son de gran valor. Tomas de un zapato roto, en la noche, sobre las orinadas baldosas de París. Un trío de ratas blancas sobre una pared, mirando los callejones de Francia, plenos de ascos y susurros. Bueyes polvosos en los caminos de Rumania, de campesinos con sombreros bordados. Son importantes las imágenes de devastación de Londres, luego de los bombardeos alemanes. Hombres de pie sobre los escombros. Una casa en ruinas de la que queda el portal es una canción de optimismo. La entrada significa ingreso, cambio, nueva vida. Me recuerda a I.E. Babel: "(...) con los ojos anegados (...) continúa aún de pie en la encrucijada de los vientos de la historia". Babel hablaba de la mansión del hasidismo.

Retrata Buchenwald, los campos de muerte. Y se baña en la bañera de Adolf Hitler... y duerme en el lecho de Eva Braun. Hay sensibilidad y extravagancia en ella, como en tantos de la "generación perdida" norteamericana a la que pertenece.

Un crítico, Hank Burchard, dice que le faltó ego. Lee tenía a menos su trabajo y su talento; no creía en ellos. El verdadero artista necesita abundancia de estima en sí mismo para poder enfrentar el rechazo.

Su segundo esposo, el escritor británico Ronald Penrose, recuperó gran parte de su obra. Finalmente era respetada. Para los hombres había sido una joya, un hermoso cuadro. Man Ray alcanzó la fama. Varias fotografías de Lee Miller son superiores a las suyas, pero no tengo información de que éste la impulsase a continuar. La fotografíó. Conocemos los senos pequeños y las nalgas de Lee gracias a él. Nada más. Burchard, en su artículo "Lee Miller: Paying Beauty's Price", dice: Es frustrante ir por las galerías (de la exhibición) porque cada secuencia de fotografías parece encaminarse hacia un salto a la grandeza, pero no lo logra". Es la historia de un talento oscurecido, soslayado. Se la recuerda más por sus desnudos que por su creatividad.

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Publicado en Pueblo y Cultura (Opinión/Cochabamba), 13/02/1992

Imagen 1: Lee Miller por Man Ray
Imagen 2: Joseph Cornell/fotografía de Lee Miller, 1933

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