Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Es a las páginas de De un antiguo país, de Julián Huxley, el más memorable libro de viajes que quizá haya leído, que debo el interés por el Oriente Medio, su antigüedad, su historia, el futuro. Dentro de ellas, comenzando con la brutal y fascinante historia de éxito y debacle de Palmyra, Siria ha ocupado un sitial preponderante, junto al Líbano. Claro que Huxley, hermano del novelista, escribió su obra en los años cincuenta cuando muchos de los fenómenos actuales no tenían el peso de hoy. Además su visión era la de un viajero inteligente y entusiasmado, un humanista buscando remanentes culturales del pasado común.
Es a las páginas de De un antiguo país, de Julián Huxley, el más memorable libro de viajes que quizá haya leído, que debo el interés por el Oriente Medio, su antigüedad, su historia, el futuro. Dentro de ellas, comenzando con la brutal y fascinante historia de éxito y debacle de Palmyra, Siria ha ocupado un sitial preponderante, junto al Líbano. Claro que Huxley, hermano del novelista, escribió su obra en los años cincuenta cuando muchos de los fenómenos actuales no tenían el peso de hoy. Además su visión era la de un viajero inteligente y entusiasmado, un humanista buscando remanentes culturales del pasado común.
Hace poco, en El
País, de Madrid, un periodista narraba la destrucción del legado histórico en
Alepo, una de las diez ciudades habitadas más antiguas del mundo, en la guerra
civil siria. Reminiscencia de lo ocurrido en Bagdad; allí no propiamente -o en
menor grado- en las edificaciones centenarias sino en los tesoros que de antes
se conservaban en el museo nacional de Irak. En Bagdad se saqueó una herencia
invalorable, tal vez perdida para siempre, y en ello tuvieron que ver tanto las
tropas leales a Saddam Hussein como las norteamericanas. El alegato de unas y
otras intenta quitarse culpabilidad. Los soldados de Estados Unidos señalaron
las loberas que los defensores cavaron en predios del museo para atacarlos como
pretexto de destrucción. Pero al parecer el problema mayor radica en cuánto se
robó antes de la llegada de las tropas invasoras. Un serio documental británico
testifica, sin acusar, que la revisión exhaustiva de los diversos depósitos de
antigüedades muestra que piezas fundamentales fueron extraídas con anterioridad
por gente con obvio conocimiento del asunto, y que se intentó echar todo encima de las fuerzas extranjeras.
El Ejército Libre
Sirio se ha incrustado en la ciudad vieja de Alepo, a veces en un juego macabro
de gato y ratón, donde los francotiradores de Assad, militares y paramilitares,
barren las estrechas callejas eliminando lo que se mueva, sin contar ataques
aéreos y bombardeos que han dejado la memoria de la ciudad convertida en polvo.
El ansia de perpetuidad, la molicie putrefacta y sangrienta del poder, así como
la ambición en primera instancia válida de los rebeldes, pero sin ninguna
seguridad de equidad y libre albedrío, confluyen indiferentes en la destrucción
de los archivos arquitecturales de la humanidad. Parece que cada vez menos
sobrevivir como especie, recordar y aprender de lo que fuimos, importa. Eso
hablando fuera del contexto político, social, étnico y religioso que se disputa
el país, de la extrema necesidad de terminar con un régimen asesino, que
debiera culminar con la ejecución de Bashar Al-Assad y su entorno, y de al
mismo tiempo a momento de reconstruir, salve los despojos de lo que fue una de
las joyas arquitectónicas patrimonio del hombre.
01/01/13
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Que podemos decir ante lo bien expuesto, Claudio. La angurria d poder y la ignorancia, mal común q nos reduce como especie a la peor y más dañina d las pestes. Menos milicos, religiones, futboleros y cocaleros, sería buen principio d catarsis. Solo un sueño.
ReplyDeleteSaludos!
El mejor sueño, Achille. No hay duda.
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