Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Violetas son las ciruelas del patio de casa.
El sol que se
ahoga en los frutos de molle extiende lenguas violáceas sobre las serranías del
oeste. Cielos pintados de púrpura. Versos de Cesare Pavese que en su incesante
búsqueda de la imagen han encontrado un color: violeta. Echado en el jardín
sucumbo ante el encanto de esas líneas pintadas en el vacío.
Sueño de
alfalfares, franjas o mantas acostadas en verde. Franjas de color más oscuro
que la sangre, más lúcido también. ¿Lúcido? El talento no es ni azul ni naranja
sino violeta. William Blake lo escogió para pintar el silencio. Hizo roja la
ira, los “tigres de la ira”. Y la no voz, el espacio sin sonido, la mujer
que ama sin hablar, los ángeles y los demonios peores los decoró con violeta.
¿Y quién soy yo para pensar que Blake se equivocaba? ¿No he visto acaso las
cortinas que cubrían el sol para hacer dichoso el amor, el color de las
cortinas? ¿No se pintaron de púrpura las piernas cuando crepusculaba la tarde
como un infinito río de cristalinos jugos? Sí, puedo afirmar aquel morado
múltiple de los años...
Violetas son las
ciruelas que estallan el patio de casa.
Violetas ciruelas
del patio.
Violeta casa del
patio.
Patio violeta.
Salgo al
cementado jardín del trabajo. Cerca de la penúltima estrella, la casi hundida
en el San Pedro, titila una luz que puede ser un fuego. No comento ya su color.
A ella le debo este artículo.
1987
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Publicado en
Opinión-Cochabamba (Textos para nada), 1987
Violetas, negras, azuladas, verdes, amarillas, rojas, las hay de muchos tonos y tamaños, redondas y ovaladas, todas jugosas y abundantes, despreciadas en algunos lugares y anheladas en otros.
ReplyDeleteSi andas por Chile, y es febrero, debes probar las de mi casa, en San Fabián. Y también quedarte a tomar vinos de montaña.
Un abrazo amigo.
Te tomaré la palabra, estimado Jorge. Esa es una propuesta imposible de rechazar.
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