Cada momento
sirve para aprender algo nuevo, y saber que la tendencia a depender más y más
de los avances tecnológicos nos lleva por una ruta a veces luminosa, a ratos
oscura. Hoy me enseñaron una “aplicación” en la que se hace al teléfono
“escuchar” la radio y en instantes tener todos los datos de cualquier música
registrada, autor, grupo que la interpreta, año. Se acabó aquello de “tocaban
una canción por la radio tan hermosa de la que nunca supe su nombre”. Esa
melancolía entre angustiosa y conformista terminó; quedan pocos secretos.
Bien por un lado,
porque la investigación se facilita y los instrumentos de que disponen las
personas supuestamente las hace eficientes. Por el otro, el drama de cuando ese
acceso está vetado por fallas técnicas, traslados, citas y horarios que obligan
a aguardar. De pronto nos hallamos desnudos ante un mundo tan sofisticado que
sin las máquinas que nos ayudan o hacen cosas por nosotros, hemos vuelto a las
cavernas.
Nos trasladamos
de departamento. Cierto que es bastante sencillo arreglar todo con una llamada
y un dependiente que sepa trabajar a tiempo de transferir líneas telefónicas,
Internet, cable; el problema aparece cuando por alguna razón esas conexiones no
se pueden realizar, no de inmediato, como ha sucedido ahora. De joven,
recuerdo, que no me escribiera alguien agrandaba la esperanza. Sabía que el
correo tardaría una semana, más si un feriado se cruzaba por ahí. La
inexistencia de celulares me llevaba en peregrinación por la ciudad buscando
una cabina habilitada. De no hallarla era a dormir. Triste, claro, pero sin la
sensación de abandono que hoy me atosiga al haberme desconectado del
mundo.
De pronto, en un
país angloparlante que no se interesa por lo que sucede al sur, no tengo dónde
informarme de si murió el magnate de Caracas o no, de si el malhadado Evo ya se
lanzó con sus huestes luminoso-guerreras a la conquista del mar donde se
ahogará la mitad de su ejército, o cosas de mayor importancia. El Times se centra
en el Medioriente, en los problemas financieros europeos, etc. Saldré al
trabajo sin saber si el espacio en que me encuentro es el mismo de ayer, y eso
me da un no se qué como las callecitas de Buenos Aires.
Me dicen que un
técnico vendrá el jueves. A esta altura de la vida se me imagina un mesías, un
profeta. En su accionar de pinzas y aparatos lo contemplaré con el aura de las
mil vírgenes que invoca Chávez, el mayor cristiano que jamás pisó el planeta,
besando crucifijos con carnosos labios caribeños. Será ese el juego de la
divinidad: a unos los conquista por miedo, a otros por necesidad. Tráiganme un
crucifijo, si viene acompañado del Internet.
5/2/13
Publicado en Séptimo
Día (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 10/02/2013
Imagen: Alien Jesus
No comments:
Post a Comment