Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Antes de que
Mujica fuera presidente y cuando Facebook estaba en pañales, alguien, al
parecer un expolicía o militar, desprestigió en su página del sitio el ascenso
político del (ex)tupamaro. Contaba, y sugería además, que no se había dicho
todo, que Mujica se entregó sin resistencia alguna, a pesar de tener una
subametralladora consigo, alzando los brazos y gritando: “no disparen, soy el
Pepe”. Será estupidez o que nunca estuviera en situación semejante, pero creo
que si se toman las armas es para matar, y que sabiendo de un enemigo
implacable, despiadado no impiadoso, no entregaría mi cuerpo a la sevicia de la
represión. Walter Pernas, en Comandante
Facundo, lo cuenta de otra manera, que le apuntaron y conminaron a
rendirse. Dice Pernas que los militares se burlaron porque Mujica llevaba vino
y longaniza, como para una fiesta. El anónimo que lo desprestigiaba hablaba de
que el guerrillero quería echarse un polvo con la Parda, su compañera de entonces
y ahora. Mala suerte. Sombras que esconden la historia. En su momento saldrá,
quizá, o permaneceremos con los mitos -más sencillo- y los detalles a medias;
en esto y en lo otro…
Vale preguntarse
si todavía importa. La idea tupamara, más bien una obsesión, fracasó en el
plano político y en el militar. Por lo general las vanguardias revolucionarias
no sirven. El fracaso del bolchevismo, que se apoderó, mediante golpe de estado
de una élite, de la revolución rusa lo ha demostrado con creces; el bolchevismo
fue el triunfo de la derecha por encima de una insurrección popular. El
comunismo, o la pantomima hecha de un panorama en realidad no muy claro, menos
en los tiempos que corren, no solo ha caducado: ha muerto. Los estertores de
Corea del Norte ni siquiera son reflejo suyo y China de socialista no tiene
nada. Menos los bufones entronizados en Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador,
Bolivia, Argentina, y también Brasil, que manejan bien la propaganda al
respecto pero que de conceptos no quieren saber, mientras menguan como dioses del
pingüe negocio de mártires y pobres.
Se ha
promocionado al Pepe (Mujica) destacando su honradez. Valga, por qué no, ¿pero
no es esa una actitud esperada? ¿Por qué resaltar tanto su modestia económica?
Lo lógico es que quien entre a trabajar en oficina pública salga de ella con
los mismos dineros. Pero no, sobre todo para nosotros latinoamericanos: pecado.
El robo implica distinción. A más ladrón, mayor prestigio. Mujica encarnó estos
años la saludable contra, que sirvió a los otros, a los de la nación
latrocinio, para continuar robando. Finalmente estaba él, para reivindicar con
gloria el socialismo. En esta condición jugó el papel de tonto útil. Peor
cuando en repetidas ocasiones ensalzó al “hermano Evo”, y acompañó con su
presencia el drama venezolano defendiendo primero al avechucho (Chávez), y
luego a este otro… En ese punto la supuesta decencia se hace sospechosa, o hay
carencia de juicio o prima la mala intención. Hubiese sido mejor una
antropofagia política, crítica sana, y no tanto lameculismo como el que ofreció
a los de marras.
Al menos no quiso
aferrarse al cetro. Espero que por convicción y no cansancio. Hay que darle la
opción de la duda. Lástima que no quede como epopeya sino como anécdota. El
peso del Uruguay es mínimo incluso en el espacio americano. Su pequeño
escarabajo en contraste con los Lexus del curaca, la chacra y el camino de
tierra opuestos a la opulencia kirchnerista son parte de una coyuntura amable.
Si sirvieron para algo, difícil. Cenicienta no participa con peso en el devenir
del futuro.
Se quiere creer
que los cuentos de hadas edifican escuela. Sin embargo, quitándoles su difuso
vestido, hallamos debajo imperios de tiniebla, mares tenebrosos.
02/03/15
_____
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 03/03/2015
Comparto plenamente tus apreciaciones sobre Mujica. Ser honrado o buen tipo no basta, también hay que mostrar coherencia circunstancial, evocando a Ortega y Gasset, y en eso el uruguayo lamentablemente falló al legitimar con su presencia, además de hacerse al opa ante los abusos y arbitrariedades de sus amigos déspotas mencionados. Algo similar sucedió con Zapatero, de quien se dice que no se llevó ningún euro demás a su casa pero resulta que había sido un gran admirador del cacique cocalero- tal como confeso en su reciente visita a nuestro país-, del tirano Castro y amigo de otros regímenes autoritarios, dando la impresión de que es otro tonto útil que fue utilizado por el masismo con fines propagandísticos. Saludos.
ReplyDeleteEsa es la pena, y lo que nos hace dudar. Mucho de lo de Mujica es encomiable pero se opaca por lo que dices, la vista gorda y los oídos sordos a las aberraciones de sus camaradas. Por eso, ahí lo dejo, sin siquiera acercar mis manos al fuego.
ReplyDelete