Leo a diario, en
Argentina, Brasil, Paraguay y otros, las críticas a los nuevos gobiernos.
“Derechistas”, “neoliberales”, etc. Pero nada acerca de quién ha traído a esta
gente, fuese cierto o no lo que se dice de ellos, de vuelta al poder. No
aparecen por arte de magia; que estuviesen o no agazapados aguardando su
oportunidad, tal vez, pero si existe alguna culpa es aquella de los llamados gobernantes
“progresistas” cuyo inmenso y desvergonzado robo (en nombre del pueblo) ha
obligado el retorno de quienes no son mejores, pero tampoco peores que ellos.
Al menos la derecha es franca y se sabe por dónde irá. La mal llamada
izquierda, expoliando América Latina por dos décadas ya, excepto Cuba donde se
hizo eterna, continúa con su enfermante retórica incluso encima de los despojos
causados por su mandato. No se puede concebir que se describa a Evo Morales
como puntal de una revolución inexistente. El individuo no pasa de ser un
sindicalista cocalero, mañoso y de lleno o de costado narcotraficante, y nunca
podría llenar las suelas de tanto sacrificado, o del discurso del sacrificio en
este largo genocidio por las causas sociales.
Ayer escuchaba a Capriles,
visible cabeza de la oposición venezolana, pedir al ejército que interviniera,
que no permitiese el aplastamiento de la constitución. Parece una mala broma que,
otra vez, aunque de facto es quien gobierna, demandar la aparición de la fuerza armada como
solución, única, al problema venezolano. La cosa es simple: derrocar a Maduro
pasa por las armas, o, si esperamos, pasará por la muerte de muchísimos civiles
que posiblemente, debido al número, puedan tirar al piso al régimen tiránico,
narco, del “chavismo”, nombre este que desaparecerá de la historia como ya ha
desaparecido la bufona figura del comandantico que le dio nombre.
Francisco, papa,
no creo que sea interlocutor fiable. El populista de la iglesia (por necesidad
institucional) juega inequívoco rol a tiempo de juntarse a la mersa ladrona de
la izquierda, no en vano anda en caricias vaticanas con Cristina y con Evo. A
su juego los llamaron. Lo digo porque se ha pedido a la no muy santa sede
intervenir en conversaciones maduristas y opositoras en Caracas. ¿Discutir,
conversar qué? Es claro quién debe salir y quién morir. El chavismo se aferra
con uñas y dientes porque las cabezas como Diosdado Cabello saben que de la
puerta de palacio irán a dar a las blancas, impolutas y solitarias prisiones federales
gringas. Tienen que jugársela. Piden al Vaticano mediar para ganar un tiempo
que ya no tienen. Hay que ver si dentro del ejército existen oficiales que no
están en la nómina de pago de Nicolás Maduro que se decidan a voltearlo. Hemos
retornado a la página en blanco, luego de tanto vano martirio.
Por todo lado se
tiran salvavidas para colaborar en el auxilio de la zozobrante izquierda.
Santos, de Colombia, los ha tomado como hijos pródigos a cambio quizá de
fortuna y, ahora, de un título cuyo peso se perdió hace mucho. Todos pegan el
grito ante la presencia de Uribe. Otra vez cabe la pregunta de a quién culpar
por el retorno de este personaje sombrío.
Leo un
interesante artículo argentino sobre los derechos de la mujer. Avanzo
aprobatorio hasta que la periodista muestra las garras, cuando habla de Milagro
Sala pidiendo su liberación. Ahí lo dejo, porque de pronto encuentro una voz
sesgada y ciega. Esta izquierda que alguna vez fue esnobista e ilusa se ha
convertido en pútrida mácula de una inteligencia vendida a cambio de oro. Se
fue la gran ilusión, hoy cuenta la plata. ¿De dónde viene la derecha futura? De
esta izquierda, de ella; de Kirchner, Chávez, Castro y Morales. De la hez.
24/10/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 25/10/2016
Imagen: Caricatura de THE ECONOMIST
Imagen: Caricatura de THE ECONOMIST
Tal como bien ilustra el gráfico, Venezuela se va inevitablemente para el despeñadero, solo que a medida que pasa el tiempo parece un precipicio sin fondo, un cuento-con tintes de pesadilla- de nunca acabar. ¿Cómo pueden los venezolanos aguantar tanta ignominia y, además, prolongada? “En las noches lloro, pensando en qué les voy a dar de comer a mis hijos al día siguiente” creo que decía el testimonio de una madre desesperada. Una situación parecida sería impensable en nuestro país, tal vez lo único rescatable de nuestro pueblo es que tiene una rebeldía latente que ante circunstancias extremas es capaz de estallar sin control. Venezuela, al contrario, semeja la tierra de Job. Saludos.
ReplyDeleteTienes razón, José. No podría, a pesar de todo, pasar en Bolivia. Pasó en Cuba y ahí apunta Maduro, a convertir Venezuela en un calco de la isla, sin darse cuenta de las cosas, internas y otras, que permitieron la aberración que se vive en Cuba hace mucho. Que logros, sí, cómo no, en 50 años, pero esa persistente humillación de tener que mendigar tiene que ser insoportable. Saludos.
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