Wednesday, August 23, 2017

Recuerdos de Kazimierz

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Violín, acordeón y contrabajo. Por la ventana llegan efluvios marihuanos. Denver se ha convertido en humo de hojas verdes estrelladas. Pero no estoy allí sino en Kazimierz. Estas paredes son demasiado antiguas; las piedras se han puesto negras por silencio y dolor. Nadie fuma en este lado del espejo. Tres judíos caminan con sus instrumentos, van a la fiesta de la muerte. La ventana y sus olores pertenecen a otro mundo.

El Vístula se dobla. Dicen que es una serpiente.

Miro atrás, cuando era joven, novio, malcriado y tonto. El arco acaricia el violín, seduce el contrabajo. Miro a cuando no era padre, a cuando no debí serlo. Estas calles guardan secretos de muertos. El alcohol se ha evaporado del desmayo en Coña Coña. Trashumo el universo que junta Cracovia y Cochabamba como si estuviese borracho y no lo estoy. Detrás de mí va un corro de mujeres hilarantes y desdichadas. Se mesan los cabellos, tiran botellas, susurran mi nombre y lo maldicen. No hay sosiego de tierra de dios. Huyo.

Mi padre corta pan negro alemán; pesa un kilo. Lo unta con pasta de hígado: café rojizo sobre negro, un cuadro de Pascin. Los bulbos de la iglesia en la plaza Colón imitan malamente algunos de Kazán. Domingo de ramos. La vagoneta verde parqueada en uno de los costados. Las indias tejen con palmeras el recuerdo del Cristo sacrificado.

Tengo que escribir una novela y el cielo raso ha caído sobre mí. Tormenta de madero y yeso. Me emblanquece para hacerme fantasma pero hay demasiada luz para penar. Me miro atrás, en un tiempo que era y no, feliz. Agarro lecturas chinas y me adentro por una calleja de Kazimierz por donde marcharon los duelos. Sufren músculos y articulaciones, una andanada de piedras los masacró. Los amigos preparan carnes al fuego y enfrían el ron. Me llaman pero no contesto. Ya mudo.

El perro camina apenas. Las vértebras cervicales se le hacen polvo. Perro sísifo. Los troncos blancos del árbol que gime se cubren de hongos. Kazimierz apaga sus luces el 43. Arrastro los pies hasta la cama y duermo con ojos abiertos y en los oídos la bocina del vendedor de helados que pasea en la oscuridad. Después nada.
23/08/17 

_____
Fotografía: Roman Vishniac/Entrada de Kazimierz, distrito judío de Cracovia

No comments:

Post a Comment