Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Lo que no se
quiere entender en Bolivia es que hay un conflicto, una guerra, en la que un
grupúsculo de rejuntados, con la excusa de lo indígena y la miseria, ha
decidido montarse en el poder para siempre. Detrás de ellos hay intereses
millonarios, mafias internacionales, finanzas, bancos, capitalismo salvaje. Los
pobres, que marchan como caniches al tirarles un pedazo de pan, en apariencia
los respaldan masivamente; el Ejército sirviente lo hace porque está en la
boleta de pagos, sin recibos ni transparencia, del sangriento carnaval expoliador.
Desde el primer
día de esta burla vengo escribiendo sobre lo que se veía claro: el gran engaño.
Jamás hubo un ápice de pensamiento revolucionario en una cúpula delincuente y
hasta asesina. Mi vehemencia me costó reprobación pública de la prensa
nacional, de periodistos que a pesar de jugar a opositores, lo que querían era
estar en la mira de las delicias del presidente, de su caricia y beneplácito. Abiertos
fascistas de izquierda, algunos; arribistas que el tiempo ha bien posicionado y
que miden su charla y su silencio para permanecer incólumes y notables, otros,
mientras un resto, hoy deslenguado, permanecía con tenue crítica y mirada de
soslayo hacia la silla presidencial en busca de favores, cosa común en el país.
Miren si no a los expresidentes, que uno a uno bailaron de odaliscas enfrente
del amo. Yo no, nunca, pero sonrío con tristeza al saber que como buenos altoperuanos
varios que podrían haber sido críticos aprovecharán las coyunturas futuras para
aparecer en primera plana vestidos de apóstoles de la libertad. Escritores
entre ellos.
La democracia
murió hace mucho, en la negativa de Evo Morales de oír “al pueblo” que llena su
boca recientemente acostumbrada al roquefort y el filet mignon. Bien fácil se
vuelcan los próceres, comenzando con la comida. Al no existir esta (la
democracia), no pueden quedar dudas de que estamos ante un tablero de ajedrez
sin límites. Él fue el que puso las reglas del todo vale, del meterle nomás.
Entonces, opositores o cualquier ciudadano tienen derecho a meterle nomás en
sentido amplio de la palabra. Se aplica para depredación, para robo, violación,
corrupción, mentira, pedofilia, prepotencia, suplantación, contrabando,
narcotráfico, ¿por qué no para cambio de autoridades, remoción de líderes o lo
que fuere y de la manera que fuere? Hay que primero entenderlo, luego
aceptarlo; estamos ante un momento en que la corrección política no vale nada,
en que la insulsa conversación acerca de un estado democrático solo da carta
blanca al arbitrio demencial de este movimiento -que no es partido político- y
a su infatigable gula. El TIPNIS es una pieza del pastel. Ya Morales, alma
negra de la Madre Tierra, ha puesto sus ojos dolarizados en el Madidi y lo que
alcance. Vendería a su madre el individuo si eso pudiese acrecentar su quién
sabe cuán voluminosa fortuna. Linerita y la jauría se benefician por igual.
Nada cuestan unos ríos, unas aguas, árboles, tribus, total, con un discurso
enrevesado como la idiosincrasia plurinacional se soluciona todo, con
billeticos aquí y acullá, con donaciones a dirigentes y promesas a narcos,
madereros, cazadores, mineros. Si después hallamos un yermo ¿y qué? ¿A quién le
importa? Por supuesto que al gobierno no.
Las guerras se
pelean a muerte. No hay retórica de doctorcitos altoperuanos posible. Si se va
a luchar por este territorio y por el futuro hay que afiliarse a la filosofía
del meterle nomás y hacerlo, contra quien se ponga delante. Eso implica tanto,
y no agradable. Pero si alguien pone el pie en mi casa, pierde el pie, así de
concreto. Si pone la cabeza, adiós cabeza. Recuerden el coro cubano en la
música: “al que asome la cabeza, duro con él, Fidel, Fidel, duro con él”. El
método ha sido aprobado por los señores de la revolución. El permiso está dado.
14/08/17
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Publicado en EL
DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 15/08/2017
Elocuente.Ya no sorprende la prisa de toda la jerarquia masista para 'meterle nomás' con la carretera de marras. Los cocaleros saben que el tiempo se le acaba al gobierno y exigen el inicio de las obras prontamente para arrasar con todo el Tipnis.Me temo que el daño ya está hecho y es irreversible. Saludos.
ReplyDeleteTemo lo mismo, José. Quizá el TIPNIS ya se perdió. Y sabemos que tienen la mirada puesta en todo el territorio para lucrar con lo que puedan. Ni ruinas dejarán.
Deletetriste realidad que nos duele, mientras miles bailan, farrean y rezan en Urkupíña, como si nada pasara...y no pasa nada para la mayoría ignorante y manipulada, que baila, reza y farrea...
ReplyDeleteEsa es la tragedia nuestra, Fernando. E incluso si después se hallaran ante un desierto, producto de los desmanes del curaca, les costaría mucho digerirlo.
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