El extranjero soy
yo. Y Miguel Sánchez-Ostiz el guía por una ciudad de “carajos y petardos”, por
un díptico, tríptico, políptico que imagina el universo y retrata el infierno.
Que es más la manzana que Eva y la serpiente pero que recuerda el paraíso sobre
el que mucho llueven cangrejos.
La Paz, esbozada
en personajes y rincones. Esbozo con detalle, sin embargo, a lo Callot, a lo
Goya, también a lo Cieza de León, o Chimpu Ocllo -Garcilaso de la Vega, el
Inca- recreado en la ciudad dual, la que se combate eternamente a sí misma, que
quiere ser india y le pesa demasiado el mestizaje, y que no puede ser blanca
aunque España se arrastre por su sangre como casulla de dominico.
Páginas que
exceden lo escrito hasta ahora sobre la hoyada; libro de horas como las que la
vejez rescata de la muerte y anota, con paciencia y letra clara, de memoria.
Índice, y a veces homenaje, onomástico, a sus hijos. Quien quiera de los vivos
encontrarse, pues allí está. Ni hablemos de los idos. Crónica implacable, sin
aspaviento… dichosa. Fanfarria y silencio, urdimbre de colores y sombras.
Tejido… Molière y kusillos.
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Contratapa de Chuquiago (Editorial 3600, La Paz-BOLIVIA, 2017)
Imagen: Portada del libro
Imagen: Portada del libro
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