Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Heinz
Dieterich, asesor especial de Hugo Chávez, gran conocedor del embuste
revolucionario, decía hará un mes o más que a Nicolás Maduro le quedaban una o
dos semanas. Ahora China y Rusia hacen el mismo juego de Norteamérica y envían
ayuda. Juan Guaidó parece haber perdido protagonismo. Poco costaría, pero en
términos financieros mucho, cerrar la importación de crudo venezolano en los
Estados Unidos. ¿Qué mecanismos sostienen al chofer de bus en el poder? Una
suerte de alivio recorre los focos latinoamericanos del seudomarxismo; Evo
Morales puede guardar la voluminosa lengua con la que acariciaba las nalgas de
Jair Bolsonaro y desechar por ahora su próximo manifiesto neoliberal para
cambiar de bando (nominal) y sostenerse mamando de la madre patria.
Por un
momento se pensaba en cuál sería la mejor cuerda para colgar al bastante
crecido Maduro. Ahora rebuzna hasta con cierto alivio y un pajarraco revolotea
alrededor. Será el comandante, transformado en ave del paraíso, ajeno ya a los
avatares materiales y pensando solamente en cómo salvar las plumas para que no
lo devore un halcón, porque hasta los mejores, bien entrecomillado, tienen
alguien por encima de ellos. Desiderata real y fatídica.
El último
congreso de la lengua española tendría que haber dedicado un estudio al lenguaje
primario de los dictadores de América que utilizan un par de decenas de
palabras en contraposición a la lujuria cervantina. Si llegan a cien será
demasiado. Pero hablan por siete horas; al menos el vanidoso barbado y rico de
Cuba tenía sobre qué conversar, pero Morales y Maduro son de espantosa
simpleza. Podría ser el sueño siempre deseado y efímero de los sans culottes de
la revolución francesa. Pero aquellos querían tabla rasa con el patrón de la
miseria propia. Estos semiletrados que gobiernan América no son sans culottes,
llevan calzoncillos de Gucci y su sueño apunta al jet set. Tanto a Evo Morales
Ayma y Álvaro García Linera no les importa la distribución equitativa de
bienes, o a cada quien según su trabajo, o todos pobres o todos ricos. Para nada;
el indigno par de comerciantes únicamente piensa en su indefinido género y en
el enriquecimiento ilícito. Cuentan con la colaboración de recuas étnicas, para
quienes el color de piel o el pelo en piel son detalles sin importancia. Tiempo
de dinero, de billetes de oro y otras sofisticaciones poderosas. Y cuentan
también con la oligarquía del oriente que vio sus sueños realizados en dos
pillos de siete suelas, capaces de arrasar con un territorio mientras les eche
monedas en el bolsillo.
Lo mismo en
Caracas, la misma gente, el zoológico izquierdista de ávidas manos que
recuerdan la Repulsión de Roman Polanski por tanta palma pedigüeña.
Nicolás
Maduro parece haber sostenido el poder. No estaría tan seguro, como tampoco del
otro lado. Hay demasiada dependencia en el exterior. Eso tal vez implica que
tantos años de chavismo adiestraron al venezolano común para ser perro en
jauría descastada y sin ladrido. Como en Cuba, con hermosa gente resignada a
tomar sol en la plaza o al puterío, el sol de medianoche de tiempos de Batista.
No la
elección del poder: la erección del poder, el verticalismo fálico del comunismo
que dejó de ser fantasma y dejó de ser comunista más de cien años atrás. Hasta
el adusto Che de la foto de Korda sufre de esta decoración rocambolera. Evo
Morales desciende las escaleras de palacio con las manos en los bolsillos
rascando a sus homónimos. Así y todo enloquece de gusto a las locales y a
gringas que creen que con ósmosis interna se les transmitirá el secreto de las
alpacas. Enloquece al vicepresidente. El dandy y el zafio, los dos rateros. Lo
surreal es hostia de resurrección, pero comulgar no compra eterno.
31/03/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 02/04/2019
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