Tuesday, December 21, 2010
Jean-Michel Basquiat/ECLÉCTICA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
a mi hija Alicia
Nada mejor que acomodarse para mirar la película (Basquiat) en calma. Julian Schnabel dirige, el mismo de Antes que anochezca, sentido acercamiento al poeta Reinaldo Arenas.
Ambos, Jean-Michel Basquiat y Reinaldo Arenas, se suman a esa exclusiva lista de artistas marcados por la tragedia como elemento vital de su existencia, una "maldición privilegiada" según escribiera Elena Ferrufino-Coqueugniot quince años atrás, pero letal. El juego de la "maldición" ha sido vilipendiado por la burda imitación del genio que hacen los mediocres, le ha quitado el sentido dramático y bello que tuvo en su mención de algunos poetas franceses en su inicio. Cualquier borracho con ánimos de arte intentó -y ensució- algo que era en realidad prístino obituario.
Peter Schjeldahl en un artículo dedicado a la actual retrospectiva que el Museo de Brooklyn hace de este gran pintor negro norteamericano, incluye un largo párrafo de Una temporada en el infierno, de Rimbaud. Porque, otra vez, la oscuridad, el efímero brillo, la muerte, y la resurrección en la valoración de su obra pone a Basquiat en la misma cesta que el prodigioso escritor. Como él, igual a él, iguales los dos, su gloria viene de su trabajo precoz, a los veintiuno. Luego el hastío, la necesidad del arte como justificación del talento, la pintura ya como trabajo, sin la complicidad del anonimato que llevaba a Jean-Michel a producir graffittis para más tarde en su meteórica gloria trasladarlos a la pintura con telas que son espacios llenos de palabras: caóticos, arrogantes también; trazos de hombre libre.
Viene a ser esencial la presencia en el momento de Andy Warhol (interpretado felizmente en el filme de Schnabel por David Bowie), gurú cultural del avant garde. Su relación con Basquiat guarda dejos de controversia. Una opinión joven, la de mi hija de once años, sugiere aprovechamiento de parte de Warhol, nutriéndose del talento en bruto del novel pintor. Por otro lado, su prestigio y extravagancia crean condiciones para el crecimiento artístico y económico de Jean-Michel. Son los años ochenta y la fértil irreverencia basquiana reanima la aletargada pintura norteamericana. Hoy, a casi veinte años de su muerte por sobredosis de heroína, sus cuadros -lo cuenta Schjeldahl- se venden por millones y se lo reconoce como notable influjo del nuevo arte y contributor al nacimiento del hip-hop. De dormir en cajas de cartón, con una botella de licor en la mano, disfrazada por bolsa de papel madera como obliga la ley en Norteamérica (hipocresía factual), a la súbita riqueza, Jean-Michel Basquiat lograba lo imposible. Schnabel lo retrata de niño frente al Guernica de Picasso, ensimismado más que entusiasmado, con la madre que llora -puertorriqueña de origen y esencia de sensibilidad; esa madre a la que visitará en el asilo, como buen hijo y mejor necesitado.
Le buscaron herencias de Picasso, Pollock y Dubuffet. Tal vez más cercano al francés que a nadie pero manteniéndose (Schjeldahl) siempre como un esencial artista gráfico donde el color, si lo hay, sirve de relleno a los espacios ya delimitados por el trazo. Sin desmerecer el inmenso arte de Warhol, a él como artista le faltó la dosis autodestructiva que eliminó a Basquiat, a pesar que a través de su obra y su imagen, parecía buscarla. A la larga, en casos como Basquiat, Van Gogh, Petrus Borel, Nerval y Rimbaud, morir semeja tener huellas sagradas, extremas y angustiosas. William Blake lo dijo mejor que nadie, que los tigres de la ira eran más sabios que los caballos del placer. Hay ira en Basquiat, desde la muerte intrínseca que todo haitiano lleva en sí; ira, desafío y placer: Jim Morrison balanceándose ebrio en una cornisa, jovial y venturoso, aunque desventurado.
Si olvidamos lo obvio del mercadeo y las finanzas, de la alta estima que el arte ha alcanzado como inversión, vale la pena rescatar la idea que este comercio nos ha permitido, hoy en el 2005, recuperar la memoria de amores nuevos, amores perdidos, como el mío, gracias a Alicita, por Jean-Michel Basquiat.
14/4/05
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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), Domingo 24 de abril 2005
Imagen: Jean-Michel Basquiat/Autorretrato
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