Domingo sangriento.
Nos habíamos amado, mas una vacía botella de Glenfiddich hacía eco al viento en el pasadizo exterior. Allí explotó. No te vayas. Me voy. Terminé caído en el primer piso, con las dos piernas rotas.
Traté de asirme a un árbol sin lograrlo. Miré hacia arriba. Estabas en el balcón extendiendo los brazos. Grité.
Y volaste. Contemplé tus alas blancas de mariposa desnuda. Y tu oscuro pubis se derramó como un velo negro sobre mi alma.
2008
_____
Publicado en El
Dinosaurio (Antología del minicuento/Edición de Homero Carvalho), Santa Cruz,
2008
No comments:
Post a Comment