Monday, July 11, 2011
dice que no dice/MIRANDO DE ARRIBA
La administración Bush da nuevamente que hablar. Resulta que la tan propagandizada compra de uranio por Irak en Níger no era más que una invención ya desenmascarada diez meses antes por un enviado especial de la inteligencia norteamericana al Africa. Hoy entrevistaban a Condolezza Rice, souvenir negro de un gobierno derechista, y más derechista ella que sus amos blancos. Rice alegaba que las falsedades dichas por el presidente en su mensaje anual a la nación eran sólo dieciséis palabras con peso mínimo dentro de las razones que su gobierno había presentado para derrocar a Saddam Hussein: las armas químicas utilizadas contra Irán, y bendecidas por los Estados Unidos cabe decirlo, entre otras. Olvida Rice, quizá de escasa memoria, que tanto Saddam como Osama aparecen en la historia, o crecen en ella, a instancias del Departamento de Estado. Que los hijos se
vuelquen contra los padres es ya problema doméstico.
Sorprendía el desenfado de esta mujer para acumular mentiras, esconder, nublar, opacar, los males premeditados de este gobierno. Una columnista del New York Times escribe que hay intereses mayores que necesitaban la inclusión de las diez y seis frágiles palabras en el discurso presidencial. Querían asegurarse, ante un público amaestrado, temeroso e ignorante, que los dados se jugaran bien. Mas no son magos estos ocultos dueños del planeta; el azar tiene más de dos caras, como seis tiene un dado con conjugaciones infinitas; no disponen de la capacidad de guiar completa o permanentemente los destinos de las naciones, incluida ésta que con su cada vez mayor multiplicidad cambia, para bien o para mal.
Condolezza Rice culpa al jefe de la CIA. Este, como buen chico norteamericano, asume el error, igual a George Washington ante su madre en el paradigmático relato del árbol cortado y su culpabilidad. Rice afirma que ni ella ni el presidente ni nadie sabían del informe del enviado especial a Níger. Se pasan la pelota de un lado a otro. Un patriota no cuestiona, obedece, y en esta milenaria guerra contra el terror (recuérdese el Reich de los "mil años") las preguntas sobran. Que Bush habla cosas de más -y de menos también- es indudable. Sin embargo no es su limitada verborrea la que preocupa sino la ambición de otros que en apariencia van detrás pero que mandan. No puede un país rico, interesante, y con todavía grandes posibilidades como éste, terminar controlado por avariciosos delincuentes.
13/7/03
Publicado en Opinión (Cochabamba), julio, 2003
Imagen: Afiche francés, alusivo a la guerra
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