Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El mito de Sodoma y Gomorra tiene su razón de ser. Es tan antiguo como la
humanidad. Entonces los hombres creyeron que se podía vivir en vicio sin sufrir
consecuencias y no resultó. El argumento metahistórico de las ciudades
destruidas vale hoy tanto como ayer, y la moraleja vive en que no hay poder
terrestre que eluda el enojo de la divinidad. Si le quitamos cualquier
adherencia religiosa encontraremos la misma respuesta.
El foco de
infección en Bolivia salta de un lugar a otro. Se añaden muertos, inicio de una
que de no detenerse ha de ser larga sangría, desastre incluso para los que se
creen inmunes (impunes). En otro retorno al mito recordemos a Aquiles;
revisándolo en comparación encontramos que no hay madre Tetis (en Bolivia) para
sostener al hijo dentro de un baño de inmortalidad, dejando al descubierto su
único punto frágil allí donde lo sostiene por el talón. En nosotros la
fragilidad es endémica y total.
Demasiadas
advertencias.
Colquiri, Mallku
Khota, Challapata, las comunidades indígenas del Tipnis, nombres de esa
enfermedad saltarina que manipula el gobierno a su arbitrio, sacando ventaja,
y, sin darse cuenta, debilitándose también, paso a paso -no sé si lentamente-
hasta el momento en que caiga la ira de Dios. ¿Cómo?, no lo sabemos.
Desde arriba se
fraguó el ingreso de miles de vehículos indocumentados. Atentado al
medioambiente por no existir mínima regulación en cuanto a emisiones y otros
relacionados. Se teoriza acerca de los llamados movimientos sociales y sus
necesidades, que más bien son necesidades de permanencia y dominio de la
cúpula. Se quiere hacer creer que el campesino, por ser tal, mantiene feliz
relación con la naturaleza. Cualquier cosa que les permita crear el espejismo
de una ideología sólida, de un marcado camino hacia el progreso. Aunque para
ello tengan que inventar pequeños dioses, en cada rincón, alimentarlos de coima
y soberbia, y que han de dispararse tarde o temprano ante el llamado de
jolgorio generalizado que se escucha en altavoz.
Cuando la
infección se propaga bajo una supuesta política y sin restricciones, el
resultado da una receta explosiva. Cocaleros, chuteros, cooperativistas,
corazón y base del masismo, comienzan a ver que la irreversible contradicción
entre Estado y carnaval se presenta, y de la peor forma, con la utilización de
la fuerza armada, instrumentos represivos, igual que antes, igual que siempre.
Por supuesto sobran culpables, extranjeros o ajenos, siguiendo la prédica nazi
del incendio del Reichstag. A veces los muertos, víctimas de la irracionalidad
de la política actual, son “suicidados”, “asfixiados por gases”, todo vale. La
palabra, empleada en la mayoría de los casos de manera sui géneris, en Bolivia
aguanta todo. La cosa se va de las manos. Se mantiene por las especiales
características del país y su población, pero aun así no goza de eternidad.
Se está poniendo
al masismo contra la pared. O es gobierno o se retira. Lo malo que ahora para
serlo debe emplear la fuerza. Se ha soltado las riendas sin criterio, o bajo
estúpidas teorías de marxistos (no marxistas) trasnochados. Sucede con los
chuteros hoy, mañana con los cooperativistas, y pasado con los cocaleros que no
han de librarse de la presión internacional que ha dado su ultimátum.
Comenta un
poblador de Challapata, en televisión y hablando del gobierno: “estos malditos
son ellos mismos chuteros”. Se balean en Colquechaca y Pocoata. El intervalo de
la invasión de minas por los capitalistas de las cooperativas se acaba. En
cualquier instante se lanzan en manada sobre Colquiri, Porco... Y cocaleros y
narcos sobre el Tipnis, Choré, Carrasco, Madidi. En el Ichilo ya existe otro
estado y la premonición de que quienes creían ser directores de orquesta
pasarán a músicos, se cumple.
La pregunta es
qué sucede si no hay quien manda. La democracia “consolidada” que alegan, no
existe. La revolución, menos.
11/10/12
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Publicado en
Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 12/10/2012
+ 5 años de descomposición: 2012-2017 permanente....puedes ver lo que vivimos hoy
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